Rediseño cultural para la paz: un proyecto de largo plazo

Cuando en los años 90, la guerra asociada al narcotráfico llegó a provocar en ciudades como Bogotá 89 muertes por cada 100 mil habitantes, parecía imposible que estas prácticas violentas pudiesen transformarse; sin embargo, la fuerza de una perspectiva de transformación cultural mostró cómo esto sí podía lograrse.
 
Hoy, Bogotá se encuentra sobre 17 homicidios por cada 100 mil habitantes, pero no solo esta experiencia de rediseño cultural resultó exitosa en Colombia. Hay numerosas experiencias que han mostrado buenos resultados y claro otras no lo han logrado, pero tenemos un conjunto de experiencias que deberían tenerse en cuenta a la hora de construir este rediseño cultural para la paz.
 
Las reingenierías culturales implican modificaciones formales e informales de carácter socioeconómico, sociopolítico, sociojurídico y psicosocial; los cambios no sólo en las instituciones sino en las prácticas culturales (es decir creencias, valores, comportamientos) como en los diversos espacios micro locales, locales, regionales, nacionales e internacionales.
 
La complejidad de los rediseños culturales compromete además múltiples actores y, por supuesto, intereses que será necesario implicar -en la medida de lo posible- bajo un principio que ya es mandato: la lucha contra la violencia como recurso de gestión social y sobre todo, el respeto a la vida como principio no negociable.
 
Seguramente la parte más compleja del proceso de paz será esta reingeniería cultural, que exige gestiones locales y microlocales de diverso tipo, en especial en las zonas donde la violencia es una práctica establecida y este rediseño supone múltiples formas de acción sobre la cultura desde las mayorías pacíficas de nuestro país para aprender a actuar en forma no violenta en su cotidianidad.
 
Por esta razón, las diversas campañas contra la violencia intrafamiliar, la violencia contra la niñez, la violencia contra los adultos mayores, la violencia contra los diversos grupos que son discriminados y excluidos tienen hoy más sentido que nunca. Será más complejo construir prácticas pacíficas en los violentos y no sólo los violentos que son parte de los ejércitos armados, sino en algunas de nuestras élites que han ganado a partir de estas prácticas.
 
Identificar y cambiar una práctica cultural supone trabajar sobre la historia que se ha legitimado (que como sabemos se actualiza y modifica), transformar los modelos violentos que son premiados por la sociedad, cambiar las reglas y normas sociales violentas, discriminatorias, las leyes explícitas y las implícitas (las que están en los discursos, las acciones de exclusión, discriminación e impunidad de algunos nuestros líderes y las estructuras institucionales cooptadas que los apoyan (local y nacionalmente); además de intervenir en las micro estructuras institucionales y ambientes que propician y, claro, denunciar y reprobar socialmente toda conducta que premie o legitime las mismas.
 
La construcción de estas prácticas pacíficas supone acciones de construcción colectiva de las comunidades de carácter psicosocial y pedagógico de largo plazo; no podemos esperar cambiar una práctica instaurada de un momento a otro. Este cambio supone acciones sostenidas en el tiempo, es por tanto acciones de Estado que busquen la implicación de toda la sociedad en su conjunto.
 
La Bogotá que transformó la práctica violenta de 89 homicidios por cada 100 mil habitantes a la Bogotá con 17 homicidios comprometió a diversos actores sociales por más de 16 años, múltiples acciones continuas y actores con intereses distintos. El rediseño cultural para la paz nos mostró que el cambio es posible, difícil y complejo pero posible.
 
*Profesor asociado
Grupo de investigación lazos Sociales y Culturas de Paz
Editor Universitas Psychologica
Pontificia Universidad Javeriana
lopezw@javieriana.edu.co
@WilsonLpez9