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OTRA RECETA

Semana
1 de julio de 1996

Ya se da como un hecho que apenas termine el juicio a Ernesto Samper en la Cámara de Representantes, la propuesta del Presidente a los distintos grupos políticos será,en un abanico de fórmulas, la de ratificar su mandato o darlo por terminado a través de una consulta popular. La tesis del gobierno consiste en que hay un sector del país que pide su renuncia, pero hay otro que no cree que él se deba retirar del cargo, razón por la cual hay que enfrentar a golpe de votos una tesis contra la otra para ver cuál de las dos gana. Mucho se ha dicho, y se dirá, sobre el peligro que este tipo de solución engendra, en la medida en que divide aún más a un país partido ya por la mitad frente al tema de la presencia de Ernesto Samper en el gobierno y de su responsabilidad por el ingreso de plata de los narcos a las arcas de su campaña. Pero el asunto no es si la consulta popular es peligrosa o no. El problema es que la respuesta que le dé el pueblo a la pregunta no tiene nada que ver con lo que ha motivado esta crisis de gobernabilidad. Las encuestas de opinión, que son el único mecanismo más o menos seguro para saber qué opina la gente, indican no sólo que Samper no es demasiado impopular, sino que cuenta con una popularidad mucho mayor que la que han tenido la mayoría de los gobiernos, en momentos de crisis, desde que los sondeos entraron a la política colombiana. Lo que está claro (gracias entre otras cosas a las encuestas) es que a pesar de las simpatías de muchos sectores hacia el Presidente hay una innegable crisis de gobernabilidad. Esto significa que son otros factores, distintos a la imagen presidencial, los que tienen al gobierno en un enredo tal que lo ha obligado a discutir en forma abierta sobre su permanencia en el poder. Es fácil prever que al día siguiente de la consulta que ratifique el mandato presidencial los elementos que lo llevaron a convocarla van a seguir intactos, o de pronto más contundentes en su capacidad de perturbación. Como también es previsible que al día siguiente del archivo del proceso contra el Presidente en la Cámara los ataques al gobierno van a ser más fuertes todavía, pues hay sectores que han guardado silencio a la espera del final del juicio por respeto a los mecanismos institucionales. En este sentido se palpa cierta ingenuidad en algunos miembros del alto gobierno que están preparando la celebración, pues dan por descontado que la absolución de su jefe será el final de la agonía. El presidente Samper está ante un problema que sólo se puede solucionar mediante la entrega de parte o la totalidad de su poder, según lo señalen las circunstancias posteriores al fallo de la Cámara. Si su capacidad de convocatoria en ese momento logra configurar un gobierno nacional, habrá perdido mucho poder pero habrá salvado su pellejo. Pero si no logra hacer entrar por el aro a los más importantes dirigentes políticos nacionales, no habrá consulta popular que lo mantenga. Es un problema de realismo político. La consulta popular es un buen remedio para una enfermedad distinta. Aquí sólo caben los acuerdos políticos. A esto le falta el elemento de Estados Unidos, que no es de poca monta. El comunicado del Departamento de Estado tras la recomendación de Heine Mogollón y sus muchachos de no acusar al Presidente es una amenaza que no tiene antecedentes y que anuncia que el día de la absolución se vendrán con toda la artillería pesada. Con el agravante para el gobierno de que la atrevida actitud norteamericana no ha provocado, ni de lejos, un rechazo que permita pensar en el anticolonialismo como futura bandera. A pesar de que hay ciertos síntomas de ablandamiento en las posturas de algunos liberales enemigos del gobierno (lo cual podría indicar que hay negociaciones en marcha), está un poco demorado el proceso de conversaciones que apunten hacia la gobernabilidad real, mediante acuerdos. Aunque se entiende el silencio presidencial, pues si el Congreso intuye que Samper se va a repartir el poder con otros, se le puede ocurrir la idea de lucirse a costillas suyas en el juicio que le celebra. n La consulta popular es un buen remedio para una enfermedad distinta. Aquí sólo caben los acuerdos políticos

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