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Del cuero salen las correas

No podemos exigir soluciones si no estamos dispuestos a pagar por ellas y a hacer las gestiones pertinentes para conseguir recursos del orden central que complementen el esfuerzo propio.

Esteban Piedrahita, Esteban Piedrahita
18 de febrero de 2018

Cada día son mayores los clamores por mejor calidad de vida en nuestras ciudades. Entre problemáticas agudas en frentes como los de la seguridad y la movilidad, las mayores expectativas propias de hogares cuya condición económica ha venido mejorando y la estridencia que otorgan a cualquier queja o reclamo las redes sociales, cada vez se vislumbra más exigente y, francamente, menos apetecible, el oficio de alcalde.

En un país de ingreso medio-bajo como Colombia, atender eficazmente las demandas de la ciudadanía siempre es un reto. Sin embargo, Cali enfrenta un hándicap adicional. De las 4 grandes ciudades de Colombia es, de lejos, la que menos recursos tiene para brindar soluciones a su ciudadanía. Bogotá y Medellín más ricas que Cali y además cuentan con cuantiosos dividendos por sus participaciones respectivas en el Grupo Energía Bogotá y en EPM. El presupuesto de la Alcaldía en Bogotá para 2018 es de 2,55 millones de pesos por habitante y en Medellín de 2,25 millones; 89 por ciento y 67 por ciento más, respectivamente, que en Cali (1,35 millones).

Pero la Alcaldía más rica de las 4 grandes capitales, medida en términos de presupuesto por habitante, es la de Barranquilla (2,72 millones de pesos). Barranquilla tiene una mayor tasa de pobreza (aunque la viene bajando rápidamente) y no tiene empresa de servicios públicos que le genere dividendos. No obstante, es sumamente eficaz cobrando impuestos a nivel local y gestionando recursos del nivel central. Vale la pena recordar que esta misma ciudad fue tristemente pionera en la tercerización de su recaudo de impuestos a principios de la década pasada (práctica que, en mala hora, Cali emuló en 2006). Alex Char recuperó la gestión tributaria en 2008 (en Cali, Guerrero hizo lo propio en 2012).

Comparar los presupuestos de Cali y de Barranquilla (habida cuenta de que la segunda tiene un millón de habitantes menos) resulta ilustrativo. Un estudio de la Secretaría de Gobierno de Cali muestra cómo Barranquilla es más efectiva en todos los frentes de generación de ingresos. Sus ingresos tributarios propios son un 82 por ciento mayores, en términos per cápita, a los de Cali. El recaudo por Industria y Comercio es 136 por ciento mayor, y el de impuesto predial, que ha aumentado bastante en ambas ciudades desde el fin de la tercerización, es 40 por ciento mayor. Algo similar sucede con impuestos menores como los de avisos y tableros, publicidad exterior y delineación. Los ingresos propios no tributarios, por conceptos como tasas y derechos, contribuciones, ventas de bienes y servicios, arrendamientos y otros, son un 92 por ciento en términos per cápita. Habría que evaluar la conveniencia de cada uno, pero la diferencia en el resultado general es dramática.

Igual sucede con la gestión de recursos provenientes del Gobierno central. En cuanto al Sistema General de Participaciones, que concentra casi todos los recursos para Educación y Salud y que básicamente se asigna según población, ¡Barranquilla recibe un 71 por ciento más por habitante! Sus recobros al FOSYGA para salud son un 136 por ciento mayores. Y mientras Cali no incorpora recursos de cofinanciación del Gobierno central en su presupuesto, Barranquilla incluye 282.000 millones de pesos. Esta enorme brecha de fondos es un llamado de atención a la Alcaldía de Cali, al Concejo Municipal, al Bloque Parlamentario del Valle, a los gremios y a la ciudadanía en general. No podemos exigir soluciones si no estamos dispuestos a pagar por ellas y a hacer las gestiones pertinentes para conseguir recursos del orden central que complementen el esfuerzo propio.

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