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ELN: ¿esta vez sí?

Como bien lo dice Juan Camilo Restrepo, al otro lado de la mesa está un grupo donde pesa más el ideologismo que el pragmatismo, y ahí ya hay una gran diferencia con las Farc y por eso se pudo avanzar hacia un acuerdo en La Habana.

Ramsés Vargas Lamadrid, Ramsés Vargas Lamadrid
25 de octubre de 2017

Que el ELN sea noticia por la paz y no por volar un oleoducto o por secuestrar un ganadero de Arauca es una buena noticia. Esto era poco probable hace un mes. Y algo importante: se aproximan a la paz en momentos en los que el camino de la implementación de los acuerdos con las Farc está lleno obstáculos jurídicos y políticos. Si a lo anterior se suma el hecho de que en tres semanas de cese de fuego bilateral no se hayan registrado incidentes graves, es positivo. Y que se hayan sentado con las Farc por estos días en Ecuador para acordar la defensa de la paz, mejor aún.

Eso no quiere decir que un acuerdo con esa guerrilla esté cocinado. Como bien lo dice Juan Camilo Restrepo -el hombre que se le midió a conducir la negociación con ese grupo- al otro lado de la mesa está un grupo donde pesa más el ideologismo que el pragmatismo, y ahí ya hay una gran diferencia con las Farc y por eso se pudo avanzar hacia un acuerdo en La Habana.

Herencia o no de la inspiración cristiana rebelde de Camilo Torres o del cura Pérez, los elenos siempre han sido un contradictor difícil y terco por su estrecha visión política. Uno de sus estudiosos cercanos, Joe Broderick, quien conoció de cerca a Manuel Pérez, dice que sus comandantes no tienen idea de la política ni entienden las coyunturas políticas y para ellos todos los gobiernos son iguales: “La burguesía de siempre con diferentes caras”. Y este es un momento clave para que tengan clara la coyuntura: unas Farc convertidas en partido y un Gobierno jugado por la paz con menos de un año por delante.

Pero, por lo demás, lo dice Restrepo, “el ELN más que un frente alzado en armas, es una federación de frentes alzados en armas con el mismo aviso”. Así actúan sus hombres divididos en cinco frentes en cerca de 100 municipios del país. Por esa dispersión en el mando es que en esta ocasión existe tanto escepticismo respecto de un acuerdo final con Pablo Beltrán y Gabino. La resistencia al diálogo de sus hombres en el Chocó y los reparos de Pablito, en Arauca, siembran dudas.

Se ha sabido desde un comienzo que la negociación con los elenos no será fácil, pero los avances logrados hasta ahora como el cese del fuego y de hostilidades que debe ir hasta enero, indica que es posible, así esté pegado con alfileres.  Los temores surgen porque sus frentes no están agrupados y el hecho de que compartan territorios con bandas criminales y disidencias de las Farc ya implica un alto riesgo. Un enfrentamiento con otros grupos por el control territorial de las actividades ilegales de minería o coca puede generar problemas en la mesa de Quito o desconfianza en la opinión.  

Pero da margen para el optimismo el hecho de que empiecen a hablar, de la mano de las Farc, de defender la paz pese a las dificultades y de que están dispuestos a avanzar hacia la paz completa para buscar desde la orilla de la civilidad los cambios y las transformaciones que no pudieron hacer por la vía de las armas.  

Las negociaciones en Quito pasan ahora a un escenario que ha sido bandera de esa guerrilla: la participación de la sociedad civil en el proceso. Allí se podría dar la oportunidad para que junto con las denuncias de atraso y abandono en sus zonas de presencia permanente y de las muertes de líderes sociales, el ELN escuche el otro discurso y las propuestas de las comunidades que padecen los efectos del secuestro, el daño ambiental por los derrames de crudo o por la explotación ilegal de recursos mineros o el de los que están expuestos a las minas antipersona, pero sobre todo el de las víctimas afectadas por sus acciones de guerra.

Lo que pase en la mesa de Quito, el avance del proceso, y lo que ocurra con la tregua en los próximos dos meses serán una importante pauta para calibrar la real voluntad de esa guerrilla que debería entender que este es el momento de subirse al bus de la paz que no pasa cada cuatro años y que puede dar reversa si la paz no logra consolidarse con las dos agrupaciones que han protagonizado el conflicto desde la otra orilla. No pierdo la esperanza.

*Ramsés Vargas Lamadrid, MPA, MSc. Rector Universidad Autónoma del Caribe

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