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¿Por qué importa una insignia?

Las normas del DIH no están allí para que cada cual, según le convenga, decida que situación amerita o no su debido cumplimiento. No se trata de un supermercado de normas internacionales en el cual uno entra y escoge lo que quiere de acuerdo a sus propias necesidades, no importa cuan apremiantes éstas sean.

Semana
14 de agosto de 2008

El Derecho Internacional Humanitario (DIH) agrupa unas normas que fueron creadas con un objetivo fundamental: ‘humanizar’ o tornar lo más ‘civilizados’ posibles los conflictos armados. Por contradictorio que suene (¿cómo puede ser una guerra ‘civilizada’ o ‘humana’?), la idea es que ante la imposibilidad de evitar y erradicar completamente las guerras de la faz de la tierra, lo mínimo que puede hacerse es regularlas de tal forma que produzcan el menor daño posible.

El uso del emblema de la Cruz Roja está prohibido por las Convenciones de Ginebra, cuerpo central del DIH. Por tanto, el reciente descubrimiento del uso de la insignia por parte de las Fuerzas Armadas colombianas en la Operación Jaque, ha generado un debate intenso en el país.

Varios argumentos se han esgrimido al respecto y es necesario analizarlos con detenimiento. El primero es que finalmente, se trata de una violación marginal o, si se quiere, cosmética del DIH. Si bien hay violaciones que son más graves que otras, ello no puede llevar a la opinión nacional a pensar que el asunto es de poca importancia. La razón es de peso: la norma busca que el emblema de la organización sea un signo visible de la condición de neutralidad y de la protección que confiere el DIH a aquellos que intentan aliviar a las víctimas del conflicto armado.

Consecuentemente, el uso indebido de estos emblemas reduce la capacidad de la Cruz Roja de presentarse como actor neutral en el futuro y por tanto, hace aún más difícil su labor de proteger a las personas que, como resultado de la guerra, sufren y están indefensas. Y personas como estas, que padecen día a día el dolor del cautiverio en poder de las Farc, aún quedan muchas. Ellos son, al final, los grandes afectados.

Hay que recordar que después de la Operación, el Presidente mismo interrumpió al General Montoya en su relato para aclarar, en vivo y en directo, que ningún tipo de insignia había sido utilizada en el operativo. Luego hasta el gobierno reconoce que no se trata de un tema banal.

El segundo argumento es que el DIH hay que respetarlo pero esta suerte de ‘excepciones’ son posibles y permitidas cuando el ‘fin’ es uno humanitario, como en este caso, la liberación de los secuestrados. El DIH, sin embargo, es justamente un cuerpo normativo diseñado para funcionar en situaciones de excepcionalidad impuestas por la existencia de una guerra. Y como la lógica lo indica, no puede hacerse una excepción con la excepción.

Las normas del DIH no están allí para que cada cual, según le convenga, decida que situación amerita o no su debido cumplimiento. No se trata de un supermercado de normas internacionales en el cual uno entra y escoge lo que quiere de acuerdo a sus propias necesidades, no importa cuan apremiantes éstas sean. Una lectura de esta naturaleza debilita el alcance de unas reglas que existen, todas y cada una, para proteger a los seres humanos de su propia irracionalidad, de su decisión de resolver las diferencias con las armas y no con las ideas o las palabras.

Además, esta posición nos hace olvidar que el ‘fin’ es la liberación de todas y cada una de las personas que permanecen en cautiverio y el alivio de su sufrimiento. Por eso hay que preguntarse cómo puede afectar las posibilidades de liberación de los restantes secuestrados, no solo el abuso de la insignia del CICR sino otros tantos ‘detalles’ que poco a poco irán viendo la luz pública.

Minimizar el papel que las normas del DIH juegan y deben jugar en el conflicto colombiano es un gran error. Por eso, si el gobierno no decide con contundencia y transparencia responsabilizarse ante la opinión pública nacional e internacional de esta gran equivocación, solo contribuirá a hacer de esta una guerra cada vez más atroz y menos humana.





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