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Reelección y oposición

La propuesta política del presidente uribe incentivó el realineamiento ideológico, y los dirigentes de izquierda aceptaron el desafío que representaba

Semana
23 de diciembre de 2006



Última semana del año. El país entra en letargo, para despertarse después del puente de Reyes. Los suscriptores leerán la revista entre una y otra actividad de ocio. Momento para resaltar lo más relevante en la política de este 2006 que se fue.

La reelección inmediata del Presidente de la República y sus consecuencias es uno de los dos grandes hechos políticos del año. No me baso para sostenerlo en los 7,4 millones de votos

por Álvaro Uribe ni en sus altísimos niveles de popularidad a pesar de los escándalos y del desgaste después de cuatro años y medio de gobierno ni en el radicalismo que su nombre genera en algunos sectores. Esos son elementos de coyuntura.

La importancia de la reelección inmediata, más allá de Uribe, radica en el ahondamiento de la democracia traducido en la posibilidad de renovar el mandato del Presidente de turno o castigarlo en las urnas. La eventualidad de ese hecho, además, cambia la dinámica de la política en todos sus órdenes e insufla un aire sano y renovador al sistema. Modifica el comportamiento de los gobiernos, en adelante obligados a abordar la primera administración con la perspectiva de buscar la continuidad de sus políticas y programas, e invita a la oposición a hacer todos los esfuerzos con miras a evitar tal suceso.

La galvanización de los partidos de oposición es el hecho consecuente de la reelección inmediata. La posibilidad de ocho años de gobierno de sus contradictores políticos lleva a la construcción de movimientos opositores sólidos y con vocación de futuro. No otra cosa ha sucedido con el Polo y el Partido Liberal en estos meses. En estos meses han dado muestras de coherencia política y vienen realizando de manera eficaz su tarea crítica y fiscalizadora del gobierno. Alguien dirá que son excesivamente pugnaces. No lo creo. La reelección inmediata del Presidente supone la polarización política y trae una diáfana diferenciación ideológica entre quienes gobiernan y quienes están en la oposición. De manera que el enfrentamiento político es inevitable. Más aun, me atrevo a decir que es deseable, siempre que transcurra, como viene ocurriendo, en el ámbito de la democracia y sin recurrir a la violencia.

Más allá de la encomiable tarea del ex presidente Gaviria a la cabeza del liberalismo, el surgimiento del Polo como alternativa política real es prueba de lo señalado. La propuesta política del presidente Uribe incentivó el realineamiento ideológico y los dirigentes de izquierda aceptaron el desafío que representaba. En el Polo hay una tarea política seria y consistente, con definición doctrinaria y trabajo de base que contrasta con el caos de la coalición de gobierno. Si bien en la administración Uribe hay norte y programa, no ocurre lo mismo con los movimientos de su alianza, con la solitaria excepción de Germán Vargas Lleras, quien ha hecho un trabajo intenso para dar unidad a Cambio Radical.

El Polo representa un desafío verdadero para 2010 y debería obligar a los partidos de centro y de derecha a superar las diferencias personales entre sus líderes y construir un gran movimiento aglutinador que pueda enfrentar con éxito las próximas elecciones, sabiendo que no contarán para competir con la figura tutelar de Álvaro Uribe. El futuro político será de dos grandes movimientos, uno de izquierda representado por el Polo, y otro que recoja el centro y la derecha. La izquierda ha empezado a hacer su trabajo. Los demás estamos en mora de hacer el nuestro. El 2007 que empieza, con elecciones para gobernaciones y alcaldías, será clave para ello.

El otro gran hecho es el destape de la para-política. Nadie, sin embargo, debería estar muy sorprendido del alcance de la penetración paramilitar, en especial en sus regiones de influencia. Lo habían advertido los mismos jefes paramilitares. Como sea, la tarea de la Corte Suprema de Justicia supone la posibilidad de expulsar del Parlamento a buena parte de sus corruptos y envía el mensaje fundamental de que la sociedad no tolerará la política que se apoya en el fusil. De paso, permitirá la depuración de los extremistas y posibilitará que el centro y la derecha puedan abordar 2010 sin el lastre de los violentos y sus compinches políticos. Es la oportunidad para hacer la limpieza. n

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