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La cuerda cedió por el lado más grueso

Qué paradoja. Va a ser la explosión de la coalición de Gobierno y la disolución del Partido de la U, los que vuelvan trizas los acuerdos. Están abiertas las apuestas.

Pedro Medellín Torres, Pedro Medellín Torres
7 de julio de 2017

Nadie entiende cómo el presidente Santos siendo jugador de póker, no supo leer el juego. Si adelantaba las elecciones presidenciales, podía ganar con dos pares. Me explico. Hasta el mes de junio, las encuestas señalaban que ninguno de los candidatos uribistas alcanzaba el reconocimiento en los electores. Y la intención de voto se concentraba en los defensores de los acuerdos con las Farc. Si anticipaba las elecciones, Santos no habría permitido que sus opositores se organizaran y en cambio sí habría aprovechado que tenía en sus manos todo el poder del Estado para impulsar la “alianza por los acuerdos”. Ganaba con dos pares.

Pero ya es tarde. Su primer gran error, consistió en que dejó disolver el Partido de la U en manos de Roy Barreras y Armando Benedetti. Lejos de tomar el control de su partido, y fortalecerlo con la mejor gente, permitió que el festín de adulaciones y mermelada se lo tomara. Y pasó lo que tenía que pasar. Ante la rebatiña, unos senadores comienzan a ceder a los llamados del Centro Democrático y Cambio Radical, otros simplemente toman distancia y reclaman que el presidente se meta en el juego. Y un tercer grupo, ante el final del gobierno, opta por dejar limpio el frasco de la mermelada. Lo peor que le pudo pasar a Santos, después de la derrota del 2 de octubre, ha sido el fin del Partido de la U.

El segundo error estuvo en haber dejado todo el peso político de su gobierno al Partido Liberal. Con él se jugó a fondo en el proceso de paz. No solo les entregó el manejo de las negociaciones de La Habana a los liberales, dejando como jefe al que menos peso político y gubernamental tenía (De la Calle). También la implementación de los acuerdos, poniendo al frente al segundo que menos peso político tenía (Pardo). Y cuando comenzó a flaquear, reforzó el equipo con Juan Fernando Cristo atornillando todavía más a los liberales en el puesto. Es tal su control, que cuando Cristo deja el ministerio, Santos lo mantuvo como representante gubernamental en la más importante instancia de decisión política e institucional (¿de cogobierno?): la CSIVI.

Y como si no fuera suficiente, Santos deja que la oposición no solo gane tiempo para que sus candidatos avancen en sus campañas electorales en busca de mayor reconocimiento y apoyo. También permite que se organice, dejando el campo libre a la primera coalición del Centro Democrático con un sector del conservatismo. Por frágil que parezca, la alianza le abrió a Uribe la posibilidad de tener otros candidatos presidenciales distintos a los cinco que están en disputa en el Centro Democrático. Si ninguno de ellos logra el reconocimiento suficiente, pues va a tener a la mano a candidatos que, como Marta Lucía Ramírez, tienen reconocimiento y la experiencia de haberse jugado ya en unas elecciones presidenciales, con un resultado bastante aceptable.

En este contexto, el periodo legislativo que se inicia el 20 de julio, tiene una importancia crucial. Allí se verá cuál es el piso real que tiene el gobierno para sacar adelante iniciativas tan claves como la Ley Estatutaria de la JEP, con la que va a poder poner en marcha la Jurisdicción Especial de Paz. Fuentes del gobierno afirman que “quedan por lo menos 20 proyectos de ley y algunos actos legislativos que deben ser considerados por el Congreso y que atañen a la última parte del  desarrollo normativo del acuerdo de paz.”

El problema es que, hoy por hoy, el gobierno no parece contar con la bancada necesaria para asegurar la aprobación de los proyectos que necesita para cerrar la implementación de los acuerdos. Ya al cierre de la legislatura pasada, los congresistas habían enviado la señal de que no le aprobarían los proyectos que sometiera a su consideración. O que, por lo menos, les quedaría muy difícil asegurar la votación. Fue lo que ocurrió con el proyecto de Acto Legislativo que establecía 16 curules de carácter transitorio (por ocho años) para garantizar en la Cámara de Representantes la participación de regiones que han sido apartadas a razón del conflicto armado interno y que podrán tender nuevos espacios a raíz del acuerdo alcanzado con la guerrilla de las Farc. No tuvieron los votos para aprobar la totalidad del proyecto. Solo fue aprobado el título. Y eso como una demostración de benevolencia con el gobierno.

Lo más grave es que, para la legislatura que se inicia el próximo 20 de julio, el margen de maniobra del gobierno es mucho menor. Las tensiones y los enfrentamientos políticos e institucionales, que ha propiciado el propio gobierno con Cambio Radical e importantes sectores del Partido Conservador, parecieran estar alineando a estos grupos con el Centro Democrático.

Así mismo, las disputas y los enfrentamientos internos en el Partido de la U, lo tienen a punto de volar en mil pedazos. La molestia ha llegado a un punto tal, que el primer proyecto que anuncian los miembros del Partido de la U para la legislatura que comienza, es el de “habilitar la posibilidad de que los congresistas puedan cambiarse de partido para las próximas elecciones, sin que tengan un castigo por ello”. El propio presidente del Senado, Mauricio Lizcano, anticipó que “ La U se va a atomizar” y “la gente va a coger hacia diferentes” candidaturas presidenciales.

Y no se trata de un problema político. También se trata de un problema cuantitativo electoral. En el momento en que los grandes electores del Partido de la U, hicieron saber su intención de irse con el presidente Uribe, los 400 o 500.000 votos que representan, no solo le significan perder 5 o 6 credenciales a La U. Además modifica el umbral, la cifra repartidora y el residuo que se necesitan para ganar una curul en el Senado. Así los congresistas con menos de 60.000 votos comienzan a entrar en pánico. Prefieren salir en carrera a buscar cupo en otros partidos que les garanticen su permanencia en el Congreso.

Los que saben, dicen que la mitad de los 20 senadores se va al Centro Democrático; Y los 10 restantes se los reparten cinco para Cambio Radical y cinco entre conservadores y liberales.

Así las cosas, la cuerda se puede romper por el lado más grueso. Qué paradoja. Va a ser la explosión de la coalición de Gobierno y la disolución del Partido de la U, los que vuelvan trizas los acuerdos. Están abiertas las apuestas.

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