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¿Por qué ganamos menos que los hombres?

Las respuestas que se suelen dar para explicar esta discriminación de género (la maternidad, las leyes que protegen a la mujer o los estereotipos culturales) son insuficientes y tienen vacíos.

Semana
12 de mayo de 2008

La semana del 28 de abril salió una noticia en El Tiempo que comentaba un estudio que encontró que las mujeres ganamos menos que los hombres. En esta misma línea, en noviembre del año pasado había aparecido en El Espectador una entrevista con la profesora de la facultad de economía de la Universidad de Los Andes, Ximena Peña, quien realizó un estudio minucioso sobre las diferencias salariales entre hombres y mujeres. Según este análisis, “la brecha para los estratos más bajos es alrededor del 35 por ciento, lo que quiere decir que en los estratos más pobres si un hombre gana $425.000, una mujer gana $318.750, por las mismas horas trabajadas...en los niveles salariales más altos la diferencia vuelve a subir y alcanza hasta el 30 por ciento.”
 
Las noticias sorprendieron a muchos que creen que en Colombia la desigualdad de género en el ámbito laboral está superada debido a las garantías constitucionales (art. 13 y 43 de la Constitución Política) y a la obligación legal de pagar igual salario a igual trabajo contenida en el Código Sustantivo del Trabajo (art. 143).

¿Cómo pueden existir estas diferencias salariales que claramente van en contra de la Constitución y la ley?

Hay por lo menos cuatro explicaciones que se le dan a esta brecha: la falta de sanciones efectivas a quiénes incumplen la ley; los costos laborales de las mujeres, que las sacan del mercado; los estereotipos frente a niveles de educación, habilidades, aptitudes y racionalidad y, finalmente la maternidad, que hace que quieran trabajar menos horas para poder pasar más tiempo en las tareas de cuidado de los hijos. Todas éstas tienen algunos vacíos o problemas que se deben tomar en cuenta al momento de atacar la inequidad.

Tomemos la primera. Para muchos, el problema está en la falta de sanciones o multas que obliguen a los empleadores a cumplir con la ley. Sin embargo, como lo han demostrado otros casos, entre ellos la ley de acoso laboral, el desempleo y la informalidad debilitan tanto la posición de la trabajadora, que frente al temor de perder su empleo prefiere no adelantar ningún proceso o queja. No olvidemos que en la mayoría de los casos de acoso sexual, por ejemplo, el costo de perder el empleo es mucho más alto que aguantar el acoso y únicamente en casos extremos las mujeres lo denuncian.

Para otros, contratar a mujeres es más costoso debido a la licencia de maternidad. Esta es claramente una excusa para no contratarnos o contratarnos con menos salario. No todas las mujeres quieren tener hijos, están en edad de hacerlo y para las que ya los tienen, no siempre están pensando en tener más. Adicionalmente, esta interpretación asume que todas las mujeres están empleadas con todas las garantías laborales. Esto es falso, según datos del 2005 el 58 por ciento del empleo en Colombia es informal y el 60 por ciento de quienes desempeñan este tipo de trabajo son mujeres.

Otra interpretación, que se podría combinar con la anterior, es que existen estereotipos que hacen más atractivo contratar a un hombre. Las mujeres tenemos menores niveles de educación, somos histéricas, irracionales, furiosas y nunca podemos tomar una decisión con la cabeza fría. Todos estos estereotipos son más comunes de lo que quisiéramos creer y desestiman que la brecha educacional entre hombres y mujeres se está cerrando (el estudio de la profesora Peña lo establece claramente) y que existen tanto hombres como mujeres irracionales o que toman decisiones pasionales.

Finalmente, hay quienes opinan que las mujeres decidimos trabajar en horarios más flexibles y peor remunerados porque queremos pasar más tiempo en el hogar cuidando de nuestra familia. En mi opinión, son las obligaciones del trabajo reproductivo las que impiden que las mujeres accedan a trabajos mejor pagados y con todas las garantías laborales necesarias, no es asunto de preferencia individual.

En conclusión, pensar el problema de la remuneración en términos de igualdad entre hombres y mujeres, aunque es importante y muestra las limitaciones de la ley, hace que perdamos de vista otros temas que tienen que ver con el pago justo al trabajo. Por una parte, oculta que aún en condiciones de igualdad formal, las mujeres tenemos menos capacidad de negociación frente a nuestros empleadores debido a: la responsabilidad del trabajo reproductivo y a la dependencia económica del esposo sin cuyo ingreso no podrían subsistir muchos hogares.

Además, la posición los trabajadores más pobres, hombres y mujeres, ha venido debilitándose por la flexibilización del empleo, y que la configuración de un salario justo sigue siendo una necesidad apremiante de muchos en Colombia.



* Helena Alviar García es Profesora de la Universidad de Los Andes, Directora de la Maestría y del Doctorado en Derecho de la misma institución y miembro fundador de Dejusticia.

Dejusticia (antes DJS) es un centro de pensamiento creado en 2003 por un grupo de profesores universitarios, con el fin de contribuir a debates sobre el derecho, las instituciones y las políticas públicas, con base en estudios rigurosos que promuevan la formación de una ciudadanía sin exclusiones y la vigencia de la democracia, el Estado social de derecho y los derechos humanos.


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