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¿Peñalosa, o Samuel?

Peñalosa no tiene para nada su triunfo asegurado. Debe recuperar la humildad que le sobraba la primera vez que quiso ser alcalde

Semana
11 de agosto de 2007

No quiero caer en el acto de vanidad de creer que a alguno de mis eventuales lectores le interese saber por quién voy a votar para alcalde de Bogotá.

Pero se lo voy a contar: es indispensable para poder explicar por qué, y quién sabe, quizá convencer de paso a algunos indecisos con las razones que expongo a continuación.

Voy a votar por Enrique Peñalosa.

Y lo voy a hacer por dos razones. La primera, porque tiene carácter, que es un requisito fundamental en un gobernante. Carácter para imponer posiciones impopulares, carácter para arriesgarse, carácter para escoger el interés público sobre el particular, carácter para enfrentar politiqueros y corruptos. Carácter para construir la ciudad que él ha soñado.

Tanto carácter tendrá, que a pesar de que estuvo a punto de que le revocaran el mandato -durante su primer año como alcalde casi lo sacan de patitas pa' la calle del Palacio Liévano a punta de firmas-, no sólo no frenó sus proyectos, sino que pisó el acelerador. Resolvió jugarse su pellejo, antes que echar para atrás.

Y logró lo que es la segunda razón que me lleva a votar por él: demostró la calidad de alcalde que podía ser.

Bogotá se divide en dos: antes de Peñalosa y después de Peñalosa. No podemos decir lo mismo de Lucho Garzón, que por más énfasis que le puso a lo social, fue incapaz de transformar la ciudad en sus tres grandes problemas: movilidad, contaminación y vivienda. Que, por cierto, también son problemas sociales, que no sólo se circunscriben a los comedores comunitarios.

Peñalosa es hoy una autoridad mundial en desarrollo urbano. Me dicen que han visitado a Bogotá delegaciones de 90 ciudades del mundo para estudiar el sistema de TransMilenio. Sistema que, dicho sea de paso, hoy tiene de mal genio a los bogotanos, pero no porque no quieran el TransMilenio, sino porque quieren más TransMilenio. Fue tal su éxito, que el sistema se quedó chiquito. La gente lo siente lento y estrecho. Urgentemente hay que construir las tres troncales que faltan -la de la séptima, la de la décima y la de la 26- y ordenar las rutas alimentadoras, lo que requiere 500 millones de dólares, y no los 4.000 que requeriría seguir pensando en un metro para Bogotá. Eso no significa que haya que descartar el metro para interconectar la ciudad con sus polos de desarrollo más cercanos o para integrar los barrios de occidente.

En fin. El que es un experto en el tema es Peñalosa, y no yo. Lleva más de dos años recorriendo el mundo para explicar su modelo de transporte urbano.

Pero así como es de visionario y de excelente ejecutor, es de mal político. Y por ahí es por donde Samuel Moreno se le está metiendo.

Al contrario de Peñalosa, Sammy, como mi amistad con él me permite llamarlo familiarmente, es adorado. Cálido. Cercano. De lavar y planchar. Sabe que la política es el arte de sumar y no de deambular por la ciudad como un llanero solitario. Sabe con quién tomarse la foto que es, mientras Peñalosa anda por los barrios del sur investigando el funcionamiento del acueducto. Y ese contraste sí que mata a Peñalosa, que es arrogante, despectivo, prepotente, quizá de manera ingenua porque a lo mejor no se da ni cuenta de que lo es, ante la seguridad que tiene de que se ha ganado el derecho de ser reelegido: eso lo lleva a hablar con un tonito mamón que le cae gordo a la gente, incluso a la que está de acuerdo en que debe repetir alcaldía.

Así de sencillo es: voy a votar por Peñalosa y espero que lo haga la mayoría de bogotanos porque ya hizo el curso de alcalde y terminó con las mejores notas, mientras que, en el mejor de los casos, Samuel Moreno es un gran interrogante.

Pero Peñalosa no tiene para nada el triunfo asegurado. Debe recuperar la humildad que le sobraba la primera vez que quiso ser alcalde y andaba por las calles repartiendo volantes, alzando niños, dialogando con los usuarios de los buses. Es decir: tiene que ganarse el corazón de los bogotanos, porque ya se ganó su mente: hasta los que menos lo quieren personalmente tienen en su top of mind lo que Peñalosa significó para el progreso de esta ciudad.

¿Si ya tenemos el billete ganador, para qué seguir apostando a la lotería?

¿No es mejor bueno conocido que quién sabe qué por conocer?

Que me perdone Samuel. Pero es más lógico poner la ciudad en manos de quien ya demostró que sabe manejarla, por antipático que sea personalmente, que en las manos de quien todavía no sabe hacerlo, y quién sabe si va a aprender, por adorado que este sea.

ENTRETANTO…Hit de la revista Don Juan con las repugnantes fotos de cacería del extraño personaje que es el gobernador de Cundinamarca. ¿Cómo será el tamaño de la sala de su casa, que le caben una jirafa y un elefante disecados, y todavía queda espacio.

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