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Pastorcitos mentirosos

Veo cómo se erosiona lo poco que queda de institucionalidad y cómo esa erosión viene de los responsables de conservarla: el Presidente y su combo de reeleccionistas

Antonio Caballero
2 de octubre de 2005

Dicen el ex presidente norteamericano Bill Clinton y la secretaria de Estado Condoleezza Rice que Colombia puede ser "un ejemplo para Irak" porque el gobierno de Álvaro Uribe ha demostrado que es posible derrotar una insurgencia armada y recuperar para el Estado el control de un 30 por ciento del territorio nacional, que estaba perdido desde hacía décadas.

Yo no sé de dónde sacarán esos datos, que ojalá fueran ciertos. Tal vez se los transmiten el ex embajador en Washington Luis Alberto Moreno, que dice lo que cree que conviene, o el vicepresidente Francisco Santos, que cree lo que le dicen. Pero muy desesperados tienen que estar los norteamericanos con su empantanamiento en Irak para que empiecen a tomar por realidades contantes y sonantes las palabras falsas de los funcionarios de un país hundido en sangre hasta las narices. Tienen ojos, y no ven.

Escribe, por ejemplo, el vicepresidente Santos para algo llamado 'Project Syndicate 2005' que traduce el diario El Tiempo lo siguiente:

"El caos y la violencia en Irak han contribuido a abonar la idea de que no se puede derrotar a las insurgencias, por lo que hay que apaciguarlas. La experiencia de Colombia muestra que no es así. Una combinación de fuerza militar, incentivos políticos y crecimiento económico que beneficia a la población en general puede ser el comienzo para someter a una insurgencia".

¿Que no hay que "apaciguar"? Pero esa es la palabra que mejor describe lo que viene haciendo el actual gobierno con los narcoparamilitares. No son, estrictamente hablando, una "insurgencia", puesto que desde su origen y hasta hoy han sido estrechos aliados de las Fuerzas Armadas. Pero el gobierno, en un acto de malabarismo verbal, ha dado en reconocerles esa calidad para poder convertir sus actividades de narcotráfico en "delitos conexos" de sus masacres antisubversivas. Y una vez insurgentizados por arte de birlibirloque, ha procedido a apaciguarlos. Les ha entregado una ley de 'Justicia y Paz' redactada por ellos mismos. Les ha aceptado en prenda de paz un montón de armas inservibles. Les ha perdonado que sigan asesinando y extorsionando; controlando por la amenaza regiones enteras; imponiendo alcaldes y gobernadores y candidatos a las elecciones del Congreso, y también a la reelección presidencial; apoderándose de negocios tan variados como la salud pública y los juegos de azar del 'chance', la prostitución y el robo de gasolina. No les ha exigido nada a cambio. Ni la confesión de sus crímenes atroces, ni la restitución de sus bienes mal habidos. Y cuando los tribunales norteamericanos los han pedido en extradición por narcotráfico, el propio presidente Álvaro Uribe ha suspendido la medida, aunque dejando abierta la posibilidad de 'revisar' su decisión más adelante, para cuando su fingida desmovilización armada esté concluida. ¿La revisará? Tal vez lo crea así el vicepresidente Santos. Tal vez lo haya dicho así el embajador Moreno. Yo no lo creo. No lo cree ni siquiera el comisionado de Paz Luis Carlos Restrepo, que se queja del "malestar" de las autodefensas ante la posibilidad de que sus líderes vayan a ser "recluidos": no han negociado para eso.

Si eso no es "apaciguar", ¿qué es "someter"? El Alto Comisionado teme lo peor cuando habla del clamor de angustia de los campesinos "ante una guerrilla agresiva que espera como un animal de presa que los paramilitares entreguen las armas, para ingresar a sus territorios". Pero el Presidente lo tranquiliza: "Este desmonte de estructuras paramilitares ha llevado a que me pregunten: ¿y quién nos va a defender? La respuesta es una: la institucionalidad".

Personalmente, yo no veo a esa señora por ninguna parte. Por el contrario: veo cómo se erosiona día a día lo poco que queda de institucionalidad en el país, y cómo esa erosión viene precisamente de quienes debieran ser los responsables de conservarla y reforzarla: el Presidente y su combo de reeleccionistas. La llamada "institucionalidad" apenas se mantiene precariamente por los auxilios económicos del Plan Colombia, hoy subsumido en el Plan Patriota, que vienen del presupuesto de los Estados Unidos. Pero cabe dudar de que el Congreso norteamericano apruebe los giros correspondientes cuando se dé cuenta de que, pese a las buenas palabras, los resultados tantas veces anunciados siguen sin verse por ninguna parte.

Al pastorcito mentiroso del cuento dejaron de creerle cuando anunció demasiadas veces que venía el lobo, y no era cierto. A estos pastorcitos mentirosos de ahora tampoco les van a seguir creyendo si insisten en que los lobos ya se han ido, cuando siguen ahí. Y a veces son ellos mismos.

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