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¡Que Andrés vuele solo!

Andrés le entrega a Juan Martín una Bogotá más limpia, menos sedienta y menos quebrada.

Semana
16 de abril de 1990

Imagino que salir a decir, como se lo escuché hacerlo a mi querido amigo Carlos Holguín Sardi, que al Partido Social Conservador no le fue nada mal en las elecciones, es una táctica electoral, más que un acto de miopía política. Porque a un partido que pierde 4 senadores, 10 representantes y más de 40 alcaldías en todo el pais, no hay disculpa que le alcance para ocultar la derrota. Ni el celebre cuento de las "mayorías geográficas", que el presidente Pastrana muy hábilmente se inventó hace dos años para estirar los votos conservadores, se escaparía de sonar ridículo en una situación como la actual. Hay que darse cuenta de que si hasta el señor Barjuch, secretario general del Social Conservatismo, perdió su curul, lo que en cualquier otro lugar del mundo implicaría su inmediata renuncia, el partido queda por dentro seriamente cuestionado: no se le ve mucho futuro a una colectividad política cuyos renglones jerárquicos, carentes de un respaldo electoral, quedan reducidos a simples "corbatas".
Pero nada de esto sería grave si el conservatismo tuviera, por lo menos, una alternativa joven para recuperarse y salir adelante. Debo confesar que me produjo envidia la vitalidad de las alternativas liberales que estuvieron en juego en estas últimas elecciones. Ahí había caras nuevas, espíritus jóvenes, espacio político. Por el contrario, en las filas del social conservatismo hubo bajas tan graves como la de Alvaro Leyva, a quien venció fulminantemente la falta de entusiasmo partidista. Y por eso me pregunto: ¿qué responsabilidad histórica le cabe al jefe de un partido cuyo hijo es la única alternativa joven y prometedora, el único "as" para jugarse el esfuerzo de recuperar el poder?
De no conocer a Andrés Pastrana, esta circunstancia sonaría sospechosa. Como si el principal mérito de estar ahí, donde está, lo constituyera el hecho de ser hijo de su padre. No es así en su caso. Pero por aquellas ironías del destino, un poco trágicas, si se quiere, el futuro del Partido Social Conservador ha quedado dependiendo de que el padre entregue la dirección del partido y promueva cuanto antes un relevo generacional, y de que el hijo asuma el reto de prepararse durante los próximos cuatro años para recuperar el poder para su partido en el 94.
Andres Pastrana ha demostrado que posee el estilo necesario para gobernar. Sería torpe negar que sus dos años al frente de la alcaldía han sido totalmente exitosos, y que Juan Martín Caicedo hereda una Bogotá mejor, más limpia, menos sedienta y menos quebrada. A su personalidad cálida y motivadora Andrés le combinó las cualidades principales de un gobernante: saberse rodear, saber oir y saber delegar. Sin que se supiera mucho, trabajó con un equipo de gente joven y renovador como Alvaro Villegas, Miguel Ricaurte, Claudia de Francisco, Jaime Ruiz Llano y Paulo Laserna.
Exhibió indudables habilidades políticas en el manejo de las pasiones que despierta el esquema gobierno-oposición, pues de unas malas relaciones entre el Alcalde de Bogota y el Presidente de la República, la "paganini" habría sido una sola: la ciudad.
Demostró que posee carácter, no dejando duda al respecto en dos difíciles ocasiones en que se vio amenazado el orden público en la capital: en el episodio del entierro del líder comunista Antequera, y con ocasión del paro nacional.
Pero quizás la principal obra de Andrés, contra la cual el alcalde electo, Juan Martín Caicedo, viene lanzando peligrosos puyazos, es la privatización de las basuras. No solo es innegable que Bogotá dejó de ser la ciudad más sucia del mundo, sino que se puso en práctica toda una filosofía política que entre otras cosas, ha mantenido a la señora Tatcher tres periodos en el poder.
Finalmente, Andrés también logró desparroquializar la alcaldía de Bogotá. Participó en importantes foros políticos en los EE.UU., se codeó con el Alcalde de Nueva York y lo convenció de que no había que bombardear a Medellín, habló en directo por la televisión norteamericana, se dejó entrevistar en el New York Times...
Sus indudables aciertos no significan, desde luego, que no tenga que pulir en los próximos cuatro años defectos propios de su juventud. Uno de ellos es su aparente falta de profundidad (para la que el mejor remedio es el estudio y la reflexión), por culpa de la cual corre el riesgo de que algunos, después de leer esta columna, se pregunten: "Bueno, es un chino buena persona. ¿Pero si podrá con el Estado?
Soy una firme convencida de que Andrés Pastrana posee el carisma suficiente para generar, como lo hizo como candidato a alcalde de Bogotá, el entusiasmo bipartidista suficiente para romper la maldición de las minorías conservadoras. Y estoy definitivamente convencida de que es la opción política del partido para el 94, si el presidente Pastrana, con todo el respeto que su dignidad me merece, acepta el siguiente consejo, rayano en la impertinencia: si lo que le interesa es que su hijo llegue a la Presidencia, como a todos los conservadores, por favor ¡déjelo volar solo!

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