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¿Quién le cree al Papa Francisco?

Una entrevista, concedida al jesuita Antonio Spadaro, recoge las recientes y mediáticas declaraciones del Papa que aparentan ser novedosas, controversiales y liberales.

20 de septiembre de 2013

Seis horas de entrevista durante tres días (19, 23 y 29 de agosto), se convierten en las treinta páginas más controversiales de la Civilta cattolica, al demostrar una “apertura” sin precedente para un Pontífice. Pongo entre comillas dicha “apertura” pues como ya él mismo lo había aclarado, solo sigue el muy tradicional catecismo católico.

"Veo a la Iglesia como un hospital de campaña tras una batalla. ¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene alto el colesterol o el azúcar! Hay que curarle las heridas. Hay que comenzar por lo más elemental", ha dicho Francisco, y tiene razón. La Iglesia es una enferma cuya podredumbre hiede y algunos han pretendido tapar con perfume. 

Por supuesto nadie espera que le corten las piernas, pero en algunos casos, extirpar el tejido dañado es lo más saludable. Pero esta no es una nota sobre lo importante que puede ser una purga al interior de la alta jerarquía de la Iglesia católica, sino sobre cómo nos sentimos los homosexuales ante tanta “apertura”.

¿Será que de eso tanto y tan bueno sí dan?

Un homosexual creyente que ha sido víctima de estigma y discriminación, que ha sido apartado por su familia y de los seres que ama, tiene que sentirse además enfermo, sucio y pecador en aquellos momentos en que más apoyo necesita y busca el acompañamiento de su pastor.

Aquí viene el primer problema, ese pastor, generalmente no solo no acompaña sino además regaña y en él, el mensaje del amor, el respeto y la solidaridad no tiene cabida. Eso lo sabe bien Francisco quien ha dicho que los ministros de la Iglesia "tienen que ser misericordiosos, hacerse cargo de las personas, acompañándolas como el buen samaritano que lava, limpia y consuela a su prójimo".

Sería muy saludable para las minorías sexuales, para quienes realmente el confesionario no es un espacio muy deseable, y para los mismos sacerdotes recordar lo que dijo el papa "El confesionario no es una sala de tortura, sino aquel lugar de misericordia en el que el Señor nos empuja a hacer lo mejor que podamos". 

Francisco ha dicho que el deber de la Iglesia hacia las "personas gays" es "...acompañarlas a partir de su condición. Hay que acompañar con misericordia". Pero sus subalternos están presionando a los gobiernos y congresos de los países donde se discuten leyes de matrimonio igualitario para intentar hundirlas a toda costa. Tal vez por ello y tratando de limpiar la sucia imagen, ha recalcado que la Iglesia católica “…es la casa de todos, no una capillita en la que cabe sólo un grupito de personas selectas (…)  Esto es Evangelio puro. Dios es más grande que el pecado", afirmó.

Queda claro pues que la Iglesia nos debe acompañar, pero eso si los homosexuales no olvidamos que “somos pecadores”.

Aun así, siendo “pecadores” como dice Francisco, la situación no es de voltear la espalda o la de negar derechos y menos aún la de hacer lobby antiderechos, ya que como él tiene claro “La primera reforma debe ser la de las actitudes. Los ministros del Evangelio deben ser personas capaces de caldear el corazón de las personas, de caminar con ellas en la noche, de saber dialogar e incluso descender a su noche y su oscuridad sin perderse”.

Ahora bien, Francisco conoce del tema de los derechos de las minorías sexuales, ha sido abordado en múltiples ocasiones con relación a la homosexualidad, porque como él mismo lo afirma "En Buenos Aires recibía cartas de personas homosexuales que son verdaderos «heridos sociales», porque me dicen que sienten que la Iglesia siempre los ha condenado. Pero la Iglesia no quiere hacer eso", entonces cabe preguntarse lo que él mismo se interroga “Dios, cuando mira a una persona homosexual, ¿aprueba su existencia con afecto o la rechaza y la condena?”.

Él mismo se responde: “Hay que tener siempre en cuenta a la persona. Y aquí entramos en el misterio del ser humano. En esta vida Dios acompaña a las personas, y es nuestro deber acompañarlas a partir de su condición. Hay que acompañar con misericordia". 

Francisco remata la idea diciendo "La religión tiene derecho de expresar sus propias opiniones al servicio de las personas, pero Dios en la creación nos ha hecho libres: no es posible una injerencia espiritual en la vida personal".

Se debe reconocer que Francisco es un genio de las comunicaciones. Es un excelente publicista que vende muy bien su producto. Al igual que las multinacionales de bebidas colas, le ha hecho creer a la gente que su producto es novedoso, chispeante y emocionante, cuando es la misma cosa que hace 100 o muchos más años. 

No es de extrañarse que en este mundo de crédulos (y de medios que le siguen la cuerda a la agenda de derecha que nos invade últimamente) ya haya gente que crea que, al igual que los ositos polares de cierta multinacional de gaseosas, Francisco es un tipo bonachón al que hay que darle un abrazo por ser  tan querido y tan abierto, cuando en realidad su discurso llama es a volver a las más rancias creencias misóginas, pacatas y homofóbicas de su religión. 

Lo que me parece grave es que mientras los mencionados ositos polares simplemente nos pide pagar 2.000 pesos por una botella de agua azucarada, Francisco está logrando lavarle el cerebro a muchos jóvenes ingenuos haciéndoles creer que su doctrina está cambiando, cuando en realidad tiene el mismo discurso ultraconservador que ha sido la raíz y causa de muchos de nuestros problemas relacionados con la homofobia y la desigualdad de género.

El nuevo equilibrio

Esto lo tiene Francisco bien claro al afirmar que "No podemos seguir insistiendo solo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos. Tenemos que encontrar un nuevo equilibrio, porque de otra manera el edificio moral de la Iglesia corre el peligro de caer como un castillo de naipes".

Solo me queda un último interrogante. ¿Será que para encontrar ese “nuevo equilibrio” es necesario seguir vulnerando derechos, no solo los de los gay, sino también los suyos?

Señora lectora, si su marido llega borracho todos los días, le pega o abusa sexualmente de usted y necesita alejarse de él, lamento informarle que la Iglesia católica no le va a conceder el divorcio; porque esos derechos tampoco caben en el “nuevo equilibrio”.

Por otra parte, él mismo lo ha dicho: "Es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia". Pero me imagino que si como mujer aspira a ser algo más en ese “nuevo equilibrio”, la única alternativa que le queda en esta Iglesia es trapear pasillos en el vaticano porque para sacerdotizas no se abrirán vacantes, aun cuando en el Vaticano ya hay muchas trabajando en ello.