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¡Póngale segundo piso!

Es lamentable que la Policía de Tránsito siga ‘partiendo’ a choferes por llevar gente de pie.

Semana
26 de febrero de 2010

Sin que se trate de un falso desprendimiento de la comodidad, o de tacañería, no dejaré de repetir siempre que perderé mucho el día en que ya no pueda hacer uso del transporte público. No hay nada mejor para entender el comportamiento de las personas, sentirse vivo o medir el nivel de pobreza de una ciudad, entre otras cosas, que subirse a un bus de servicio público; al muchilero, por supuesto, allí en donde todavía se vive el conflicto de la guerra del centavo.

En mi última aventura —porque no deja de ser toda una aventura, aun cuando sea cotidiana—, dos actitudes en particular llamaron mi atención. Por reprochables. Dos actitudes que, en mi opinión, bien podrían ser superadas.

Hay quienes no vivimos en las rutas del Transmilenio, o tomamos taxi o tomamos el muchilero. Esta mañana, como de costumbre, el ‘muchi’ se llenó. Esto sucede porque la ruta solo cuenta con una empresa, y la empresa, a su vez, parece que no tiene suficientes colectivos —como les llamo yo—. Los usuarios de esta ruta saben muy bien estos dos detalles, pero aun así les molesta que el conductor recoja al mayor número de pasajeros. Por supuesto, el conductor no lo hace por buena persona, sino por dinero; pero el usuario, aquel que ha estado más de veinte minutos esperando, recibe la parada como un gran favor. El agradecimiento de este favor, sin embargo, parece desvanecerse una vez el pasajero se ha subido al colectivo (bus, buseta, muchi o pulgas, como algunos le dicen al más barato), puesto que dada la incomodidad y la persistencia del conductor en recoger más personas, empiezan las barras bravas:

— ¿Le va’char más?, ¿Qué no ve que ya’sta lleno? ¡Póngale segundo piso!

Es genial, lamentable, pero genial. Incluso, los pasajeros interactúan furibundos, preguntado cosas muy personales y hasta dando consejos:

—Pero ¿cuánto calza?, ¿A dónde quiere que me corra? ¡Pues bájese y coja taxi mi señora!

Hay de todo, hasta ladrones. Pero es realmente lamentable que los bogotanos seamos tan egoístas y olvidemos que es mejor ir incómodo que estar esperando en una acera. Nos ofusca que el conductor recoja a más personas, pero queremos que nos pare aun cuando vaya lleno. Todo es falta de solidaridad, pues quien está en la calle también necesita llegar a su casa Esa persona, en cualquier momento, puede ser usted. Así, como dijo una señora:

—Colaborémonos, que los de atrás se corran pa’llasito, pa’que podamos seguir los de la puerta…

Y bueno, para rematar el festín, el segundo detalle fue aún más chocante: la actitud de la policía de tránsito cuando paró el colectivo por llevar personas de pie. Todos sabemos que muchas rutas solo cuentan con una empresa y que la empresa no tiene suficientes carros; la policía se comporta como si no lo supiera. Pero lo saben, por supuesto que lo saben, y aun así tienen el descaro de multar al conductor por llevar personas de pie.

El único argumento válido para este tipo de comparendos es que el sobrecupo representa un peligro, pero es un argumento demasiado flojo, pues la tasa de accidentes por esta causa es completamente mínima. Es un hecho, los comparendos a conductores que llevan pasajero de pie, son realmente una injusticia. ¿Por qué no multamos a Transmilenio por su sobrecupo?

Nunca es tarde para cambiar.

 


* Magíster en Filosofía de la Universidad Nacional de Colombia y profesor Catedrático de Humanidades de las universidades del Rosario y Jorge Tadeo Lozano


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