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Patrias

No quiero decir que sean unos canallas quienes recurren al patriotismo como argumento. Quiero decir que las grandes palabras, como patria, rara vez encierran nobles contenidos

Antonio Caballero
8 de diciembre de 2003

Otra vez, por todas partes, las patrias están asomando sus cabezotas hirsutas. Las patrias pequeñas: en el extremo oriental de Europa sigue la guerra entre los patriotas chechenos, que el presidente ruso Putin llama "terroristas", y las tropas rusas, que Putin llama "patriotas". (¿Y cómo se llama el partido político creado por Putin

para él? Se llama "Ródina", que quiere decir "patria"). Y en su extremo occidental: la patria catalana y la patria vasca, representadas por sus respectivos partidos nacionalistas, ponen en peligro la unidad de España. O eso asegura, al menos, el presidente Aznar, que responde en la práctica usando el Código Penal contra los proyectos independentistas y en la simbología izando en el corazón de Madrid una bandera española del tamaño de una plaza: Patria no hay sino una, y es España.

Y hay más patrias. La patria todavía inexistente pero soñada del Estado palestino, y, negándola, la patria de Israel. La patria por la que luchan contra Marruecos los independentistas saharauis. La patria corsa, por la que ponen bombas los independentistas de Córcega. La de Irak, claro: por eso crece la resistencia armada contra la ocupación extranjera. ¿O es que alguien cree de verdad que se trata de acciones terroristas exportadas desde otros países árabes por odio a la civilización y a la democracia? No lo cree ni Rumsfeld. Pero entre tanto el presidente Bush, que considera que la única patria legítima son los Estados Unidos, pretende endurecer aún más la 'Ley Patriótica' (Patriotic Art) que hizo pasar en el Congreso al amparo de la historia por los atentados del 11 de septiembre y que, en nombre de la defensa de la patria, recorta las libertades en los Estados Unidos.

¿Y han oído ustedes a nuestro presidente Alvaro Uribe? Nunca dice "Colombia", o "el país", como los colombianos comunes y corrientes: sólo dice "la Patria", o "esta Patria" (bien pronunciada y audible la mayúscula).

Y esa gente que lleva la bandera colombiana -el tricolor patrio- en una pulsera en la muñeca, como los ejecutivos; o en un brazalete, como los miembros de las autodefensas o los de las Farc.

''El patriotismo -sentenció el ensayista inglés lord Acton- es el último refugio de los canallas".

Con lo cual no estoy queriendo decir que necesariamente sean unos canallas quienes recurren al patriotismo como argumento, ni todos los que utilizan una retórica patriotera, o, para darle un calificativo más respetable, patriótica. "Dulce et decorum est pro patria mori", decían los romanos, que del "morir por la patria" pasaban sin solución de continuidad moral al "matar por la patria". No sostengo que sean unos canallas Bush o Putin, o Uribe, o Aznar, o los nacionalistas vascos o chechenos, por el mero hecho de usar y de abusar de la palabra "patria" (como otros, o ellos mismos, abusan de la palabra "fe", o de la palabra "libertad", o de la palabra "democracia"). Quiero decir simplemente que las grandes palabras no siempre (o rara vez) encierran nobles contenidos. Pero en cambio son las más fáciles, y las más eficaces, porque apelan a los más bajos instintos. Son las más peligrosas.

Recuerdo unos versos enfáticos del político conservador decimonónico caucano Julio Arboleda:

"¡Patria! ¡por ti sacrificarse deben

fortuna y fama y gloria! ¡Y dicha! ¡Y padre!

¡Hasta los hijos! ¡La mujer! ¡La madre!

¡Y cuanto Dios en su bondad nos dé!

(.)

''.hasta su honor el hombre sacrifica

por la Patria. Y la Patria ¡por la fe!".

Yo le tengo una gran desconfianza a la gente que habla así. Y la poca calidad de estos versos decimonónicos, caucanos, conservadores, políticos, enfáticos, confirma mis sospechas: esa gente no es de fiar.

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