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REPUBLICA IMAGINARIA

Semana
13 de octubre de 1997

La realidad acaba siempre devorando a quien no es capaz de afrontarla. Le sucede a los individuos, pero también a las naciones. Lo primero que exige la lucha contra un cáncer es el reconocimiento del mal. Nada sería más grave que engañar a quien lo padece, dándole aspirinas para sus dolencias en vez de practicarle una cirugía. La verdad, por dura que sea, debe prevalecer sobre las ilusiones.Y es precisamente esto lo que no hace entre nosotros el gobierno. Lanza constantes cortinas de humo para ocultarnos un panorama de desastres. Así, los colombianos vivimos en dos repúblicas. Una, imaginaria, en la que se han instalado ministros, jueces y legisladores, y la otra, la real, la que padecemos cada día 35 millones de colombianos. Dentro de este curioso desdoblamiento, nos corresponde el rústico sentido común de Sancho Panza para ver las cosas tal como son, mientras el Estado, al igual que don Quijote, nos las presenta conforme a sus visiones ideales.Un ejemplo. Hace años que cerca de 500 o más municipios se encuentran bajo el dominio de la guerrilla. Alcaldes y concejales atienden sus dictámenes porque no pueden hacer otra cosa. Es la subversión la que decide a quién se nombra y cómo deben invertirse los recursos municipales. Y quien no atiende tales indicaciones es tranquilamente liquidado.¿Qué ha hecho el Estado ante suceso tan alarmante? Ignorarlo, puesto que las apariencias democráticas _sólo las apariencias_ estaban cubiertas. Bastaba que hubiese elecciones; es decir, alcaldes y concejales elegidos en aquellos municipios, para hacerse la ilusión de que el voto popular seguía otorgando mandatos, cuando, en realidad, éstos dependían del fusil de la guerrilla. De esta manera, la voluntad democrática, en medio país, ha sido una farsa.Ahora es la propia subversión la que decide halar la sábana para mostrarnos, desnuda, la realidad de ese enorme poder suyo. Por eso, en vez de imponer alcaldes y concejales dóciles, como ha venido haciéndolo, prefiere ahora, con el dedo en el gatillo, que no haya elecciones. Y no las habrá en un enjambre de municipios, después de 26 alcaldes y 36 concejales asesinados en lo que va corrido del año, y no sé cuántos secuestrados. Y el gobierno, colocado en vergüenza pública, no tiene ya apariencias con qué arroparse, salvo las frágiles recomendaciones de sus dos gordos y complacientes comisionados, los señores Ríos y García-Peña, que conceden todo sin recibir nada a cambio. Otra aspirina para calmar la fiebre, sólo eso. Porque el Estado está de rodillas y la Nación en el desamparo más absoluto.Es que vivimos en el mundo del Quijote, el de una realidad imaginaria en sustitución de la otra, la de verdad. ¿Qué tal la sentencia de la Corte Constitucional que dejó sin protección la central hidroeléctrica de Guatapé? Con la muy noble reflexión de que los servicios de policía debían ser ofrecidos a la comunidad en condiciones de igualdad, nuestros Quijotes de la Avenida de Chile, declarando inexequible un artículo, nos hicieron este regalo: el país, todo el país embromado, en emergencia eléctrica, por culpa de un atentado dinamitero y de la romántica defensa de un principio abstracto. Estamos en una república aérea, como decía Bolívar, en la cual el culto a postulados teóricos, consagrados por una ilusa Constitución, prevalece sobre la defensa efectiva del país y de sus ciudadanos. Mientras se legisla para una república imaginaria, la República real sucumbe. Es otra vez la Patria Boba expuesta a la ferocidad de un nuevo Morillo.También en el caso Mauss, la realidad aparece suplantada por una engañosa ficción. El hecho flagrante, luego de leer uno las declaraciones de los esposos Shöene, es que el señor Mauss resultó un pillo de alto calibre enriquecido con el secuestro de sus propios compatriotas. Intervino sólo para hacer pagar por el rescate una suma tres veces mayor a la convenida con los plagiarios. Apeló al más innoble chantaje emocional ("no verá más a su señora"); contó mentiras ("está encadenada, en poder de paramilitares"), todo lo cual deja la sospecha de una operación rentable compartida 'miti miti' con la guerrilla. Y ahí está, suelto y feliz, porque ha cubierto estos escabrosos manejos con la máscara de una misión humanitaria y de unas gestiones en favor de la paz.Desde luego, el gobierno alemán, que le brindó protección y una colección de pasaportes falsos, no debe tragarse dicho cuento. Dentro de su política pragmática (la realpolitik), el verdadero poder lo tiene en Colombia la subversión. Así de simple y brutal es su visión del país. Nuestra justicia, en cambio, engañada o infiltrada, absuelve a Mauss contra todas las evidencias. Entre tanto, también en su república imaginaria, muchos candidatos participan en la feria cíclica de ilusiones ofreciéndonos aspirinas de paz, alkaseltzer de alivio, confiados e ilusos proyectos, cuando la explosiva realidad, la de una guerra no afrontada, les impide visitar más de medio país. La subversión se lo prohíbe. Y ella sí, por desgracia, tiene sus pies bien puestos en la tierra. El poder, en cambio, sueña con Dulcinea sin ver ni querer ver lo que nos corre pierna arriba.

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