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Paz, reelección y perdedores a la vista

El panorama político apunta no solo a una cómoda reelección del presidente Santos sino también a una estruendosa derrota tanto de la izquierda como del uribismo.

Semana
11 de octubre de 2012

Las democracias son dinámicas por excelencia y pueden gestar liderazgos súbitos que desafíen los ya establecidos. Pero al paso que vamos, y ad portas del inicio de las negociaciones de paz en Oslo, el panorama político apunta no solo a una cómoda reelección del presidente Santos. También a una estruendosa derrota tanto de la izquierda como del uribismo. O lo que es lo mismo, que la izquierda moderada termine apoyando la reelección del presidente y el grueso del uribismo succionado por la fuerza de las circunstancias. Claro, en el entendido de que Santos superó su cáncer de próstata.

Con unos partidos y parlamentarios que quieren “vivir en el presupuesto para no vivir en el error” la figura de la reelección en Colombia fue instaurada para que el gobierno de turno se reeligiera. Pero además de eso, y de los innegables éxitos del mandatario, un segundo periodo suyo lo facilitan los protuberantes yerros de la oposición. Al ritmo que va, alcanzar el 22 por ciento de Gaviria o el 12 de Serpa en el 2006 le será una tarea cuesta arriba.

Para empezar, la apuesta del todo o nada del expresidente Uribe depende del fracaso del actual mandatario, un escenario cada vez más improbable. Y su fórmula de exprimir políticamente el tema de la seguridad parece haber llegado al límite.

La Colombia 2012 es muy distinta a la de finales de los años 90, y el contexto económico de lejos mucho más benévolo. Las condiciones del país, aunadas a las precauciones por evitar errores del pasado, hacen suponer que incluso en un eventual fracaso de las negociaciones el Gobierno no tendría dificultad en producir un golpe de timón sin sufrir mayores daños.

Así, con una plataforma programática limitada, sumada al clima positivo que se ha logrado crear en torno a la paz, el oposicionismo uribista se enfrenta a unas condiciones cada vez más adversas o una perspectiva de paulatina agonía. No habría que excluir la posibilidad de que el expresidente Uribe acabe regresando al redil gobiernista, aunque ya sin el aura de segundo libertador.

Pero si el panorama para la oposición de derecha es opaco para la izquierda es lúgubre. Hoy el único que hace una política de izquierda con proyección nacional es Gustavo Petro, quien sin embargo con una labor pendiente tendrá que esperar. Lo de Angelino Garzón es en suma complicado y si se recuperara por completo sus vaivenes ideológicos le terminarán restando credibilidad en la izquierda y la derecha. Antonio Navarro, el otro referente de la izquierda, si bien es mediático y tiene gran experiencia se muestra más cómodo como animador que perfilándose como un candidato presidencial con opciones.

Aunque la capacidad de movilización de la base rural del movimiento Marcha Patriótica exhibe un potencial para la izquierda, aún es una iniciativa marginal, desconectada de los centros urbanos y sin una idea clara del país. La izquierda además sigue padeciendo su endémico fraccionamiento, el protagonismo de sus dirigentes que se destrozan a sí mismos y su incapacidad para articular propuestas como para que tenga algún futuro en lo inmediato.

Con una oposición desorientada, el presidente Santos cabalga en solitario hacia su reelección sin despeinarse y hacia lo que pudiera llamarse una ‘mayoría aplastante’. Ni siquiera el desencadenamiento de una nueva crisis económica internacional amenazaría sus posibilidades, pues sus consecuencias tardarían en ser sufridas internamente. Por ahora se da algunos lujos, incorpora a su nómina algunos dirigentes de izquierda y se propone emprender movilizaciones sociales, más que para legitimar el proceso de paz para hacerles atractivo a las FARC su regreso a la vida civil. Ojalá que esa ‘mayoría aplastante’ hacia la que nos conducimos sea usada para acelerar las reformas y no para caer en el letargo.

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