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Mentiras verdaderas

Ya es hora de que los del Sí acepten el resultado del plebiscito y los del No, la legalidad del acuerdo con las FARC.

Alfonso Cuéllar, Alfonso Cuéllar
23 de junio de 2017

Es 4 de julio de 2014. La selección Colombia pierde 1 a 0 frente a Brasil en los cuartos de final del mundial de fútbol. James Rodríguez lanza un tiro libre al centro del área. Hay un borbollón y de pronto Mario Alberto Yepes dispara al arco ¡Gol de Colombia! Segundos después, silencio. El árbitro decreta fuera de lugar de Yepes. Pasan los minutos. David Luiz logra el segundo de Brasil y se desvanece el sueño mundialista de Colombia. “#eragoldeyepes” se convierte en el grito de batalla de millones de colombianos. Aún hoy, el hecho genera un acalorado debate. Una minoría acepta que el árbitro tenía razón: Yepes estaba fuera de lugar cuando comenzó la jugada. La mayoría de mis compatriotas opinan lo contrario. No es posible un consenso.

Igual está ocurriendo con los del Sí y el No, y el resultado del plebiscito y sus consecuencias. Los promotores de la iniciativa, comenzando por el mismo presidente Juan Manuel Santos, insisten en que fueron derrotados por las mentiras de la oposición. Santos reiteró esa opinión esta semana -irónicamente- en el evento cumbre de publicistas en Cannes. Irónicamente, porque a su audiencia le pagan precisamente por exagerar al límite la verdad de las marcas. De incurrir en hipérbole en sus campañas. Las exitosas son justamente las que logran tocarle la fibra emocional a los consumidores, de dibujar un futuro promisorio y, en algunos casos, oscuro e incierto.

A eso jugaron tanto los del Sí como los del No. Los primeros con el cuento de que con el acuerdo habría paz en Colombia y sin él, guerra. Y los segundos con su énfasis en la indignación de los colombianos por los beneficios que recibirían las FARC y el riesgo de la implementación del castrochavismo en el país. Tuvieron mayor resonancia y efectividad los mensajes de estos últimos, no por mentirosos sino porque reflejaban mejor el sentir de una mayoría de los votantes. Así de sencillo.  El No ganó en franca lid. Como Brasil en el Mundial.  Hay que dejar de azotar a ese caballo muerto.

Sin embargo, los del No están en lo mismo. Alegan que se está desconociendo el resultado del plebiscito. Que no se podría firmar ni implementar el acuerdo con las FARC si éste no incorporara todos los cambios propuestos por los líderes públicos del No. La realidad es otra. Con hacerle unos ajustes al acuerdo,  el Presidente tenía el derecho de firmarlo nuevamente y buscar su refrendación por el Congreso. Eso lo ratificó la Corte Constitucional en diciembre en su fallo cuando declaró exequible el mecanismo del “fast track”.   Sin duda, es mejor el acuerdo del Teatro Colón de noviembre que el del “show” mediático de Cartagena en septiembre. Se eliminaron los magistrados extranjeros y quedó en el texto la obligación de las FARC de entregar sus bienes y activos (particularmente relevante en este momento), entre otros avances.

En Colombia, los presidentes siempre han tenido la facultad de negociar y asumir compromisos con grupos armados ilegales. Lo hizo Virgilio Barco con el M-19, César Gaviria con el EPL, Andrés Pastrana con las FARC y Álvaro Uribe con las AUC. Sólo a Santos se le ocurrió consultar al pueblo directamente. Que no le haya salido bien esa consulta, no significa que perdiera la potestad constitucional de abogar por la paz de los colombianos.

Aplica lo mismo para el Congreso y las Cortes. Todos los acuerdos firmados por el gobierno han requerido de la aprobación del primero y de la revisión de las segundas. Y los dos poderes invariablemente le han metido la mano para blindarlos mejor. Así está ocurriendo con el de las FARC donde congresistas y magistrados están ejerciendo su independencia. Como debe ser.

Es comprensible el malestar entre el electorado del No. Seguro muchos pensaban que con su voto se pondría fin al proceso. Eso nunca estaba en juego. Santos tenía alternativas ante un resultado adverso. De la misma forma, el gol de Yepes era el del empate. No garantizaba el triunfo colombiano. Quedaba mucho tiempo.

Para muchos, la victoria de Brasil podrá ser legal, mas nunca legítima. Como los del Sí frente el plebiscito y los del No con el acuerdo. Hay que salir de ese círculo vicioso de recriminaciones que sólo destruye. Está en juego mucho más que un partido de fútbol.

 En Twitter Fonzi65

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