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JOSÉ MANUEL ACEVEDO

¿Rojas y cuántos más?

El polémico nuevo magistrado hace parte de una lista de altos togados sobre quienes pesan cuestionamientos.

José Manuel Acevedo M.
4 de mayo de 2013

Lo de Alberto Rojas ni es un episodio aislado ni debería sorprendernos. El mal momento de la justicia lleva meses profundizándose y la putrefacción, de la que habla Cecilia Orozco en su última columna en El Espectador, no se tomó de golpe la rama judicial. 

El polémico nuevo magistrado hace parte de una lista de altos togados sobre quienes pesan cuestionamientos que en este país se hacen un día y se olvidan al siguiente.  

Hagamos memoria: ¿Se acuerdan, por ejemplo, de los botines que el mafioso italiano Giorgio Sale le regaló al magistrado del Consejo Superior de la Judicatura José Alfredo Escobar? ¿Se acuerdan de aquellas conversaciones entre estos dos personajes hablando como compadrotes? ¿Recuerdan ustedes, apreciados lectores, que el mismo mafioso también tenía estrechísimas relaciones con otros magistrados como Carlos Isaac Náder y Yesid Ramírez, a quienes engalanó con regalos? ¿Se nos olvida que un extraño personaje llamado Asencio Reyes se convirtió en el mecenas de nuestra justicia, organizando homenajes y viajes en honor de algunos magistrados que hoy posan como adalides de la moral? ¿O ya no nos acordamos que un magistrado de la sala penal de la Corte fue un bien pagado abogado de Víctor Carranza, el cuestionado esmeraldero?

Lo de Rojas es apenas el resultado de la mala memoria del pueblo colombiano, que relajó sus estándares morales frente a los altos magistrados de la Nación. 

Creemos haber tocado fondo, pero la verdad es que nuestra justicia está descompuesta desde hace rato y tristemente parece que así se va a quedar. 

No es una casualidad que la confianza de la rama judicial esté por el piso. De acuerdo con la última entrega de la encuesta Colombia Opina, la justicia colombiana, en general, es la segunda institución peor calificada, después del Congreso de la República, con una desfavorabilidad del 71 por ciento. En particular, la desconfianza de los encuestados en las altas cortes alcanza el 65 por ciento.

Y como no quiero generalizar, simplemente me pregunto: ¿Qué se hicieron los jueces decentes? ¿Por qué sus voces no se oyen? 

No sólo se necesitan unos cuantos magistrados probos que hagan bien su tarea. Además de honestidad, los buenos que aún quedan en las altas cortes deberían tener pantalones para no aceptar que en la oficina de al lado les impongan personajes que no tienen hoja de vida sino prontuario.

Pero Alberto Rojas no está solo. Será por eso que el Consejo de Estado lo ternó. Será por eso que el Congreso lo eligió. Será por eso que sus futuros compañeros de Corte guardan silencio ante su inminente posesión, y será por todo eso que nos veremos para lamentarnos, una vez más, en una próxima elección. Todo pasa y todo queda.

Twitter: @JoseMAcevedo