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Peto, mentiras y video

Sin duda, en la primera versión ministerial y presidencial sobre el rescate hubo buena fe, ninguna intención de ocultamiento.

Semana
9 de agosto de 2008

El reciente rescate de los 15 secuestrados que estaban en manos de las Farc es una de esas victorias militares que encienden el orgullo nacional de cualquier país, y quedará grabada en la memoria de los colombianos por generaciones. Ha unificado a la Nación alrededor de su Ejército y ha sido motivo de celebración colectiva. De hecho, esa victoria inspiró la multitudinaria movilización popular del pasado 20 de julio, que fue una verdadera fiesta nacional.

Pero la celebración no debe obnubilar el juicio. El excelente trabajo periodístico del noticiero RCN Televisión y de su directora, Clara Elvira Ospina, ha permitido que el país conozca no sólo los enormes méritos, sino también algunos los lunares de esa operación y ciertas falencias de la inteligencia militar. Esto para nada demerita la operación y podría hasta parecer marginal frente a la importancia de su resultado, pero sería necio pasar por alto algunos errores y, para bien de la propia inteligencia estatal, es útil reconocerlos para corregirlos.

En primer lugar, el caos documental. El video de RCN puso en evidencia la falta de control en el registro fílmico de las operaciones de inteligencia. Sin autorización ni prohibición para hacerlo, de manera espontánea y hasta lúdica, varios integrantes del grupo operativo realizaron sus propias grabaciones. Este tipo de ambigüedades abre de entrada el riesgo de eventuales filtraciones de información que pueden ser indeseables. Una sola grabación oficial y autorizada, bajo el control y la responsabilidad de una persona, sería lo deseable.

En segundo lugar, la filtración no autorizada. Es obvio que la prensa está en su derecho y es su deber dar a conocer al público la mayor cantidad y la mejor calidad de información posible, siempre que esto no ponga en riesgo la seguridad colectiva. Por su parte, el deber de las autoridades es informar de manera suficiente y transparente a la opinión, y mantener en reserva aquella información que por razones de seguridad nacional no debe ser divulgada. Pero las fugas no autorizadas de información, tanto en la rama judicial como en la ejecutiva, son muy frecuentes en Colombia, no hay controles adecuados y la legislación no es suficientemente fuerte para castigarlas. Las filtraciones se perciben casi como catástrofes naturales inevitables. Abunda la impunidad, la corrupción y el descontrol.

A este control no ayuda el hecho de que en ocasiones sean las mismas autoridades las que realicen esas filtraciones de información que se debería mantener en reserva, como ha sido el caso de la reciente revelación pública de los detalles de exitosos casos de infiltración de agentes estatales dentro de las filas de la guerrilla. Después de esto, las autoridades quedan en difícil situación para criticar a la prensa por auspiciar las filtraciones de información reservada.

En tercer lugar, las versiones inexactas. El video demostró que la versión oficial sobre la utilización indebida de un peto de la Cruz Roja no correspondía a la realidad de los hechos. La información que a los altos mandos militares, al Ministro de Defensa y al Presidente suministraron los mandos medios involucrados en el abuso era mentirosa. Sin duda, en la primera versión ministerial y presidencial hubo buena fe, ninguna intención de ocultamiento. No sólo por el talante y el estilo de Uribe y de Santos, sino además porque, dado que la falta no era grave, ya que no configuraba el delito de perfidia, cualquiera de las dos versiones tendría más o menos las mismas consecuencias, como lo demuestra el hecho de que la Cruz Roja prácticamente no haya cambiado su posición al conocer la nueva y real versión de los hechos: pasó de "tomar nota" de la primera versión a "deplorar" la segunda. En cambio, el riesgo político del ocultamiento deliberado era mucho mayor. La decisión de castigar a los responsables de la mentira no deja duda de la transparencia gubernamental.

A los héroes de la operación 'Jaque' toda nuestra admiración y reconocimiento. Pero los héroes no son infalibles. A ellos se les reconocen sus méritos, se les perdonan sus errores, pero no se puede ser indulgente con sus mentiras.

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