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Marchas, ¿a otro paso?

Los colombianos debemos encauzar la indignación para que no se quede en una manifestación de calle, sino en espacios de debate y acciones concretas de reconciliación.

Poly Martínez, Poly Martínez
29 de octubre de 2016

Sin querer ser aguamarchas, tal vez sea hora de repensar el futuro de las manifestaciones a favor de un #AcuerdoYa. Lo digo con el fin de mantener viva y, ante todo, efectiva la presión ciudadana para una negociación realista, ágil y buena para los colombianos.

Me lo pregunto porque al paso que avanzan los temas de la agenda nacional, la esperada paz completa parece que se va a demorar un poco más en llegar. Mientras tanto, otros intereses tratarán de ganarse el espacio y sumar gente, que siempre la hay para protestar por algo o por todo, más que a favor de algo o por el bien de todos. El riesgo, desgastar este poderoso espacio de encuentro ciudadano que tenemos hoy.

Claro, la paz no es el único motivo. Se valen las marchas para casi todo, como lo sabe el vicepresidente Vargas Lleras. De ahí su amenaza de hacer la del “Sí, pero no” para presionar al Congreso y al Gobierno para que quiten el impuesto a la VIS. Ojalá hubiera precedido y animado marchas para protestar por la mala planeación y fallas estructurales de las casas VIS del proyecto Bicentenario, en Cartagena, o las que están listas a la entrada de Riohacha, pero invivibles pues las hicieron en un lote que se inunda. Marcó un ritmo rápido para la construcción en estos años, dejando a su paso algunas chambonadas y muchas fotos para mover en redes y prensa en tiempos electorales.

Pero me estoy desviando del camino, que es precisamente lo que puede suceder con tantas marchas: la gente deja de saber bien a cuál de todas apuntarse, qué se logra realmente con cada una. Podemos quedar ahí estancados, atrapados en la marchitis aguditis, sin saber qué hacer para lograr cambios reales y atender la enfermedad en vez de ponerle pañitos a la fiebre y salir a enarbolar las sábanas.

Hay que evitar un mal paso. Si todos los días aparece una marcha nueva, nos tocará armarle agenda a la Plaza de Bolívar de cada municipio: miércoles, la de los estudiantes y el Acuerdo (fundamental en momentos clave, que hay que saber identificar); jueves, la de los que protestan contra la reforma tributaria o políticas económicas; martes, para manifestaciones artísticas (a ver si dejan de cobrarle a Doris Salcedo su capacidad de conmovernos por 24 horas, su gesto, su idea original); lunes para visitas oficiales a los campamentos para la paz; viernes, libre; fines de semana, público en general.

Tal vez el clima no ha ayudado, pero se sienten menos las manifestaciones luego del 20 y 21 de octubre, aunque no han dejado de suceder. Esta semana hubo varias, entre ellas la “Marcha de las canoas” por las riberas del Magdalena, llenas de banderas y globos blancos. Y finalmente llegaron a Bogotá los caminantes de Cali, donde también se instaló un campamento por la paz.

¿Cómo mantener la llama viva para salir a marchar masivamente cuanto sea necesario? He buscado un manual, teorías sólidas, pero no he encontrado fórmulas más allá de que la chispa es la indignación y, el aglutinante, una causa común de amplio beneficio para la sociedad.

Pero si la indignación es muy alta y no se le da un cause positivo en acciones concretas participativas y con resultados evidentes, se corre el riesgo de que la marcha pacífica se vuelva violenta. Es lo que pasa con las del Black Lives Matter, en Estados Unidos, que ya bordean el desmadre.

También, si los acuerdos se quedan rezagados frente a las expectativas ciudadanas y llega otro asunto, el fin del semestre académico, el tutaina o algún revés menor, la movilización puede diluirse. Los colombianos somos de iniciativas épicas, llenas de emoción, pero de corta resistencia y persistencia en su realización.

No es muy claro cuánto tiempo tomará renegociar los acuerdos. Y es difícil pronosticar si las marchas ciudadanas están condenadas a volverse paisaje muy pronto. Estamos a casi un mes de la histórica marcha del 5 de octubre, en la cual –junto con la del 20- los colombianos nos pronunciamos a favor de la paz, el reconocimiento y respeto a la diferencia; pedimos inclusión, apertura a otras formas de andar por este país. A pesar de la polarización, en este mes logramos un primer acuerdo como sociedad. Y ese paso contundente y masivo no tiene vuelta atrás.

Ahora hay que ponerlo por oficio. Una idea, mientras pasamos el bache, es que en cada municipio se abran espacios de debate y acciones concretas de reconciliación, con sabor y relevancia local, a favor del bien-estar de todos sus habitantes. Hay muchos acuerdos por hacer en todo el país, tal vez más urgentes y necesarios para que, cuando llegue la paz, no nos encuentre peleando.

* En Twitter: @Polymarti

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