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SITP, un sistema desintegrado

El esquema de transporte es un “sin freno” que está acabando con Bogotá.

Poly Martínez, Poly Martínez
14 de enero de 2017

¿Por qué en Bogotá los buses se viven quedando sin frenos?  Desde que tengo memoria pareciera ser lo único que les pasa: un bus se estampilla contra una pared, contra unos niños, contra una señora que andaba desprevenida, contra un carro y sus pasajeros,  contra un andén y vuelta de campana, contra una familia humilde, contra el fondo de un caño. 

A quién le importa los semáforos, los reductores de velocidad en plano o en empinado, el sentido común de no andar despepitado por una ciudad caótica, sin cultura vial ni ley efectiva aplicada por la Policía de Tránsito. Poco aportan la indignación flor de un día, las fotos de los muertos en vida, el registro de las cámaras de seguridad o el morbo mediático. Al final, la ruta es la misma: “perdí el control”, “se le fueron los frenos”, revisiones técnicas insuficientes, promesa de investigaciones exhaustivas  y  responsabilidades que nadie asume.

A la Secretaria de Movilidad, requete enterada de la profunda crisis del SITP, se le iba haciendo muy tarde para citar a las autoridades de tránsito, a la gerencia de Transmilenio y a los operadores del sistema a  la mesa de trabajo convocada de afán el viernes para este lunes 16 de enero.

Para ser más exacta, dos muertos muy tarde, víctimas que inauguraron el fatídico conteo que anualmente rueda de la mano del SITP Zonal, el de los buses azules. En 2016 hubo 4.602 accidentes en los que estuvieron involucrados buses del SITP,  dejando un saldo de 29 muertos y 1.613 heridos.  Pero si echamos un poco de reversa, entre enero de 2012 y abril del año pasado, el conteo iba en 11.144 accidentes, con 100 muertos a cuestas y 3.831 lesionados.   

Además de replantear el nombre de la campaña institucional para reducir la accidentalidad vial, denominada  “Visión Cero” (política exitosa en Europa, pero con título que suena irónico en Bogotá), la Secretaria de Movilidad tiene la urgente tarea de meter en cintura a las empresas operadoras y a sus conductores, en especial cuando hoy un mayor porcentaje de accidentes obedece a falla humana y no a causas mecánicas, a pesar de las pobres revisiones que reciben los vehículos.  

Ya sin guerra del centavo, pero con buena parte de la flota azul apenas remozada, con un rezago de mantenimiento de 10 años, con muchos de los conductores sin las competencias necesarias o en permanentes procesos de “recapacitación” para que entiendan que llevan gente a bordo y no pueden chatear o leer periódico mientras conducen, pero sí respetar las señales de tránsito; a lo que se suman un cúmulo de accidentes y deudas (el subsidio de Bogotá a los pasajes del SITP es otro desangre distrital),  todos nos preguntamos cuándo será que le ponen el  tatequieto a esta rueda suelta. 

Análisis económicos, informes académicos en los que han participado expertos en el tema, incluido el propio Secretario de Movilidad;  recomendaciones a partir de índices de quejas de los usuarios y una batería completa de evidencia sobre un sistema que nació mal y solo ha empeorado de administración en administración distrital, hay de sobra. Como de costumbre, vivimos sobrediagnosticados y con programas subejecutados que garantizan la misma solución: ningún cambio.

Lo que faltan son opciones realistas y determinación administrativa y política. Ojalá el debate del próximo 27 de enero en el Concejo, escenario donde políticos de todas las tendencias han cuestionado varias veces el sistema (¿pero han sincerado intereses?), no sea utilizado simplemente para ganar vitrina política.

A todas estas, la Secretaria de Movilidad trata de avanzar en la implementación de un programa que incluye la ampliación de cubrimiento del SITP, la definición del cambio en la administración del sistema, así como la modernización de la semaforización y el fortalecimiento de la movilización en bicicleta, otro de esos sueños que lucen en el papel y en el discurso oficial, pero que en la viuda real transitan un infierno.

Todo eso promete la actual administración, bajo el sano principio de que se debe avanzar “paso a paso” para evitar más errores. Pero la realidad es terca y a ese ritmo no va a ser viable. Eso estaría bien si la crisis de movilidad con los servicios de transporte complementario hasta ahora se estuviera sintiendo, si el esquema perverso con los operadores de siempre y las mañas de antaño, apenas se estuviera evidenciando.

Pero entre idas y venidas, el permanente estado de crisis va a cumplir 10 años y la desintegración paulatina de todo el sistema se ha enquistado para convertirse en la forma de operar.

@Polymarti

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