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¿Peñalosa al agua?

Un hombre con fama de transformar a Bogotá, que en un país de promesas es el único que tiene resultados, barajaría el tema presidencial

Semana
28 de mayo de 2001

A un año de las elecciones presidenciales los candidatos parecen haberse quedado congelados en el país de hace tres años. Con tan poca sustancia que el verdadero debate político se está haciendo alrededor de las encuestas: que si va ganando Serpa, que si Uribe le mordió a Noemí, que si Noemí ha bajado... Pero hasta ahora debate político no ha habido. Y de pronto no va a haber. Todos le hemos ponderado a Serpa la forma como, arriesgándose políticamente pero actuando con patriotismo, ha estado al lado del gobierno en temas impopulares pero vitales. Aquí, indudablemente, hay un Serpa mucho más maduro, pero si uno tuviera que describir al Serpa que quiere ser el próximo Presidente de Colombia no podría salirse ni una letra de como ya se describía al de hace tres años: Serpa es y seguirá siendo lo social, pero cada vez dice menos el contenido de esa palabra. Todo indica que Serpa empacó sus propuestas para el país de hace tres años y se las trajo al futuro para manejar el actual. El caso de Noemí es quizás más dramático. Se quedó en el país del ‘serpo-samperismo’, término que, al igual que hace tres años, no ha dejado de ser su bandera política. Pero los colombianos no nos queremos devolver allá. No queremos mirar hacia el pasado sino hacia el futuro, y por eso la renovación que plantea Noemí está corriendo el riesgo de comenzar a oler a moho, por culpa de su insistencia de colocar la política en manos de los fantasmas de un tema enterrado. Aunque Alvaro Uribe, a diferencia de los dos anteriores, no es un candidato repitente, el hecho de que su programa presidencial se haya reducido injustamente al tema de la guerra lo metió en una camisa de fuerza que ha empequeñecido su propuesta política. Y digo injustamente, porque el país se equivoca de cabo a rabo en pensar que la única propuesta de Alvaro Uribe es la guerra, y que en su programa no hay espacio para la paz ni para otros temas de urgencia nacional. Pero no veo fácil que a estas horas le quede el tiempo que necesita para corregir, ampliándolo, su perfil político. La aparición en el escenario político de ‘los Garzones’ ha recibido muchas voces de aliento, aun de quienes jamás votarían por alguno de ellos, porque sin duda es un aporte grande para la democracia, y porque ambos merecen un lugar dentro del juego político. Pero ellos también poseen sus problemitas: tienen escasamente un año para dejar de ser los candidatos del sindicalismo y convertirse en los candidatos de la izquierda colombiana. Entre una cosa y la otra hay un gran trecho y no hay indicios en el ambiente de que se esté preparando una plataforma política novedosa para sacar a los Garzones del pasado y meterlos en el futuro. Por eso, por existir la sensación de que aquí no hay nada nuevo, es por lo que me ha quedado sonando la posibilidad de que la peor pesadilla de cualquiera de los anteriores candidatos se produzca, y ya López, en su libro, se refirió directamente a ella: la de que a última hora aparezca un ‘palo’, Enrique Peñalosa, con un discurso realmente novedoso que le permita de verdad al país la esperanza de un cambio. Hace un par de meses quedé sorprendida con una excelente entrevista que Cecilia Orozco le hizo en la revista Credencial. Primero porque se destapa como un candidato de izquierda, con unas tesis muy de fondo que ya no se limitan a la ciudad sino que se amplían al país: “Quiero crear una sociedad no solamente más productiva, competitiva, eficiente y rica, sino también más igualitaria, no necesariamente a nivel de ingresos pero sí en las posibilidades y en la calidad de vida. El rico y el pobre deben encontrarse como iguales en los andenes, en los parques, en las bibliotecas, en las ciclovías”. Desde luego la entrevista de Peñalosa es mucho más extensa y mucho más explosiva. Pero lo que intento señalar es que un hombre con fama de haber transformado a Bogotá, que en un país de promesas es quizás el único que tiene resultados y que maneja un discurso joven, nuevo, provocador, podría barajar el tema de las candidaturas presidenciales y alterar el rumbo de los acontecimientos. Y tengo entendido que su decisión no es problema de ganas, sino de oportunidad. Mientras, está en la Universidad de Nueva York estudiando... el tema de la solución de conflictos. Y como la fama la tiene fresca y sus contrincantes están empeñados en quedarse en el pasado, yo, de Enrique Peñalosa, le echaría una pensadita. n ENTRETANTO... ¿Nos queda alguna duda, después de la confesión de Fernardinho, de que las Farc son trafiquiñas?