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Por la salud

Semana
15 de octubre de 2001

Observando desde la perspectiva de los 8 años transcurridos desde diciembre del 93, fecha de aprobación y puesta en marcha de la Ley 100 que modificó radicalmente el sistema de salud y seguridad social de Colombia, podemos darnos cuenta de sus implicaciones y resultados en relación con el cuerpo médico y los profesionales de la salud, su ejercicio, la calidad y oportunidad de sus servicios, su grado de satisfacción, la actualización y profundización de sus conocimientos y, lo más importante, los resultados de su ejercicio en función de los pacientes puestos a su cuidado por el sistema. Los juiciosos análisis realizados a lo largo de este periodo, más que suficiente para una veraz y objetiva valoración del sistema, hechos por la Asociación Médica Colombiana, que condujeron al Documento de consenso que ha sido puesto a disposición del Congreso de Colombia y dado a conocer a los medios de comunicación social en el año 2001, nos permiten llegar a varias conclusiones: Preparación universitaria La desenfrenada y caótica proliferación de facultades de medicina y de escuelas tecnológicas auspiciada por la Ley 30/92 que, constituidas con propósitos de orden comercial, ha multiplicado su número en forma exagerada, la mayoría de ellas sin profesorado idóneo, sin áreas de práctica, sin hospitales generales, muchos de ellos cerrados a consecuencia de la crisis hospitalaria nacional, hacen que facultades tan importantes como la más antigua y respetada, la de la Universidad Nacional en Bogotá, no dispongan hoy de camas suficientes para la práctica de sus alumnos. Educación continuada La extraordinaria tecnología moderna a través de los sistemas de comunicación, la cibernética, la actualización de los conocimientos, las bibliotecas virtuales, la autocalificación y demás sistemas modernos de posgrado no se tienen al alcance o lo están a muy baja escala para el uso de los infortunados alumnos de esas escuelas y mucho menos de los profesionales médicos en ejercicio que se encuentran en su mayoría aislados y cada vez menos actualizados en un medio en constante cambio. Crisis hospitalaria nacional Nunca antes en la historia sanitaria colombiana se había presentado una crisis de tal magnitud como la actual que ha llevado a la quiebra, a la parálisis o al cierre de un enorme número de camas hospitalarias a disposición de los enfermos que hoy son rechazados, cuyos tratamientos son pospuestos o, cuando venturosamente son recibidos, sus tratamientos son insuficientes, interrumpidos o suspendidos por carencia o ausencia de recursos o por la obsesiva auditoría de orden económico impuesta por los intermediarios administrativos. Se han cerrado en la capital de la República, encabezados por el Hospital San Juan de Dios, cuna y campo privilegiado de acción de los médicos de la Universidad Nacional, la Clínica de la Caja Nacional de Previsión Social, la de la Caja Distrital, el Instituto Neurológico, el Hospital Lorencita Villegas de Santos y muchos más a lo largo y ancho del país, limitando al máximo la atención a pacientes de bajos recursos, que son condenados a morir en sus puertas o en sus empobrecidos hogares sin que aparentemente alguien asuma su defensa y llame la atención de las autoridades de salud, cuya obligación institucional es prevenir, tratar y rehabilitar a los ciudadanos frente a las enfermedades que los afectan. Patologías de interés en salud pública Al desprenderse el Estado, por medio de la Ley 100 y de sus innumerables decretos reglamentarios, del control directo de las enfermedades comunes en Colombia, tanto por su situación geográfica tropical como por los procesos comunes al subdesarrollo, para otorgárselo al PAB (Procedimientos de Atención Básica) y las IPS (Instituciones Prestadoras de Servicios) en lo que a prevención de la enfermedad y promoción de la salud se refiere, enfermedades tales cómo la malaria, la TBC, la lepra, la leishmaniasis, las ETS (Enfermedades de Transmisión Sexual), VIH-Sida, avanzan hoy, prácticamente sin control, en el territorio Nacional, territorio sumido en gran parte en la guerra ‘sui generis’ que nos envuelve, en el que naturalmente se hacen más difíciles las acciones de salud. Situación laboral de los médicos Como reiteradamente lo ha manifestado la Asociación Médica Colombiana (AMC), cómo podemos ignorar la insatisfacción y el desánimo de un profesional de la salud mal remunerado, rutinizado, limitado en sus libres determinaciones, convertido en operario a destajo sin capacitación ni actualización, sin seguridad social para él y su familia, sin aliciente científico, técnico o económico alguno y sin siquiera el estímulo del reconocimiento y la gratitud de sus pacientes, quienes no lo conocen ni lo determinan en ese mercado informe de la prestación, o mejor, de la venta de servicios de salud. ¿La calidad del servicio médico que se presta en la actualidad puede ser suficiente en esos hospitales incapacitados para prestar sus servicios, sobrecargados, al borde de la quiebra, sin los menores elementos con los cuales atender debidamente al paciente; en esas clínicas de barriada, establecidas específicamente con el propósito de hacer negocios alrededor de la salud, en esos consultorios particulares en donde de mala gana se atiende a un paciente o usuario, que lleva en sus manos la boleta que representa un emolumento insuficiente y humillante? ¿Qué actualización de conocimientos puede suministrarse en el inmenso territorio?. ¿Y le llega esa actualización al médico que ejerce en Medellín, o en Cali, o en Bogotá, o en Cartagena, o en Barranquilla, multiempleándose para completar un ingreso mensual digno, arrastrándose por entre el tráfico ciudadano en su carro de segunda mano para poder cubrir sin ser destituido sus dos o tres cargos en diferentes instituciones de salud? ¿Estará este profesional motivado para atender amable y científicamente a su paciente? ¿Soluciones? ¡Desde luego que las hay! —No aferrarse tercamente al texto de la actual Ley y de sus innumerables decretos reglamentarios, muchos de ellos surgidos de circunstancias del momento y algunos contradictorios entre sí. —Modificar sustancialmente la Ley 100, por el Congreso, de acuerdo con los proyectos de Ley que hoy se encuentran a su consideración y que han surgido de los documentos de la AMC. —Recuperar para el Estado la obligatoriedad de dirigir los procesos de prevención de la enfermedad, promoción de la salud, tratamiento y rehabilitación del paciente. —Cubrimiento total de la población colombiana en salud. —Inclusión de todos los médicos debidamente registrados para ejercer en Colombia en el Sistema de Salud, eliminando la discriminación y restricción impuesta hoy por los intermediarios. —Eliminar o reducir al mínimo la intermediación que ha conducido a la crisis del sistema. —Establecer el sistema de educación continuada, certificación y recertificación periódica para todos los médicos. —Limitar el número y establecer los requisitos esenciales para las facultades de medicina y las escuelas tecnológicas del país . (*) Medico cirujano de tórax – Neumólogo. Presidente de la Asociación Médica Colombiana. Ex presidente de la Academia Nacional de Medicina 1994–1998. Ha sido director del Hospital San Carlos de Bogotá y del Hospital Santa Clara de Bogotá. Actualmente director del departamento quirúrgico de la Clínica de Marly Bogotá.

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