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Papa Francisco, el notario de la paz

Importante y esperanzador mensaje ofrecerían al pueblo colombiano si la esquina santista se abrazara con la esquina uribista a la sazón del más idóneo árbitro de la paz, el papa Francisco.

Germán Calderón España, Germán Calderón España
5 de septiembre de 2017

Llega a Colombia el papa Francisco, uno de los más revolucionarios de la Iglesia Católica, como “peregrino de esperanza y de paz” con la misión de sellar el acuerdo y acercar a partidarios y opositores, lo que sería su más importante legado porque además de ser natal de la idiosincrasia latina, sus seguidores le tienen su propio lema: ¡El papa de Sur América para los suramericanos!

Ya no son épocas eclesiásticas en las que mediante constituciones apostólicas se condenó y prohibió los centros de pensamiento, las reuniones de agrupaciones, agregaciones o conventículos de Liberi Muratori o Franc-masones como así lo hiciese en 1738 el papa Clemente XII (Lorenzo Corsini) cuando excomulgó los miembros de las sociedades secretas a perpetuidad.

Esa bula papal censuró a través de medidas punitivas “la libertad de conciencia” con variadas y reiteradas posiciones a su favor de los papas Pío VI, Gregorio XVI, Pío IX, León XIII y Pío X hasta que la iglesia reaccionó y en el Concilio Vaticano II abrió las puertas a este derecho fundamental.

La Corte Constitucional ha definido la libertad de conciencia como la base de la libertad religiosa y de culto. Este derecho le confiere a las personas un “…amplio ámbito de autonomía para que adopte cualquier tipo de decisión acerca de sus opiniones, sentimientos o concepciones incluyendo, entre muchas otras cosas, la posibilidad de negar o afirmar su relación con Dios...”.

Por cuenta del irrespeto a este derecho se han librado las más cruentas batallas en el urbe y por eso se aterriza el núcleo esencial del derecho a la libertad de conciencia porque es absolutamente similar al derecho a la libertad de expresión y de opinión política referida a todo tipo de declaración que tenga por objeto difundir un pensamiento, una idea, una opinión, etc., que sin un buen control de parte de las autoridades constitucionales y penales podría degenerar en una guerra mayor a la que se trata de acallar con el acuerdo de paz.

Debemos aprovechar el mensaje de una de las figuras más prominentes en la vida de los ciudadanos del mundo, particularmente cuando dice que “el mundo de hoy tiene la necesidad de constructores de paz y de diálogo” lo que constituye una misiva clara hacia la reconciliación nacional a partir de la convivencia pacífica.

Pueda que entre los amigos y enemigos de la paz –en la seguridad que esas diferencias son más políticas que de conciencia- existan rivalidades en ocasiones utilizadas como plataforma ideológica, en otras, política y hasta mesiánicas, pero cierto es que somos todos colombianos con un mismo faro de progreso y desarrollo de nuestro dolido país.

Importante y esperanzador mensaje ofrecerían al pueblo colombiano si la esquina santista se abrazara con la esquina uribista a la sazón del más idóneo árbitro de la paz, el papa Francisco.

No estamos bajo el régimen de las constituciones apostólicas; nos encontramos en un país que necesita una oportunidad en la que los blancos, negros, indígenas, católicos, cristianos, liberales y conservadores, e inclusive, ateos y masones, convivan pacíficamente.

En las liturgias masónicas se le enseña al iniciado que la muerte sirve solamente para recordar que en ella se desvanecen las ambiciones y el orgullo humano, y que ni las riquezas ni la gloria valen lo que una vida recta, consagrada toda ella a la práctica del bien. Como complemento de esta sentencia, el libro sagrado de la biblia eleva bienaventuranzas a los que trabajan por la paz, “porque serán llamados hijos de Dios.” (Mt 5,9).

El papa Francisco y todos nosotros, sin importar el grado de derecho que ejercemos en torno a la conciencia y a la política, podemos ser llamados hijos de Dios, para que como hijos de Dios le prodiguemos un país mejor a nuestros hijos, quienes también serán llamados como tal.

(*) Gutiérrez Morad & Calderón España – Abogados Constitucionalistas.

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