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El lado oscuro de Óscar Iván Zuluaga

Ahora nadie querrá mencionar estas cosas. Pero el país no debería perder de vista esas referencias del pasado de Zuluaga.

León Valencia, León Valencia
2 de noviembre de 2013

Nunca sabremos a cabalidad si Óscar Iván Zuluaga hizo parte o no de la parapolítica. Sobre el ahora candidato presidencial pesaban indicios parecidos a los que llevaron a la condena de otros líderes políticos del país. 

En las elecciones de 2002 llegó al Senado con el aval de Convergencia Popular Cívica, uno de los partidos que utilizaron los paramilitares para formar una gran bancada parlamentaria; en esa oportunidad obtuvo votaciones muy importantes en zonas controladas por estas fuerzas ilegales; luego se supo su relación con Maribel Galvis, concejal de La Dorada, quien declaró su pertenencia a las Autodefensas Unidas de Colombia; y después apareció un intercambio de correos electrónicos con Ernesto Báez. Pero la Fiscalía examinó estos hechos, buscó el testimonio de Báez, quien declaró que no había apoyado a Zuluaga, y produjo un auto inhibitorio. 

Es un fallo ajustado a derecho que sigue los pasos de lo que ha sido el gran juicio a la parapolítica liderado por la Corte Suprema. Siempre los fiscales delegados ante la Corte y los magistrados de esta corporación han recopilado indicios y han recogido diversos testimonios sobre los implicados en el fenómeno de la parapolítica, pero solo hasta que obtienen declaraciones creíbles de testigos directos le dan un salto al proceso. En este caso el juicio se truncó por falta de méritos. 

Zuluaga puede con razón reclamar que no se lo moleste más con este tema. Pero hay una sombra que quiero hacer notar: Ernesto Báez y Julián Bolívar están guardando silencio sobre hechos trascendentales de los paramilitares. Eran, sin duda, dos de los diez más importantes jefes de las Autodefensas Unidas de Colombia en el momento de la negociación de Santa Fe de Ralito.

Compartían el mando del Bloque Central Bolívar con Carlos Mario Jiménez, alias Macaco, quien fue recluido temporalmente en un barco en alta mar antes de ser extraditado. Lograron que el expresidente Uribe no los extraditara y a partir de allí han eludido hablar de algunos nexos con el mundo político y empresarial del país. Muy pronto Bolívar y Báez recuperarán su libertad y se hará más difícil obtener de sus labios alguna verdad.

Pero los columnistas estamos para molestar con estas historias. Más cuando hemos seguido, paso a paso, su evolución. La primera semana de febrero de 2007 fue angustiosa para mí. En una entrevista a Caracol Radio mencioné, entre otros, el nombre de Óscar Iván Zuluaga. 

Dije que probablemente había recibido el apoyo de los paramilitares. Estaba hablando de la investigación académica que habíamos hecho sobre la parapolítica a propósito del auto de detención que se acababa de proferir contra los primeros siete parlamentarios de la costa Atlántica también referidos en nuestra indagación. 

No estaba haciendo ningún cargo judicial, simplemente estaba señalando que Zuluaga había sido elegido por el mismo partido de Carlos Clavijo y Rocío Arias, quienes no ocultaban sus nexos con las autodefensas, y había obtenido una votación importante en zonas de reconocida presencia paramilitar. Eso nos permitía pensar que había tenido algún apoyo tácito o explícito de los paramilitares. Sabíamos que era muy difícil hacer política sin su venia en las zonas de influencia.

Recibí una dura reprimenda de Darío Arizmendi. Señaló que era imposible que un hombre tan honesto como Óscar Iván pudiera estar enredado con paramilitares. Pasó media hora y recibí una llamada del presidente Uribe. Me dijo que estaba en el Consejo de Ministros y que pondría en altavoz el teléfono para el diálogo conmigo. 

Fue también una diatriba contra nuestra labor investigativa y en defensa de los políticos implicados, especialmente de Óscar Iván, quien sería nombrado ministro de Hacienda en los días siguientes. Supe que sería un milagro llegar al fondo de este y de otros casos de la parapolítica caldense. Supe que me había metido en un asunto demasiado espinoso.

Ahora Óscar Iván Zuluaga es un candidato con posibilidades de llegar a la Presidencia de la República. Ahora nadie querrá mencionar estas cosas. Quizá tampoco yo quiera volver sobre el tema y en adelante dedique mi esfuerzo a examinar su campaña y su programa. 

Pero el país no debería perder de vista estas referencias del pasado de Zuluaga. Sirven para entender su inevitable subordinación a Uribe. Sirven para entender su dura posición frente a las negociaciones de paz con las guerrillas.

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