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PLATA Y POLITICA

El poder político se usa para obtener la plata con la cual conserva el poder político que permite absolver las maneras de obtener esa plata.

Antonio Caballero
23 de noviembre de 1992

CITO UNA FRASE DEL CONGRESISTA Jaime Arias Ramírez, publicada hace dos semanas en esta misma revista: "Allá (en el Congreso) ya casi nadie es liberal o conservador. Las lealtades reales de los parlamentarios son más con Augusto López y con Carlos Ardila Lulle; y, en menor Srado, con el cartel de Medellín y el de Cali".
Augusto López, como se sabe de sobra, es el Grupo Santo Domingo: plata. Ardila es Ardila: "la Organización", como la llaman sus íntimos: plata. Cali es Cali, y lo demás es Medellín: plata. Plata limpia o plata sucia, da exactamente igual: si los congresistas, como dice uno de ellos, tienen lealtades para con esa plata, no es por amor a los métodos criminales de los narcos o a los límpidos y legales de los grandes industriales y financieros; sino porque ahí hay plata. La que ellos necesitan para financiar "comprar" sería una fea palabra sus elecciones.
Ni siquiera me atrevo a sospechar que la quieran para nada distinto. Para mandarse a hacer jardines, como el recién destituido presidente del Brasil Collor de Mello, por ejemplo. No. Supongo que los políticos colombianos sólo tienen lealtades para con la plata porque ella les permite cumplir el noble objetivo de seguir haciendo política en Colombia. Pregunta uno, por ejemplo, en Boyacá, ingenuamente: "¿Y por qué Jorge Perico, que lleva tantos años en París, sigue teniendo tanto poder político en todo Boyacá?". Y le contestan: "Es que tiene mucha plata". Y uno pregunta: "¿Y por qué tiene tanta plata?". Y le contestan: "Es que tiene mucho poder político en todo Boyacá". Y supongo a veces sé que lo mismo pasa en Nariño, en La Guajira, en Antioquia, en Bolívar, en el Valle, en todas partes. En Bogotá: "¿Por qué Forero Fetecua?" en fin, etcétera. Y Name, claro.
No se trata de una exclusividad colombiana, ni mucho menos. Mire uno donde mire en el Brasil de Collor, en la Indonesia del general Suharto, en la Italia de la Democracia Cristiana, en la España de Felipe González, en la Costa de Marfil de Houphouet-Boigny, en la India de la familia Ghandi, en la Francia del Partido Socialista, de Françoise Mitterrand, en el Japón del Partido Liberal del patriarcal Shing Kanemaru...mire uno donde mire, la cosa es igual: el poder político se usa para obtener la plata con la cual conservar el poder político que permite absolver las maneras de obtener esa plata. Lo estamos viendo ahora en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos: se llama "independiente" al único candidato que tiene de su bolsillo la plata suficiente para financiarse su propia campaña, que es Ross Perot. El único que para usar los términos del parlamentario colombiano Jaime Arias no tiene "lealtad real" para con ningún partido, ni grupo, ni organización, ni cartel, sino solamente para consigo mismo. Y lo veremos: sacará alguna tajada. Con la cual hará política.
Y tampoco se trata, claro está, de una cosa propia de esta época. (Escribiendo sobre alguno de sus antepasados dice Jorge Luis Borges que "le tocó vivir como a todo el mundo tiempos infames").
Filipo de Macedonia ya sabía, hace dos milenios y medio, que la plata es "el nervio de la política", y ya en aquel entonces su política consistía en confiscar plata para hacer política. ¿Qué hacen nuestras guerrillas? Extorsionan para tener con qué extorsionar: la extorsión es a la vez el medio y el fin de su política. Y así ha sido siempre, y en todas partes.
Todo esto es cierto, y es históricamente comprobable. Y sin embargo no es del todo verdad. Siempre ha existido en la política como en la plata un gasto "a fondo perdido". Es el único que ha valido la pena: es el que ha generado la civilización. Alejandro, el hijo de ese Filipo que sólo hacía política para tener más plata con la cual seguir haciendo más política, lo despilfarró todo en la locura generosa de pretender fundir las civilizaciones de Oriente y Occidente en una sola. Lo hizo para su propia gloria: pero esa es su gloria. Y no le resultó: pero también esa es su gloria. Algo parecido hizo César con su revolución romana, que sólo le sirvió a Augusto. Y Napoleón' cuando impuso en toda Europa la revolución francesa. Y aquí, Simón Bolivar.
No sé si es demasiado pedirles un esfuerzo parecido a los congresistas colombianos que describe el doctor Arias Ramírez. Pero bueno: si lo que quieren es sólo plata, para eso tienen su política.


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