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POR UNA OPOSICION

Antonio Caballero
11 de mayo de 1998

A lo mejor las elecciones las gana la tercería de Noemí. Lo cual sería muy bueno, pero no es muy probable. En cambio sí es muy alta la probabilidad de que obtenga en la primera vuelta una buena tajada de la votación. Lo cual será muy bueno, con una condición: que se mantenga.Es decir: que no pretenda endosar esa tajada de votos a alguno de los otros dos candidatos, como se lo pedirán ambos, y a cambio de lo que quiera. Noemí, y con ella los que han impulsado la iniciativa de la tercería Antanas Mockus, Carlos Lleras, Antonio Navarro, tienen el deber político de no entregar ni negociar su apoyo. La tercería no puede cumplir una función de árbitro que dirima la disputa, ni de alcahueta que garantice la victoria de uno cualquiera de los otros dos. Que no son dos, sino uno solo: la misma cosa.
No sería serio que Noemí Sanín, después de haberse presentando como algo diferente del continuismo que representan por igual Horacio Serpa y Andrés Pastrana, recomendara a sus votantes irse en la segunda vuelta con alguno de los dos.No sería serio ni serviría de nada: los votantes no le harían caso. Votarían por el uno o por el otro, por el que les pareciera menos peor, o, en su mayoría, se abstendrían: porque los votos de Noemí no son un rebaño de serlo, estarían ya con Serpa o con Pastrana, y no le pertenecen a ella, sino a la esperanza de un cambio. La sola recomendación de votar por Pastrana o por Serpa mostraría que la tercera candidata es idéntica a ellos dos, y generaría con ello una nueva frustración como las que cíclicamente ha conocido el electorado colombiano en los últimos 40 años. La del MRL de López Michelsen, la de la Anapo de Rojas Pinilla, la del Nuevo Liberalismo de Luis Carlos Galán, e incluso la que provocó justamente uno de los impulsores de la tercería actual, Antonio Navarro, cuando cambió el inmenso capital de futuro que tenía el M-19 por el pájaro en mano de un ministerio (que se le murió en la mano).
El objeto de la tercería no es inclinar la balanza para que gane uno de los otros dos. Sino seguir siendo lo que ha pretendido ser desde el principio: una alternativa. Si gana esta vez, magnífico. Pero si no, tiene que consolidarse seriamente como eso que en Colombia no ha existido desde hace por lo menos dos generaciones: una oposición.
No ha existido por dos razones. La más obvia es que en este país la oposición no se tolera: la matan. Lo recordaba hace pocos días en una carta abierta a Enrique Santos Calderón el dirigente de las Farc Alfonso Cano: "Quienes han pretendido igual objetivo (cambiar a Colombia), sin las armas, han caído asesinados sistemáticamente. En nuestro país no existe una oposición legal al Estado porque la acabaron a fuerza de tiros y terror". Por eso la única oposición que ha habido y que hay es la oposición armada. Pero, por ser armada, no sólo no puede ser ni legal ni democrática, sino que no puede crecer: no todo el mundo es capaz de irse al monte.
Se va la gente, en cambio, a la abstención, que es ampliamente mayoritaria. Pero si ésta tampoco cuaja en oposición política es porque a la primera razón se añade la segunda, que es el ya mencionado fenómeno de las frustraciones sucesivas. No hay oposición porque quien debiera constituirla de modo natural, es decir, el partido o el candidato (suprapartidista, o independiente, o renovador, o patriótico, o como se llame cada vez) derrotado en las urnas, no quiere hacerlo. Prefiere siempre venderse por un plato de lentejas: la promesa de otro turno presidencial, o un ministerio, o incluso una "colaboración a título personal".
Por eso no hay oposición. Y sin embargo es eso lo que se necesita. En Colombia no se necesitan más candidatos presidenciales: siempre los hay de sobra (el otro día, en una página perdida de un periódico, descubrí que para estas elecciones no sólo hay los tres que todos creíamos, sino como nueve o 10). Tampoco se necesitan más presidentes: siempre hay por lo menos uno (y a veces hasta un Lemos de repuesto), y también siempre sobra. Lo que sí se necesita, precisamente porque no lo hay, es una oposición.A ver si por fin organizamos una.

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