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El ciclón del Caribe

El 2017 será un año difícil en materia económica y en la consolidación de la agenda política en el país.

Ramsés Vargas Lamadrid, Ramsés Vargas Lamadrid
1 de enero de 2017

Será un año con nuevos impuestos, aumento en algunas tarifas, y seguramente impactos en la inversión extranjera directa, la construcción y el acceso a crédito, entre otros.

Sin embargo, como dicen los japoneses ante la crisis oportunidad, y eso es lo que el Caribe colombiano representa para el país.

La región Caribe se ha convertido en una realidad más allá de las figuras jurídicas o de los requisitos legales para su consolidación. El auge qué se vive en materia de construcción, vías, proyectos de infraestructura, educación, turismo e inversión, no tienen precedentes, y el 2017 seguramente será un año en donde el Caribe marque la pauta.

La discusión sobre nuevos desarrollos y la manera de concebir el país pasa por esta región, es la puerta de entrada al país y a su turno la salida de la oferta exportable. Los principales puertos se encuentran en esta región y sus zonas industriales, zonas francas y desarrollos recientes no pueden ser menores al reto que esto representa para el país.

La queja constante del transporte terrestre desde el interior, y la ausencia de otros medios de transporte como los fluviales y ferroviarios, han hecho que la oferta en el Caribe colombiano se vaya consolidando como el nodo de desarrollo por excelencia, esto aunado al interés que han despertado los desarrollos inmobiliarios y la atracción de jóvenes profesionales e inversionistas, lo que hace de esta región el destino más apetecido para construir país.

Las ciudades del Caribe atesoran también la oferta cultural, gastronómica y el patrimonio inmaterial de la Nación, siendo destino preferido de chefs, artistas, curadores, académicos y diversos profesionales que encuentran en la economía creativa (o economía naranja), un nicho inexplorado de oportunidades que encuentran en el Caribe su mejor catalizador.

Considero que el Caribe será determinante en el desarrollo económico de nuestro país, y a la vez será un polo de implementación del posconflicto, si en algún lugar es necesaria la paz, reconciliación y la reconstrucción social y productiva es en esta región, en donde se funde la Colombia agraria, rural, industrial y cultural. 

En un año permeado por la polarización política, las reformas tributarias y los compromisos adquiridos en el marco de la negociación del acuerdo de paz, las oportunidades obedecen a las realidades, y por ello no es menos cierto que el Caribe ha estado a la vanguardia del desarrollo del país.

La oferta académica y de investigación, aunada al desarrollo inmobiliario y de infraestructura hospitalaria, educativa y de uso mixto, hoy son una realidad en Cartagena y Barranquilla. Así, el Caribe sabanero puede hacerse eco de estos desarrollos para ponerse a tono con la región.

El despertar cultural, turístico y gastronómico de Santa Marta también es una pauta para diversificar la oferta del Caribe y consolidar espacios que ayuden a erradicar la inequidad y la desigualdad, especialmente en zonas como la Alta Guajira, la que necesita del desarrollo y el auge impulsado por la región.

La oferta académica y educativa permite que formemos y retengamos el talento, y que las instituciones de alta calidad y reconocimiento puedan desarrollar sus contenidos y ofertas enfocados en el desarrollo del país.

La región, como una de las hijas privilegiadas de la Constitución de 1991 y de la figura de la descentralización, ha marcado una pauta y construido una realidad de la que incluso están todavía lejos proyectos como el de ciudad región capital en el interior del país, y la Orinoquía en el oriente colombiano.

La región Caribe se convirtió en pionera y ejemplo práctico de lo que se puede hacer para construir país, coadyuvando en la adopción de políticas públicas, e influyendo en la priorización de proyectos como las zonas portuarias, las zonas francas, las zonas de desarrollo inmobiliario y turístico, y las grandes inversiones extranjeras directas e indirectas.

La región Caribe está acá para contribuir en el posconflicto, y convertirse en una  herramienta de desarrollo en los años por venir, es no solo un centro cultural, político y académico, sino un bastión de la economía nacional y la clave de la anhelada inserción internacional.

Mi vaticinio es que el 2017 será el año del Caribe, y espero desde esta este espacio contribuir con la información pertinente que permita señalar el rumbo, pues es la mejor apuesta por la prosperidad y el desarrollo, y el mejor ejemplo de lo que la unión puede lograr.

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