Home

Opinión

Artículo

OPINIÓN

Reinado miss tanguitas infantiles

Calmados los ánimos y ya con el criterio de la razón, el buen juicio y sindéresis de conveniencia o no conveniencia, es importante fijar posiciones sobre tema tan importante.

Uriel Ortiz Soto, Uriel Ortiz Soto
30 de enero de 2015

Considero desde mi óptica de Comunidad y Desarrollo que el reinado Miss Tanguitas Infantiles es tema de vital importancia para que padres de familia, estudiosos de los diferentes comportamientos de niñas en proceso de formación y educadores lleguen a lo más profundo de la médula de formación, para sacar valiosas conclusiones.

La infinidad de casos por desvíos juveniles obedece a la falta de orientación en un momento oportuno; aunque el debate en los últimos días se ha aminorado, bien valdría la pena, ya  aterrizados, que miráramos los pro y los contra, no en sí, en cuanto al reinado de miss tanguitas infantiles, sino por el hecho de inducir a las adolescentes a actividades que no son propias ni adecuadas para su edad, desarrollo físico y moral.

El reinado de miss tangas infantiles, que se realiza en Barbosa, Santander, desde hace más de 20 años, ha suscitado importante debate que si es analizado desde ambas orillas, las opiniones están equilibradas, pero es indispensable llegar al fondo de su esencia para sacar las conclusiones válidas, que muchas veces se ubican en el campo que no les corresponde y por ende se crean divisiones sociales, de opinión y de formación moral de las adolescentes. 

Por eso es muy importante profundizar y escuchar los conceptos de educadores y expertos en la materia, puesto que aunque a simple vista parezca muy cotidiano y de poca importancia, su desarrollo y contenido tienen un importante portafolio de investigación y de secretos por desentrañar, con repercusiones en el desarrollo físico, moral y psicológico de las niñas que participan de él, impulsadas mas por la curiosidad, que por el pleno conocimiento de causa. 

La directora del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar fue la primera en encender las alarmas, hizo las recriminaciones del caso de acuerdo con su leal saber y entender de las funciones de primera autoridad en la formación de las adolescentes, puesto que tiene la obligación de velar por el buen comportamiento y la moral de los niños de ambos sexos menores de edad en todo el territorio nacional; aunque recibió respaldo y al mismo tiempo rechazo de buena parte de los sectores de la sociedad, se llega a la conclusión de que sobre estos temas estamos más que en pañales: 

Para un mejor entendimiento, es prudente acoger los argumentos de la lógica y la razón y decir sin lugar a equívocos que: todo se debe dar a su debido tiempo y que no es conveniente el ejercicio de ciertas actividades cuando el desarrollo de la actividad adquiere dimensiones de adulto, es decir, por fuera de los estándares de la edad reglamentaria.

Considero que el anterior principio no admite discusión alguna, todos sabemos que la naturaleza es tan sabia, que ha señalado unos parámetros para que el ser humano emprenda sus actividades de acuerdo con su estado físico concordante con su formación y en el momento  oportuno de sus manifestaciones, como es el caso del inicio en su actividad sexual, la más delicada y la que deber tener mayor orientación.  

Pretender que una niña de ocho o diez años tenga la lucidez mental de una señorita de 18 años para desfilar por una pasarela es la misma proporción que cuando a un niño de la misma edad se le obliga a cargar y peso propio de un adulto mayor.

Cuando estos despropósitos ocurren, el desarrollo psicomotriz del adolescente adquiere dimensiones equivocadas que no le corresponden, fácilmente lo lleva a refugiarse en los laberintos de actividades con comportamientos extraños: se vuelven huidizos y ya en su vida de jóvenes pueden llegar fácilmente a desarrollar comportamientos bipolares.

Cuando el ser humano se madura demasiado biche, en su edad adulta se le presentan conflictos de personalidad, la mayoría de las veces requiere de la orientación de un psicólogo para que lo aterrice y pueda llevar una vida normal de acuerdo con su edad, costumbres y medio ambiente que lo rodea.

Quienes han puesto el grito en el cielo tienen toda la razón, sin embargo, también hay que entrar a dimensionar el problema desde el punto de vista de la moral y la ética de los pueblos o lugares en donde se desarrolla la actividad, que no está en concordancia con la edad, ni mucho menos con la formación de una adolescente que a la edad de ocho o diez años apenas está en un proceso de formación biológica y, por lo tanto, su evolución sexual puede sufrir trastornos en su desarrollo, moral, y de comportamiento.

Se ha dicho que el mencionado reinado de miss tangas infantiles se viene desarrollando desde hace más de 20 años; en estos casos, los comportamientos sociales no hacen ley, como querrán decir muchos. Valdría la pena que el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar adelantara una encuesta, con las hoy señoras o señoritas que años atrás participaron en dicho reinado, con el fin de escuchar su concepto, con la absoluta seguridad de que la mayoría no guardan un buen recuerdo de tal experiencia.

Es admisible que los padres de familia lo toleren, pero en el subconsciente de las adolescentes se queda una imagen bastante distorsionada de un momento que fue crucial y crítico en su temprana existencia, y les echan la culpa a sus progenitores, que no supieron orientarlas y protegerlas de un fantasma que si bien fue hermoso para su época, es poco grato para el resto de sus existencia.

No es porque se hayan presentado violaciones o acoso sexual en las presentaciones, es porque a su edad no están aptas para asimilar actividades de niñas adultas.
 
urielos@telmex.net.co
urielos@hotmail.es

Noticias Destacadas