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Qué leer este fin de año

Antes de abandonar la librería pensé que sería bueno llevarme algo de humor, y tomé el manual de explicaciones sobre Agro Ingreso Seguro.

Daniel Samper Ospina
26 de diciembre de 2009

Me encantan las fiestas de fin de año, y en mi casa ya está todo listo para la de este 31: tenemos un José Galat en el jardín al que quemaremos a las 12 en punto; compramos un pavo y contratamos a un desmovilizado de las autodefensas que nos recomendó Álvaro García para que lo corte. Y, como ya es tradición, algunos amigos irán llegando a la

casa con algún aporte culinario, como Júnior Turbay, que siempre se hace presente en pantaloneta y exhibe orgulloso el par de perniles de cerdo de los que siempre hace gala.

Sin embargo, lo que más me gusta de esta época es que la ebullición de las fiestas de diciembre, cada vez más ruidosa y exagerada, amanece convertida desde el primero de enero en una planicie sin movimiento alguno, cerrada, muerta, parecida a un párpado del doctor Holguín Sardi cuando era ministro de Gobierno.

Aprovecharé la tranquilidad de esta primera semana de enero para leer. La verdad es que desde que nacieron mis dos hijas se me ha vuelto una tarea imposible. Apenas alcanzo a despacharme el diario ADN cuando tengo 15 minutos de respiro en la mañana; si tengo menos, me toca conformarme con El Tiempo.

Antes leía novelas, pero desde que llegó mi primera hija y demandó gran parte de mi atención, cambié de género literario y comencé a leer cuentos, que se despachan en menos tiempo. Sin embargo, cuando nació mi segunda hija, terminar un cuento se volvió un propósito platónico, y entonces comencé a leer poemas, cada vez más cortos. Ahora leo haikus, y casi nunca puedo acabarlos en un solo envión: me leo tres sílabas una noche, y dejo el resto para el siguiente día.

Esta semana, sin embargo, me prometí aprovechar las vacaciones para ponerme al día con las lecturas que han salido en los últimos meses, de modo que visité una librería cercana. Hacía tiempo no lo hacía. Sentí la misma ansiedad que puede sentir Samuel Moreno cuando pasa por un callejón con hippies que venden pulseritas, o su hermano cuando tiene por delante un contrato del Distrito por asignar.

Pero de entrada me fue mal: en la puerta me topé de frente con el Procurador, que estaba comprando varios títulos para quemar en Bucaramanga, como es su tradición. Y sentado en una mesa del fondo, estaba Mauricio Vargas, que, por estar firmando varios de sus libros, no se había dado cuenta de que tenía la cremallera notoriamente abierta.

- Mauricio, -le avisé en clave, para evitarle vergüenzas ante su numeroso público-: ¿hablamos de Sucre?

Se lo tomó literalmente. Me tuvo tres horas eternas contándome pormenores de la vida del prócer, y el único remedio que se me ocurrió para salir de semejante trance fue comprarle su última obra, El mariscal que vivió de Prisa, con la esperanza de que, como se podía desprender del título, se tratara de una biografía de Juan Luis Cebrián.

Pero no, nada de eso: el libro resultó ser una novela histórica, y a mí poco me gustan los libros de historia, la verdad. Me parecen mentirosos. ¿Cómo será la versión que escribirán en 200 años sobre la vida de Uribe? Porque no duden de que alguien lo hará con el fin de ganarse el premio 'Cuatricentenario Planeta Telefónica', que nació para quedarse, no se engañen: no para asignárselo a Mauricio Vargas. Respeten.

Me compré el libro de Vargas, digo, y el librero trató de convencerme de que me llevara también el de Patricia Lara, y me ofreció un folleto con las recetas que aparecen en la trama para que me animara. Qué vergüenza, pensé: ya no saben qué inventarse. El único que puede comprar un libro bajo semejante estímulo es el 'Pote' Carreño, que desecha la novela y se concentra en las recetas porque sólo piensa en comer.

La novela se llama Hilo de sangre azul, pero aun ahora me niego a comprar un libro que me haga recordar los comerciales de toallas higiénicas: ¿los han visto? Sobre un canal absorbente, siempre escurren un hilo de sangre azul: ¿por qué todos son iguales? ¿Por qué siempre la sangre es azul? ¿Diseña esos comerciales Patricia Lara también? Además, si vamos a hablar de canales absorbentes, con el que manipula el 'Pote' desde la Comisión, y que tarde o temprano será asignado a Planeta, es más que suficiente.

No llevé esa novela, pese a que sé que es una decisión que seguro me pesará. Nadie puede negar que la obra de Patricia ocupa un lugar en la literatura nacional casi tan importante como el que consiguió el general Gilibert con su ya célebre Madame Taconcitos, un libro que increíblemente aún no ha sido traducido a otros idiomas, empezando por el español: todavía permanece escrito en lenguaje militar.

Antes de abandonar la librería pensé que sería bueno llevarme algo de humor, y tomé el manual de explicaciones sobre Agro Ingreso Seguro que escribió el 'Píncher' Arias, y del cual se copió su 'Compíncher' para defenderse en el Congreso. De autoayuda compré el de Juan Manuel Santos, Jaque al terror, una lección de humildad en la que se apropia de todas las bajas de las Farc, aun de los que siguen vivos. Y también me llevé el de Vladdo, Una semana de 15 años, porque lo encontré interesante. Está bastante bien. Deberían llevarlo a cine. Nicolás Montero podría hacer de Miguel Silva. El 'Gordo' Benjumea, de Isaac Lee. E Ignacio Gómez, el periodista de Noticias Uno, del mismo Vladdo. Mientras termino de leerlos, les deseo a todos un feliz año.

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