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¡Asesino, asesino!

Hay que empezar diciendo algo que es tan triste como cierto: Colombia es un país de asesinos. Sí, un país de asesinos. Me explico. Llevamos más de cincuenta años usando la muerte como herramienta para tratar las diferencias políticas. Esa realidad del conflicto ha generado asesinos de todo tipo.

Federico Gómez Lara
13 de febrero de 2018

En los últimos días, buena parte de los debates y las noticias han girado alrededor del análisis de la actual situación política que se vive en el país. La llegada de los excombatientes de las Farc a este nuevo escenario ha sido objeto de todo tipo de reacciones. El tema central de la discusión está en el rechazo que ha despertado en un sector de la población la presencia de los antiguos líderes guerrilleros en la arena política.

Los ahora candidatos de la recién desmovilizada fuerza guerrillera, se han encontrado en varias ciudades con un recibimiento que tal vez no esperaban. Los actos de campaña de Timochenko, Márquez y otros líderes del nuevo movimiento, se han visto frustrados y saboteados por hordas de gente que los espera para tirarles huevos, frutas, piedras o lo que tengan a la mano, así como para destruir los carros asignados para su protección y gritarles una y otra vez ¨Asesino, genocida, sin vergüenza, hijueputa¨ .

Sobre estos hechos hemos visto varias posiciones. Por un lado están los del Centro Democrático, que dicen que esa es una reacción natural de la gente que está indignada viendo a los terroristas hacer política sin haber pasado por la justicia. Están también quienes dicen que se trata de una estrategia del uribismo para callar al adversario. Y hay otras voces que afirman que la protesta es un derecho legítimo, pero que debe hacerse con respeto y sin echar mano de la violencia. Por último están los de las Farc, que afirman que es normal que la gente reaccione de esa forma, pues han estado expuestos por décadas a la desinformación de los medios tradicionales.

Este embrollo sería menos grave si no estuviéramos en medio de una campaña política. Pero en Colombia, la época electoral es más un momento de emociones y pasiones, que de análisis y argumentos. Esa posibilidad de acceso al poder que se abre para muchos en unas elecciones, con frecuencia nubla y entorpece la capacidad de juicio de los involucrados.

Por eso es importante que quienes no participan en política, alcen la voz y emitan opiniones alejadas de la pasión, que permitan aterrizar el debate en el campo de la objetividad. Así las cosas, con la inmensa fortuna de no ser candidato a nada, me permito dejar algunas reflexiones para las distintas partes involucradas en este lío.

Hay que empezar diciendo algo que es tan triste como cierto: Colombia es un país de asesinos. Sí, un país de asesinos. Me explico. Llevamos más de cincuenta años usando la muerte como herramienta para tratar las diferencias políticas. Esa realidad del conflicto ha generado asesinos de todo tipo. Si entendemos a un asesino como alguien que mata o manda matar a otra persona, en este país los hemos tenido de todas las formas y colores. Aquí hay asesinos de botas de caucho, de botas de cuero, de pasamontañas, de poncho y sombrero y, por supuesto, de corbata. Unos matan en nombre de la ley, otros por intereses personales, y otros en nombre de su causa. Pero al fin y a cabo todos matan. ¿O alguien puede nombrarme a algún presidente de Colombia, general de la república, o ministro de Defensa que no haya mandado a matar a nadie? ¡Aquí lo que hay que hacer es un gran acuerdo entre asesinos para empezar a oírse y dejar de matarse!

Es entonces necesario que se deje de lado la política y nos miremos al espejo a ver si avanzamos.

Para terminar les diría:

- A los del Centro Democrático: Es evidente que algunos de ustedes han promovido estas protestas y están en todo su derecho. Sin embargo, es importante que no lo oculten, que lo hagan de frente y usen su liderazgo para impedir la violencia en las manifestaciones.

- A los de la Farc: Ustedes han cometido muchos errores en medio de la lucha armada. Hay una realidad y es que en Colombia la gente los odia, y eso no es propiamente culpa de Claudia Gurisatti. A ustedes los odian porque, sea por la razón que sea, han matado a mucha gente. Lo que es sensato y es correcto, es que quienes fueron las cabezas visibles de la organización, declinen sus aspiraciones políticas, se dediquen a recorrer el país pidiendo perdón y promuevan en su partido nuevos liderazgos de personas que representen sus ideas pero que no tengan tanto muerto encima.

- A la gente: Gústele a quien le guste, venimos de firmar un acuerdo de paz para dejar de matarnos y entendernos hablando. No existe para un político un dolor similar al que genera la falta de protagonismo, la falta de aplauso y la indiferencia. Si usted odia a las Farc, el mayor castigo que puede propinarles no es tirarles huevos. Es mucho más sencillo. No vaya nunca a una de sus manifestaciones políticas, encárguese de que sus amigos y conocidos no voten por ellos, y déjelos hablando solos, pero déjelos hablar…  

En Twitter: @Federicogomezla