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Réquiem por Orlando

El de Orlando es el tiroteo múltiple número 173 registrado en lo que va de año en Estados Unidos.

Ramsés Vargas Lamadrid, Ramsés Vargas Lamadrid
14 de junio de 2016

Lo acontecido en la ciudad de Orlando, Florida, es un triste campanazo de alerta de varios temas coyunturales de nuestra era. El comercio de armas ligeras y de asalto, la libertad de portarlas y usarlas, y los perjuicios persistentes en contra de determinadas poblaciones, colectivos y grupos.

Más allá de si el atacante juró o no lealtad al denominado Estado Islámico de Irak y el Levante (DAESH), es preciso notar que, aunque el atacante proviniera de una familia musulmana, ello no debe suponer un perjuicio adicional al que ya se padeció por el asalto con arma de fuego que cobró la vida de 50 personas, e hirió a otras 53.

La tragedia de Orlando se configura como el peor ataque que ha sufrido los Estados Unidos, tras el 11 de septiembre de 2001. La actitud de DAESH reclamando autoría tras la llamada del atacante al 911, no es otra cosa que un oportunismo vil del terrorismo, lo que evidencia lo ilegitimo de su cometido, buscando intimidar por cualquier medio. El abrogarse situaciones que claramente nada tienen que ver con sus actuaciones en el Oriente Medio y los Estados que busca “reconquistar”, no puede ser injustamente catalogado como una consecuencia obvia del Islam, ni de los conflictos que se viven en otras latitudes.

El Islam estrictamente prohíbe matar, es así como su profeta al explicar los mandamientos a los fieles señaló que el séptimo pecado consistía en quitarle la vida a alguien. El ataque de Orlando es ya de por si una tragedia, por lo que revictimizar a la población con mensajes de miedo, conexiones al terrorismo internacional, o responsabilizar a una religión por ello, puede ser igual de peligroso que el ataque mismo.

La discusión debería versar sobre si es deseable tener a civiles armados, permitir el porte de armas de alto calibre, rifles de asalto y otras que deberían estar restringidas a fuerzas armadas y de seguridad, además de estar fuertemente reguladas. El llamado derecho a portar las armas no puede ser superior al derecho a la vida, a la paz o a la seguridad, que revisten derechos humanos de categoría superior, los cuales se han visto relativizados por una interpretación literal o exegética de nomas escritas en contextos y para situaciones muy diferentes a las de nuestros días.

Existen varios tratados internacionales y regionales, así como otros instrumentos que buscan limitar, prohibir o restringir el uso, fabricación y comercio de armas convencionales, con miras a evitar la proliferación de las mismas, y mitigar el poco control evidente sobre ellas, el cual no obedece simplemente a un control de antecedentes criminales, sino que debe reunir un enfoque multidimensional de antecedentes, salud mental y comportamiento familiar y social.

El de Orlando es el tiroteo múltiple número 173 registrado en lo que va de año en Estados Unidos. El uso de rifles de asalto por civiles (adquiridos licita o ilícitamente) han derivado en las peores matanzas evidenciadas por los estadounidenses, entre las que se recuerdan ingratamente la de 2007 en la Universidad Virginia Tech (Virginia), en el que murieron un total de 32 personas, y la que tuvo lugar en 2012 en una escuela primaria en Newtown (Connecticut), en la que fallecieron un total de 20 niños y seis adultos.

Las lágrimas y el dolor de lo ocurrido el pasado domingo no deben convertirse en el combustible de más conflictos étnicos o religiosos, ni deben ser utilizados como banderas políticas, o como excusas de orden religioso o social. Si algo se debe aprender de estas tragedias, es la de abrir la discusión sobre si en el Siglo XXI se justifica correr el riesgo de permitir rifles de asalto y otro tipo de armas en manos de civiles, personas sin capacitación, o personas con afectaciones psicológicas y otras alteraciones.

*Rector de la Universidad Autónoma del Caribe

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