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Que sea apuesto, inteligente y de ojos azules

La ciencia está cambiando la vida, la intimidad familiar y, de paso, ampliando los temas del debate público.

Semana
8 de octubre de 2010

Ella ve con cierta ansiedad que se está acercando a los 40, su novio ha decidido extender un poco más su juventud no teniendo hijos por ahora. Ella se desmarca y decide ser madre soltera por convicción, se dirige a un centro de reproducción asistida y no lo piensa dos veces, escoge entre la oferta del banco de espermas el prototipo caucásico de ojos azules, bien tiene ya con sus genes latinos. Sus padres no entienden esta decisión; su círculo íntimo de amigas lo entiende mejor. El niño nace; sus ojos lo hacen ver realmente apuesto. Su noviazgo se va al traste.

Las almas ya no corren detrás de viejas locomotoras para intentar llegar al destino al que arribarán sus dueños; ahora lo hacen detrás de trenes de alta velocidad. El alma no siempre es más rápida que los acontecimientos, no siempre se acopla tan rápido. El Instituto Karolinska de Suecia le acaba de otorgar el Premio Nobel de Medicina a Robert Edwards, uno de los creadores de la fecundación in vitro. Un reconocimiento que llega 30 años tarde. La primera niña probeta, Louise Brown, tuvo su primer bebé hace ya algunos años. La fecundación in vitro es ya un recurso normal, nada novedoso, al que acceden cada año miles de parejas que no pueden concebir un hijo de forma natural. La ciencia ha ido más allá.

Cada vez hay más parejas jóvenes que recurren al enfriamiento de embriones para luego utilizarlos en la edad madura. De esta manera postergan la maternidad y logran prolongar la fertilidad de la mujer hasta una edad más avanzada. Eligen primero sortear la juventud, lograr mayor seguridad económica y sentirse más preparadas emocionalmente antes de tener un hijo. Ya no sólo se puede concebir fuera del útero, sino que los embriones se pueden enfriar bajo cero para procrear después, también se puede elegir el sexo del futuro bebé. Se sabe que la ciencia viene cambiando la vida íntima, pero nadie tiene un mapa de todas las implicaciones que está trayendo a cuesta.

Con los avances en la secuenciación del ADN, la modificación genética, las células madres y la manipulación de embriones, pronto los progenitores podrán escoger cuán inteligente, bella y empática quieren que sea su criatura. También podrán evitar que desarrolle alguna enfermedad específica, escribe el investigador Steven Potter (Designer Genes: A New Era In The Evolution Of Man). Nada de esto es ciencia ficción. La secuencia del ADN de una persona se puede conseguir en sólo una semana a un costo de 10.000 dólares. En un futuro cercano, esto se podrá lograr en horas y por sólo algunos cientos de dólares, afirma el autor. Si las actuales generaciones tienen ya bastante qué pensar sobre si conciben o no un hijo, las inmediatamente cercanas tendrán que pensar además sobre qué dotación extra quieren que traiga su descendencia.

A lado de las distintas formas de reproducción asistida, vienen galopando todos los cambios que está trayendo consigo el aumento de la longevidad, especialmente en los países ricos. Con el aumento en el cuidado personal, la prevención de enfermedades, el avance en los medicamentos y la mejora alimenticia ha aumentado la expectativa de vida. En sólo un siglo se ha incrementado en más de 30 años; a esa velocidad se puede esperar que en pocas décadas se encuentren más personas que superen los cien años. Junto a ello, los avances que empiezan a ofrecer la medicina y la genética hacen pensar en que 150 ó 200 años de vida serían una meta seriamente alcanzable, explica el escritor Jonathan Weiner (Long For This World: The Strange Science Of Immortality).

Este aumento de la longevidad se sumará con profundos efectos sobre la intimidad y la vida cotidiana. Su extensión afecta la idea del amor eterno -más de lo que ya está afectada-. No es lo mismo el amor romántico cuando se vivía sólo hasta los 50, que cuando se puede vivir unas décadas más, o vivir el doble. El amor está dejando de ser una ilusión perdurable para convertirse en un ser vidrioso, quebradizo, un ser muy distinto de aquel con el que soñaron los románticos.

Todos estos avances constituyen un reto ético, un desafío para las autoridades y una prueba a la condición humana. ¿Es responsable quedar en embarazo si ya se ha alcanzado la vejez?, ¿a quiénes se puede donar los gélidos embriones que no vayan a ser utilizados por sus propietarios?, ¿hasta dónde se podrá decidir el diseño de la descendencia? ¿Cómo democratizar estos adelantos de la ciencia para que no sólo los ricos puedan acceder a ellos?, ¿cómo garantizar el derecho a la longevidad para todos los ciudadanos?, ¿cuánto debe durar la vida laboral y cómo hacerla más agradable si la gente vivirá más años? ¿A qué tipo de familia se pertenecerá si el amor se sigue diversificando?, ¿cuánto de todo esto soporta la psique humana manteniéndose en condiciones saludables?, ¿cuánto aguanta la carne? ¿Qué hará el alma para alcanzar estos trenes imparables?

La ciencia está cambiando la vida, la intimidad familiar y, de paso, ampliando los temas del debate público. Todas las cosas que consideramos esenciales tendrán que ser actualizadas para evitar desequilibrios. Actualizar la concepción, el amor, la familia, el trabajo, la tranquilidad personal y la felicidad. El bebé probeta es de hace 30 años, el diseño genético, la apertura en los tiempos y en los propietarios de la fecundación, y los efectos de una mayor longevidad son los asuntos del futuro inmediato.

La sociedad va dejando atrás las viejas locomotoras. Su hijo caucásico sigue creciendo; ella tiene puesta la ilusión en él. Una de sus amigas cercanas se ha decidido, irá a Londres a iniciar un tratamiento de reproducción asistida, y elegirá niña. Ha pasado los 50, tiene novio, pero se siente libre, libre de cualquier compromiso. La vida viaja ahora sobre pistas más veloces.