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REAGAN JUEGA AL DOMINO

Semana
18 de abril de 1983

Tal como se viene abajo toda la hilera de fichas de dominó cuando se cae la primera de ellas, así se irían perdiendo una tras otra las demás repúblicas centroamericanas si se produce un triunfo de la guerrilla en El Salvador, y esto sólo puede evitarse si se opta inmediatamente por férreas medidas militares. Esta fue la argumentación que desempolvó Reagan para tratar de convencer a un descreído Congreso de invertir 110 millones en ayuda militar al gobierno del Salvador, que irían a sumarse a los cerca de mil millones ya destinados a tal efecto.
La metafora del dominó tiene sus efectos probados en el mundo contemporáneo en la proliferación de países de filiación soviética dentro del mundo capitalista. Sin ir más atrás, a Vietnam lo siguieron Laos y Camboya, y Nicaragua, que es hoy punto de apoyo clave para la revolución salvadoreña, fue a su vez, en cierto modo, repercusión tardía de Cuba. Esto no sólo es evidente, sino que además está en la base misma de la teoría marxista sostenida por quienes han dirigido estas revoluciones, según la cual el socialismo se asfixia si queda aislado y se fortalece en la medida en que se extiende internacionalmente.
De tal manera que la premisa que dice que si se cae una ficha se caen detrás las otras, es válida tanto para tirios como para troyanos.
Pero deducir de lo anterior que se puede frenar el fenómeno con medidas militares, es manejar mecánicamente el silogismo y falsearlo. Esto es lo que sostienen los congresistas periodistas y sectores de la opinión pública que rechazaron la propuesta de Reagan, para quienes tan burda solución parte del desconocimiento absoluto de las condiciones internas y las contradicciones sociales de los países en conflicto, para volver al prehistórico maniqueísmo que tan cándidamente revivió el propio Reagan al justificar su posición hablando de los comunistas como del "foco de maldad del mundo moderno". Esta retórica oculta el hecho de que a regimenes tan repudiados como el de Somoza o el Sha de Irán no había tanques que hubieran podido mantenerlos en pie. Con más sentido de la historia que Reagan, un periodista del New York Times planteó así la cara olvidada por la teoría del dominó: "Una década después de Vietnam, aún no entendemos por qué "sus" salvadoreños pelean mejor que "nuestros" salvadoreños. No es un problema de entrenamiento o de equipos. Tiene que ver con la calidad de la sociedad que les pedimos que defiendan con su vida". Tampoco faltaron argumentos de tipo logístico para estar en contra de la medida. Algunos senadores dijeron con sensato pragmatismo que las armas que los Estados Unidos le den a un ejército ineficaz y parcialmene derrotado como es el salvadoreño, serán confiscadas tarde o temprano, por la guerrilla.
Finalmente, están quienes se preguntan si, a pesar de que Reagan haya jurado que no, la invasión de tropas norteamericanas en El Salvador no será el paso siguiente de la actual política de envío de "asesores militares" y de dólares, en caso de que la guerrilla, a pesar de todo, no logre ser derrotada. Esto lo deducen de que Reagan --al contrario de lo que intentara Carter-- se niega a las soluciones políticas negociadas.
A la protesta masiva de la opinión pública norteamericana se debió, en su momento,parte de la derrota de la intervención en Vietnam, y de la consiguiente bancarrota de la teoría del dominó, que ahora Reagan intenta volver a poner a prueba, corriendo tercamente el riesgo de que quede una vez más demostrado que el "dominó" es más útil como juego de salón que como política exterior.

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