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Presidenciales, sin líder a la vista

Colombia se ha demorado en entrar en la corriente de transformaciones políticas y sociales que ha sacudido a la región.

León Valencia, León Valencia
21 de septiembre de 2013

Miren este sondeo de opinión. Intención de voto para presidente de la República: Juan Manuel Santos 24,6 por ciento, Clara López 18,8 por ciento, Francisco Santos 12,2 por ciento y Antonio Navarro 8,9 por ciento. Es de la firma Datexco y fue publicado el miércoles pasado por La W. Sigue la misma línea de otras encuestas de favorabilidad realizadas en las últimas semanas. Ningún candidato, o posible candidato, ha saltado del lote y tiene gran ventaja. Todos nivelados por lo bajo.
 
El caso más dramático es el de Santos presidente. Tiene en sus manos una coalición política ampliamente mayoritaria, está a la cabeza de un proceso de paz que puede generar un quiebre histórico y la economía no afronta grandes dificultades. Lo lógico sería que inspirara un gran liderazgo y que tuviera asegurada su reelección. Pero no es así. 

Pinta aún menos el candidato de Uribe. Hace pocos meses se pensaba que los principales protagonistas de la contienda política serían el presidente en busca de reelección y Francisco Santos Calderón, su primo doble, en representación del uribismo. Pero después de una intensa y adelantada campaña los candidatos de la derecha uribista no despegan y al momento se presenta un hecho inesperado: los candidatos de izquierda marcan mucho mejor que ellos en las encuestas.

La sorpresa en esta hora es la izquierda. Había aceptado que su destino sería la ‘tercería’. Intentar definir una candidatura que se metiera por el medio de los Santos. Aún sus registros en las encuestas no son ambiciosos y estables, pero han saltado de ser ‘tercería’ a ser alternativa y eso, así sea temporal, es un acontecimiento; porque esta corriente política ha sido tradicionalmente marginal en la contienda presidencial y en estos cuatro años afronta onerosas divisiones y algunos de sus líderes graves acusaciones de corrupción. 

¿Por qué este vacío de liderazgo? ¿Qué está pasando? ¿Por qué están tan locas las encuestas? Voy a aventurar una interpretación. Colombia se ha demorado en entrar en la corriente de transformaciones políticas y sociales que ha sacudido al sur de América. Eso está cambiando. Ahora hay un despertar ciudadano que se expresa en paros, protestas, bloqueos y redes sociales. Hay dos expectativas: la paz y las reformas para mejorar las condiciones de vida, especialmente en el campo.

La seguridad no ha dejado de ser una demanda importante y lo será mientras persistan las guerrillas y el crimen organizado, lo será aún en el posconflicto, pero la agenda social está saltando al primer lugar en las preocupaciones de los colombianos. Con un ingrediente nuevo: el auge de la minería y el petróleo y el reacomodo de la producción de alimentos en la globalización le están devolviendo al Estado un papel central en la economía y en la redistribución del ingreso. 

Los pobladores del campo miran hacia el gobierno en busca de subsidios, créditos, regulaciones, restitución y redistribución de tierras, así como participación en las regalías. Los de la ciudad, en las reformas a la salud y a la educación.

Ningún líder o grupo político logra encarnar con claridad estas expectativas. La paradoja mayor es la de Santos. Fue él quien les abrió las puertas a las posibilidades de paz y a las reformas; pero no ha logrado generar credibilidad en torno a sus propuestas y realizaciones. El doble discurso le ha hecho mucho daño a las negociaciones de La Habana. También fue fatal la incapacidad para responder al paro agrario con verdadera concertación y audacia reformista. Le quiere dar gusto a todo el mundo y eso es un imposible si busca liderar un cambio.

El uribismo –aparte de su jefe, quien aún conserva el ciego afecto de una parte de los que lo siguieron con fervor en el momento de su poder absorbente– no concita la adhesión de la oleada de ciudadanos que ahora demanda transformaciones. Es entendible. No tiene nada nuevo que ofrecer. Como dice Fernando Londoño: “La reconquista de la seguridad es el objetivo primordial, como lo fue en la campaña triunfadora de 2002”.

Ahí están las razones para que la gente empiece tímidamente a mostrar preferencias por la izquierda. Cuando la paz y lo social saltan al primer lugar de las expectativas, los electores comienzan a pensar en las fuerzas progresistas y de izquierda. Lo están haciendo aún sin tener al frente a un líder carismático y aglutinador.

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