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La vacuna

Los antivacunas son una tendencia creciente pero ya hay gente en todo el mundo siguiendo la idea de que “no hay que dejarse imponer los mandatos de las grandes corporaciones”. Han ayudado a difundir estas insensateces, las publicaciones de médicos sin escrúpulos.

Ana María Ruiz Perea, Ana María Ruiz Perea
7 de noviembre de 2017

Por estos días mi hermano médico me explicaba que la incidencia de Mal de Chagas en la población caucana ha venido en aumento como consecuencia del cambio climático. Este mal produce, entre otros síntomas, fallas cardíacas mortales que aparecen años después de una picadura de pito, una especie de chinche que, literalmente, con los años le rompe el corazón al que pica. Chagas viene en aumento porque años atrás el chinche, o pito, solo sobrevivía hasta una altura de 1.800 msnm, pero ahora se han reportado chinches hasta en 2.200 msnm. Hay territorios en las montañas del Cauca donde el chinche ya es endémico.

No hay vacuna contra la picadura del chinche, la única manera de prevenir sus efectos es impidiendo que pique. Igual que el dengue, la malaria, el zika y tantas enfermedades más que llegan por efecto de la picadura de insectos. Al parecer las condiciones climáticas, que son responsabilidad de los habitantes del planeta, producen y reproducen bichos cada vez más mortíferos; en lugar de protegernos como especie, creamos nuestra propia vulnerabilidad.

Hace 221 años, Edward Jenner, médico escocés, descubrió en las pústulas de las ubres de las vacas el remedio para frenar la expansión de la viruela. Encontró ahí el escudo más poderoso para proteger la vida de la gente, la vacuna, y con ella se convirtió sin lugar a dudas en la persona que más vidas ha salvado en toda la historia de la humanidad.

Porque aún más mortales y tan antiguas como los chinches y los mosquitos, las pestes de todos los colores azotaron por siglos, arrasando con pueblos enteros en todo el mundo. Amarilla, negra, roja, según la purulencia de sus llagas, las pestes proliferaron a sus anchas hasta que las vacunas llegaron a ponerles un freno.

El siglo XX trajo la universalización de la vacunación. En teoría, todos los países del mundo deberían tener un esquema obligatorio de vacunación para los niños. Pero hasta el día de hoy, el único parte de victoria es la erradicación de la viruela de la faz el planeta. De resto, lo que hay es mucha tarea pendiente.

Hasta 2016 se suponía que la poliomielitis estaba erradicada del mundo, cuando se reportó un caso en Nigeria. En Italia se han presentado más de 3.000 casos de sarampión. España, que creía haber desaparecido la difteria, reportó la muerte de un niño por esta enfermedad. En Brasil apareció un rebrote de fiebre amarilla. Y así, en los Estados Unidos, en Rusia, en Suráfrica, India, Brasil, los brotes esporádicos de enfermedades para las que ya existen vacunas, prenden las alarmas. Algo se está haciendo mal.

Sarampion. Rubeola. Paperas. Tuberculosis. Difteria. Tosferina. Tétanos. Fiebre amarilla. Hepatitis A. Todas son enfermedades altamente contagiosas, en las que la ciencia ha trabajado mucho buscando el bien-estar de la población mediante la inmunización de los niños desde que nacen. Claro que las vacunas son un negocio para quienes las fabrican y distribuyen, grandes laboratorios multinacionales que controlan el mercado global. Pero que alguien se oponga al capitalismo como sistema no le autoriza para poner en riesgo a la sociedad negándose a aplicarles las vacunas a sus hijos.

Los antivacunas son una tendencia creciente, principalmente en Europa, pero ya hay gente en todo el mundo siguiendo la idea de que “no hay que dejarse imponer los mandatos de las grandes corporaciones”. Han ayudado a difundir estas insensateces, las publicaciones de médicos sin escrúpulos que, buscando hacerse a un negocio tan grande como el de las farmacéuticas, dicen haber comprobado que, por ejemplo, la Triple Viral produce autismo, y al difundir estas mentiras provocan efectos nefastos.

En épocas de posverdad, cuando los falsos reportes científicos están a un clic en google, estas estupideces hacen carrera. Entre las falsedades y la fe en el naturismo extremo, los padres que optan por no vacunar a sus críos, que parecían una excentricidad y ahora parecen una secta, alegan que es de su propio resorte vacunarlos o no, que el Estado no puede obligarlos. Pero resulta que sí, el Estado puede y debe obligar a cumplir con la vacunación porque no se trata de un tema opcional sino de frenar epidemias que ponen en riesgo a toda la sociedad.

Las migraciones desde regiones donde no hay vacunación (países y territorios en guerra o en situaciones de pobreza extrema) más estos movimientos antivacunas con sus llamados a la libertad personal y a la autonomía individual, están quebrando poco a poco con la esperanza indemnidad universal.

Los humanos tenemos la mortífera manía de atacar lo que funciona. Ojalá la ciencia también busque la vacuna contra la estupidez humana, la más maligna de las epidemias que hoy nos agobian.

@anaruizpe