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Reformas sin reforma

Si se acepta que el voto preferente sea opcional, tendríamos una carrera donde compiten ciclas, tractomulas, busetas y patines

Semana
23 de junio de 2003

El sistema electoral puede robustecer la unidad de los partidos o puede ampliar la libertad de los votantes. Lo que no puede es hacer ambas cosas al tiempo y eso -ni más ni menos- es lo que busca la reforma política que el Congreso acabó por aprobar.

Creo yo que la debilidad de los partidos no es uno de los problemas sino el problema clave de Colombia. La dispersión del voto en minilistas significa que no hay proyectos colectivos sino apuestas personales, hay vanidades pero no agregación de intereses sociales, hay un gobierno que compra congresistas pero no hay Congreso, hay elecciones pero no hay política, hay funcionarios pero no hay futuro.

Es una enfermedad tan vieja al menos como el Frente Nacional. Y sin embargo perdimos la ocasión de curarla en la Constituyente del 91; es peor: los cambios electorales de la década quisieron aumentar la libertad del votante a costa de debilitar todavía más a los partidos.

En efecto, por aquello del "anticlientelismo", durante estos años se ampliaron las opciones para el elector gracias al tarjetón con todas las fotos (en vez de la papeleta con un solo nombre); la votación para nuevos cargos (gobernadores, ediles, rectores de universidad.); la consulta para escoger candidato (en vez de la convención); la doble vuelta en presidenciales, y la democracia participativa (referendo, plebiscito, consulta popular, revocatoria del mandato, iniciativa ciudadana.).

Por miedo a que reviviera el Partido Liberal, el M-19 y el alvarismo se opusieron a reglamentar los partidos, a darles prioridad sobre un simple "movimiento'' o a acabar el sistema de residuos. El efecto fue seguir con un Congreso de "avispas", con leyes que el Presidente hace aprobar a punta de auxilios, con elecciones pero sin política.

Los congresistas elegidos por residuo no tienen interés en cambiar el método que los hizo ganar. Por eso tan sencillo fracasaron los cuatro intentos anteriores de reforma (el de Samper, dos de Pastrana, uno de Serpa). Hasta que la elección de Alvaro Uribe vino a romper el balance político que venía desde fines del Frente Nacional: por primera vez el Partido Liberal fue derrotado por un liberal y por primera vez ambos partidos fueron derrotados por un sin partido. Entonces el oficialismo y los conservadores se pusieron de acuerdo en una reforma que fortalece a los partidos.

Y así, de las 11 innovaciones que trae la reforma, hay nueve que fortalecen los partidos. La prohibición de la doble militancia y el mínimo de 2 por ciento de los votos disminuirán la feria de personerías jurídicas (hoy existen 64 "partidos" registrados). El umbral, la cifra repartidora y la lista única harán más atractivo que aspirantes con votos vayan juntos. El acceso a los medios, el derecho de réplica, el régimen de bancada y la elección del Consejo Electoral en el Congreso le darán cuatro herramientas nuevas a los directivos de cada partido.

Pero el camello que pase por el ojo de la aguja tiene que adelgazarse de lo lindo. Y así, ninguna de las nueve reformas mencionadas reforma demasiado. Aun sin doble militancia y con el 2 por ciento habría lugar para 50 partidos; la troika umbral-repartidora-lista única tiende a aglutinar alrededor de grandes electores, no necesariamente de partidos; y las cuatro herramientas nuevas que dijimos son poco importantes o no son tan nuevas.

Y sin embargo los congresistas temieron ir demasiado lejos, de modo que buscaron algún politólogo que agitara el fantasma de la "partidocracia". En Suecia, Finlandia, Austria, Holanda, Dinamarca, Bélgica, Irlanda e Italia -o, sin buscar muy lejos, en Venezuela o en Costa Rica- los partidos llegaron a ser demasiado poderosos y hubo que abrirle espacios de respiro al elector -comenzando, cómo no, por el voto preferente-.

El voto preferente no es mala idea, si se trata de darle más opciones a la gente. Lo malo es que en este caso borra con el codo lo que tímidamente quedó escrito con la mano. El borrón sería peor si se acepta que ese voto preferente sea opcional, pues tendríamos una carrera donde compiten ciclas, tractomulas, busetas y patines. Y si es obligatorio: ¿se imaginan ustedes lo divertido que será el supertarjetón con 5.000 fotos para el mero Senado?

Si el lector está intrigado por el artículo que falta de los 12, es el que da eficacia al voto en blanco para obligar a repetir las elecciones. Ahora ¿se imaginan repitiendo el supertarjetón?

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