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PROBLEMAS DE AGUA

Antonio Caballero
15 de febrero de 1999

Están los temas vagos y nebulosos, sobre los cuales _según los más perspicaces
politólogos_ las Farc y los negociadores están de acuerdo: unos y otros quieren paz con justicia
social. Pero en los puntos concretos las discrepancias son evidentes. Y son más que discrepancias:
ninguno de los dos lados puede ceder en lo que le exige al otro sin renunciar de paso a su carta
fundamen-tal, y por eso sólo pueden decir mentiras al respecto. Voy a poner sólo dos ejemplos: el
secuestro y los paramilitares. Las Farc dicen que no secuestran civiles. El Estado asegura que no
protege a los paramilitares.¿Que no secuestran civiles? Todos los colombianos conocemos, y no de
oídas ni por las estadísticas sino personalmente, a varios secuestrados por las Farc, o asesinados por
ellas por resistirse al secuestro. Si las Farc lo niegan (aunque de pasada amenacen con nuevos
secuestros) es porque saben que el método no genera simpatías; pero no pueden renunciar a él porque
constituye su columna vertebral de subsistencia económica, y en consecuencia militar. El grueso de
sus ingresos (sin contar lo que el 'Mono Jojoy' llama "chichiguas" del narcotráfico, que, como él bien
sabe, no son chichiguas) viene de los rescates de secuestrados, o del boleteo y la vacuna, que son
seguros antisecuestro: pagos de protección, como los llamaba la mafia de Al Capone.Hace decenios,
en los tiempos bucólicos de que hablaba 'Tirofijo' en su carta del Caguán, las guerrillas de Marquetalia
y Riochiquito vivían de sus marranos y sus aves de corral: pero se los robó el Ejército, tal como 'Tirofijo'
hizo bien en recordar. Y compraban armas con el puñado de billetes enrollados en un tubo de pasta de
dientes que les mandaba la Unión Soviética a través del Partido Comunista: pero la URSS ya no
existe, ni en lo que queda de ella hay billetes, ni pasta de dientes. Pero incluso entonces redondeaban
sus finanzas con los 300 mil pesos de un secuestro de Aerotaxi, como el general Valencia Tovar hace
bien en recordar. Luego empezaron a usar el secuestro y la vacuna de manera sistemática,
agigantando sus recursos, lo cual tuvo varias consecuencias: una es que el Partido Comunista
acabó por desaparecer (¿han oído ustedes hablar de él últimamente?); otra es que dejó de existir
la llamada 'combinación de todas las formas de lucha' (sólo quedó la lucha armada); y la tercera es
que, gracias al río de dinero así obtenido, las Farc incrementaron su poderío militar, y por
consiguiente su presencia territorial y su influencia política.Si renunciaran al secuestro se quedarían sin
dinero. Es decir, sin fusiles. Es decir, sin lo que 'Jojoy' llama "garantías" para los acuerdos que se
firmen. De modo que lo único que pueden hacer es lo que están haciendo: decir que no secuestran,
y seguir secuestrando.Del lado del Estado (y del establecimiento) ocurre algo parecido con los
paramilitares. Desde hace decenios, los sucesivos gobiernos aseguran que no
los alientan ni los protegen y que el Ejército no colabora con ellos. Pero es una mentira tan evidente que
nadie ni siquiera finge creerla. Su creación se remonta a leyes expedidas bajo el gobierno de Valencia (el
mismo que bombardeó Marquetalia), y desde entonces no han cesado de crecer bajo distintos nombres y
con distintas excusas, al amparo de todos los gobiernos, de todas las cúpulas militares, de todos los
políticos regionales, de la mayoría de los ganaderos y transportadores, de los esmeralderos, de los
comerciantes, y, en los últimos veinte años, de los narcos: el establecimiento en pleno. Contaron inclusive
con el apoyo, tal vez involuntario pero muy efectivo, de la guerrilla misma, que con sus desmanes _en
particular el secuestro_ ayudó a que se multiplicaran: pues no es una falacia decir que los paramilitares
nacieron como autodefensas contra la guerrilla, como tampoco lo es decir que la guerrilla nació como
autodefensa contra los abusos del Estado y de los terratenientes. Hoy han crecido de tal modo, y se
autofinancian de tal suerte (con sus propias modalidades de vacuna, y con el narcotráfico, y con las
contribuciones voluntarias de muchos que se consideran secuestrables), que, aunque quisiera, el
Estado no podría desmantelarlos.Pero además no quiere hacerlo, aunque lo diga. Son el último baluarte
del establecimiento contra el poder guerrillero, que sin la resistencia de los paramilitares sería más grande
aún de lo que es. Piensen ustedes, con la ineficiencia sobradamente demostrada por el Ejército, cuál
sería la situación militar en el país si las guerrillas no tuvieran que atender al frente paramilitar, tan
implacable y tan eficaz como ellas mismas. Así que lo único que puede hacer el Estado con respecto a los
paramilitares es lo que viene haciendo desde hace veinte años: decir que no los apoya, y seguir
apoyándolos.No voy a hablar ahora, por falta de espacio, de otro asunto que figura en las dos agendas de
discusión: el narcotráfico. Sobre el cual mienten las Farc, miente el Estado, y miente el gobierno de Estados
Unidos.Así que, en conclusión, sugiero que se eliminen todos estos temas de la agenda, para evitar que se
atasquen las conversaciones. Y se converse solamente sobre las cosas vagas y nebulosas, en las que todo
el mundo está _o dice que está_ de acuerdo: paz con justicia social. Conversar siempre es útil, aunque
no sea suficiente.

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