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Que sea una fiesta, no un castigo

Eduardo Arias se va lanza en ristre contra la fiesta de San Valentín y propone alternativas con arraigo.

Semana
20 de febrero de 2005

Está claro que celebrar en Colombia un San Valentín a la gringa (ojalá fuera a la gringa, si acaso a la Dade Country) es una chabacanería de marca mayor. Y más si la iniciativa viene de donde viene. De los comerciantes que están en busca de una fecha caliente en el tan deprimido primer trimestre del año, en el que el desenguayabe monetario de diciembre aún pega duro. De los floricultores, que les parece divino poder vender en Chibchombia los claveles y las rosas que no les reciben en Miami porque no cumplen los requisitos mínimos que exigen los valentinópatas del primer mundo.

Pero ojo. No es chabacano porque se trate de una idea de origen foráneo. De hecho, la Navidad es foránea, el café es foráneo, el castellano es foráneo, el acordeón de los vallenatos es foráneo, el mango es foráneo, la marihuana es foránea, casi todo lo que nos rodea es foráneo. Empezando por el 95 por ciento de los colombianos, que tenemos un alto porcentaje de sangre chapetona y africana.

Y tampoco es bronca contra Estados Unidos. Aquí hemos adaptado como propios el béisbol, el estilo de las 'big bands' en las orquestas de porro y la cumbia, el mismo rock y el hip hop ya son tan colombianos como el torbellino y la rajaleña, hasta le hemos hecho reingeniería al perro caliente que en Colombia puede ser con boronas de papa frita y huevo de codorniz, hawaiano o con salsa Chantilly...

Todos esos elementos foráneos se han involucrado de manera progresiva en la cultura de la gente y, en menor o mayor grado, ya forman parte de la identidad. Incluso una fiesta tan bombardeada por el comercio como lo es la Navidad mantiene intacta su fuerza cultural colombiana, así sea con Niños Dioses de Praga, renos boreales, abetos alemanes, villancicos españoles, reyes magos persas, dromedarios palestinos y burritos sabaneros que van camino de Belén. Más allá del cada vez más absurdo vértigo de la compradera de regalos, la Navidad sigue siendo la Navidad y los protagonistas más importantes son las velitas, el pesebre, el árbol, la reunión en familia.

Lo deplorable y escandaloso del asunto del San Valentín es que se le imponen a la gente fiestas que no tienen ningún arraigo, que se implantan a la brava porque, en este caso, se aprovecha que las 'perubólicas' emiten canales hispanos que conducen unos cubanos y mexicanos y portorriqueños que se creen más gringos que Lincoln, Washington y Jefferson juntos y que celebran el San Valentín con más entusiasmo que un republicano Wasp.

Es decir, se le quiere imponer a la gente un nuevo 'toca' a la ya larga lista de 'tocas' que le han impuesto los comerciantes a la gente. Gente que no le nace celebrar sino que se siente obligada a gastar.

Ejemplos:

"¿Vamos a fútbol?"

"No puedo, me toca ir a almorzar donde la suegra porque mañana es el día de la madre".

O "me toca salir ya a comprar algo para el pinche amigo secreto en la oficina".

O "este año me toca dar por lo menos 20 regalos de Navidad".

Y así ad nauseam. Fiestas en las que toca salir con algo, fiestas que casi nadie celebra y casi todos padecen, fiestas que generan mal genio, fiestas que incluso ofenden la dignidad de las personas: "Para mamá, en su día, regálale este práctico churrusco para que te limpie el inodoro".

No hay nada más deprimente y patético que asomarse por esos restaurantes campestres tetiados de papás, mamás, suegras e hijos aburridos que celebran "el día de la madre en familia". El papá que hace cuentas de lo que va a costarle semejante chistecito... en fin, ni para qué seguir.

Obvio, nadie niega que los comerciantes están en todo su derecho de desarrollar estrategias de venta que a su vez muevan un poco la economía y activen sectores... en fin, todo eso que sabe explicar cualquier economista mucho mejor que yo.

Entonces, ahora que se habla tanto de industrias culturales, de identidad, de pulseritas con banderitas, ¿por qué no crear entonces una celebración que tenga algún significado, así sea simbólico, para la gente? Si se trata de impulsar el comercio en febrero, ¿por qué no cranearse un festejo relacionado con el café? ¿O con el Carnaval de Barranquilla, que cae en febrero? Por decir algo, el día del Garabato. En fin, apenas son ideas en borrador.

Lo importante es crear símbolos de tal manera que le digan algo a la gente. Puede ser algo tan aparentemente trivial como un llamado al baile la víspera del Carnaval de Barranquilla o algo tan espiritual como revivir la Fiesta de la Candelaria, que dicho sea de paso también cae en febrero.

Qué bueno sería aprovechar todo ese talento semioculto y oculto de los creadores culturales, toda esa estética que han recuperado y urbanizado creadores tan disímiles como Jorge Veloza, Rodrigo Facundo, los Atercipelados, los mismos Vives, Cabas y Juanes, los artesanos que le involucran diseño contemporáneo a sus piezas...

Un ejemplo de cómo un gesto cultural aparentemente de minorías, de gueto, logra semejante trascendencia es el Festival Iberoamericano de Teatro, que como a todos les consta, en poco más de 10 años se ha convertido en un evento que va mucho más allá del simple hecho de reunir agrupaciones escénicas. Es el carnaval de los bogotanos.

Claro. Esto no se logra de la noche a la mañana. Uno no impone costumbres ni idiomas ni carnavales por decreto. Pero sí puede generar procesos que se afiancen en el tiempo y no terminen siendo modas pasajeras, como el famoso rock en español de 1988-1989 que se murió tan rápido como quisieron imponerlo Andrés Pastrana, Armín Torres y las llamadas emisoras juveniles.

Entonces, ¿para qué importar cupidos de plástico y coranzoncitos rosados de anilina y sacarosa cristalizada si la cultura colombiana ofrece infinidad de imaginarios, productos y símbolos mucho más fuertes y entrañables?

Señores comerciantes, ¿por qué no le piden una asesoría a Gloria Triana o al Instituto Colombiano de Antropología e Historia en vez de engolosinarse tanto con la chabacanería gusana y chicanoporteña de Telemundo y la cultura basura que le venden los gringos a este sufrido continente?

* Editor cultural de SEMANA

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