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Recuperar el diálogo político

Cualquiera que sea el resultado del domingo el país debe entrar en una fase de enfriamiento de las pasiones políticas para serenar los espíritus y actuar con cabeza fría de cara a los próximos 4 años de gobierno.

Julia Londoño, Julia Londoño
13 de junio de 2018

Si algo hemos visto en esta campaña es el recalentamiento de cabeza, corazón y tripas de candidatos, analistas y especialmente de los seguidores de las distintas campañas. Dado que los más moderados (Fajardo, De la Calle y Vargas) quedaron por el camino, el lapso entre la primera y la segunda vuelta se ha caracterizado por las caricaturas que cada campaña hace sobre el posible gobierno de su contradictor.

Como lo dije hace algunos días, ni Duque va a imponer una dictadura uribista, ni Petro nos va a montar el modelo castrochavista. Pero dado que uno de ellos va a ser el presidente y el otro el jefe de la oposición, resulta fundamental que el país reconstruya su capacidad de diálogo. Ambos candidatos han mencionado la necesidad de construir consensos, Duque con sus llamados a construir un gobierno de unidad nacional y Petro con su búsqueda de un acuerdo sobre lo fundamental.

El problema es que ambas propuestas van a tener serias limitaciones por las distancias en la visión del país entre los dos candidatos. Resulta improbable, para no decir imposible, que Duque y Petro converjan en una visión sobre el manejo de la economía por ejemplo, pero eso no puede impedir que se abran espacios de diálogo sobre otros temas donde sería deseable la convergencia, como en la educación, e incluso que se construyan consensos en otros campos, como la reforma política. Esto último debería ser lo mínimo en lo que deberíamos estar en capacidad de ponernos de acuerdo dada la coincidencia en la lucha contra la corrupción como eje de todas las ofertas electorales.

Para avanzar en el diálogo político es necesario enfriar los espíritus, con generosidad desde quien gane y con altura desde quien pierda. Ya veremos el tono de los discursos el domingo para saber a qué nos enfrentaremos. Una vez resulte claro quién ocupará la casa de Nariño, se deberían empezar a diseñar escenarios de diálogo que incluyan al conjunto de la sociedad  y no solo a los actores políticos. Una característica de las democracias actuales es que los partidos se quedaron pequeños para representar a la sociedad. Esto es especialmente crítico en el caso colombiano pues la forma como se construye la representación política refleja más el poder del dinero que la pluralidad de los intereses y aspiraciones sociales.

Reconstruir nuestra democracia implica no solo discutir sobre las reglas de juego electoral, sino revalorizar los valores de civilidad democrática que los sustentan. El respeto y valoración de las ideas de los interlocutores, la eliminación de la discriminación entre amigos  y enemigos y su reemplazo por el diálogo entre contradictores.

La conformación del gabinete va a hablar mucho sobre el talante del gobierno. La definición de prioridades también. Pero la forma de abordar el proceso de toma de decisiones será el factor fundamental para determinar si es posible avanzar hacia un país más incluyente o si vamos a empezar una nueva etapa de polarización y radicalismo en las posiciones políticas.



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