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¿Sacar a Ordóñez o reformar la Procuraduría?

En vez de sacar a sombrerazos al procurador valdría la pena iniciar una discusión seria sobre el futuro de la procuraduría como institución.

José Manuel Acevedo M., José Manuel Acevedo M.
6 de febrero de 2016

Aunque el impulso que traían algunos magistrados del Consejo de Estado para sacar de su cargo al procurador Alejandro Ordóñez ciertamente se mermó, en las próximas semanas ese alto tribunal tendrá que pronunciarse frente a este asunto. La llegada de nuevos consejeros que parecieran estar haciéndole el quite al espinoso tema, las dudas de la nueva ponente que estaba jugada a oponerse a Ordóñez -y de repente puede que no-, sumado todo ello a las interferencias extrajurídicas, que es obvio que se han presentado de lado y lado, han dificultado el trámite de este expediente y cualquier decisión que se tome llegará demasiado tarde.

Faltan menos de diez meses para que Ordóñez termine su periodo y en ese sentido pronunciarse sobre la validez de su segundo término puede resultar un tanto estéril y definitivamente extemporáneo. Aunque el colectivo Dejusticia presentó desde hace tiempo una demanda seria contra la reelección de Ordóñez a veces queda la impresión de que algunos oportunistas están más interesados en llevarse por delante a un procurador que causa antipatía en los sectores más progresistas y que estorba a la hora de hablar del proceso de paz que un interés legítimo porque se haga justicia y se combatan las malas prácticas en general. Se pregunta uno si lo que de verdad les molesta es la forma como logró su reelección este procurador o si lo que les causa reflujo es la persona misma de Alejandro Ordóñez y sus posiciones políticas.

Y es que si fuera un asunto institucional, esos mismos juristas que ahora reclaman la salida del actual procurador han debido prender las alarmas cuando a Edgardo Maya lo reeligieron hace varios años en ese cargo a punta de amiguismo y de mantener abiertos procesos delicados contra varios senadores a los que no les quedó remedio distinto que votar por él para neutralizar su conveniente poder disciplinario. ¿Por qué en ese momento todos se quedaron callados? ¿Acaso porque Edgardo Maya era liberal y no daba tanta ‘brega’?

El Consejo de Estado tendrá que decidir en su leal saber y entender jurídico qué hacer con el procurador. Una decisión que tiene elementos interesantes para su discusión y que no necesariamente resulta obvia, ni siquiera comparable con los casos de puerta giratoria de los magistrados Munar y Ricaurte, pues cada uno tiene sus particularidades que hacen complejo el debate desde el punto de vista estrictamente constitucional.

Sin embargo, salidos de ese entorno, nosotros que no somos jueces, podemos plantear escenarios más amplios para analizar la conveniencia práctica de que Ordóñez siga en su cargo o se vaya de allí. ¿Le conviene a la institucionalidad ya suficientemente desbarajustada tener que ocuparse al mismo tiempo de la elección por sólo unos meses de defensor y procurador sumado al proceso de búsqueda de nuevo fiscal que también amenaza con estar enredado? ¡No lo creo!

¿Le conviene a la paz que la única voz distinta dentro de las instituciones públicas que puede representar un sano contrapeso quede por fuera para que el gobierno se busque un reemplazo que cante en el coro del unanimismo nacional? ¡Tampoco lo creo!

Es más, poniéndonos truculentos, ¿le conviene a Santos volver mártir al procurador y empujar su salida justo antes de comenzar un proceso de plebiscito, con Ordóñez haciendo campaña sin ataduras y victimizado por su salida? ¡Definitivamente no lo creo.

Por estas razones es que pienso que sería preferible dejar al procurador terminar su mandato e iniciar, eso sí, desde ya con el liderazgo de colectivos como Dejusticia una mirada crítica a la procuraduría como institución y una gran campaña para reformarla hacia adelante o si es del caso desaparecerla como piden algunos por considerar que sus funciones son redundantes.

A mí tampoco me gustan las posiciones más conservadoras del procurador pero creo, honestamente, que es mejor que se quede a que se vaya, sobre todo cuando el tiempo de su permanencia es tan breve y el análisis de costo-beneficio de su salida parece indicar que es preferible que concluya su polémico mandato.

Twitter: @JoseMAcevedo

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