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Se despachó Pacho

Que los medios registren las sangrientas escaramuzas de las Farc no es ningún atentado contra la democracia

Semana
28 de febrero de 2005

Dos años llevaba el vicepresidente Pacho Santos comportándose como un verdadero estadista.

Con ello había logrado despejar el desconcierto que inicialmente produjo su designación como segundo de a bordo por parte del entonces candidato Álvaro Uribe, entre los que no conocían a Pacho precisamente porque no lo conocían, y en-

tre los que lo conocíamos porque su marcada espontaneidad, su carácter explosivo y su vocación de periodista innato no parecían corresponder con las características que requiere un vicepresidente de Colombia, al que lo único que se le exige es no 'meter la pata'.

Pacho fue sometido primero por el staff de la campaña, y después por parte de los asesores del recién electo presidente Uribe, a un cursillo intensivo de vicepresidente. Como una esponja -lo que constituye una de sus principales cualidades-, absorbió velozmente conocimientos sobre los temas públicos y asumió esa necesaria actitud cautelosa que le ha servido de seguro contra su instintiva locuacidad durante los dos años que lleva de vicepresidente. Los duros chistes de corte muy bogotano que se hacían al comienzo sobre una eventual vacancia del presidente Uribe se fueron disipando, para dar paso a una sorpresa general y después a una aceptación de que Pacho, en su papel de vice, lo estaba haciendo muy bien, porque no hablaba sino cuando correspondía, y lo que decía se ajustaba a la discreción y mesura que exige su comprometedora dignidad.

En 15 días, sin embargo, Pacho se ha despachado de manera preocupante. No solo ha regresado a su antiguamente conocida exaltación verbal, sino que ha dicho cosas que resultan absurdas o extremadamente inoportunas, como si de la noche a la mañana hubiera decidido echar su cursillo de vicepresidente por la borda.

Su primera metida de pata se produjo en momentos en que se desarrollaban las tensiones diplomáticas y comerciales recientemente vividas entre Colombia y Venezuela a raíz de la captura del guerrillero Granda. Ante la decisión de Chávez de cerrarles la frontera a los productos colombianos, Pacho declaró apresuradamente que el comercio con Venezuela no era imprescindible, porque Colombia fácilmente podría reemplazarlo con otros países. ¿Qué tal que el presidente Hugo Chávez le hubiera cogido la caña? No es bueno, indudablemente, sentirse aliviado como colombiano de que las declaraciones del vicepresidente no hubieran trascendido.

Su segunda salida en falso ocurrió en Cali, en un foro sobre justicia y reparación, en el que haciendo gala de un ya olvidado tono de exaltación acusó a los ponentes de la respectiva ley en el Congreso de ser unos hipócritas, y reveló su convicción de que la paz con los 'paras' no se hará bajo un régimen de sometimiento sino ante una actitud general de perdón.

Sus declaraciones, a las que hay que abonarles su sinceridad, resultaron tremendamente inoportunas en momentos en los que el país se debate entre la alternativa de la impunidad como precio de la paz o la graduación de unas penas que la eviten. ¿Después de ese banderazo del Vice a favor de la primera posibilidad, cómo pretender que los paramilitares no envíen un ultimátum al gobierno sobre la base de que jamás aceptarán cárcel por sus delitos, si el propio Vicepresidente había avalado esa posición?

La semana pasada ocurrió la tercera salida en falso de Pacho. Acusó a los medios de estarle declarando gratuitamente el fracaso a la política de seguridad del presidente Uribe, y de ser más peligrosos que los propios terroristas.

Viniendo del hijo de don Hernando Santos, y de quien fue jefe de redacción de El Tiempo durante los días del relevo generacional que se produjo en la dirección del diario, las declaraciones de Pacho sonaron cual caja destemplada, como si el tejemaneje periodístico le fuera totalmente ajeno.

Que los medios registren las sangrientas escaramuzas de las Farc y que incluso haya quienes consideren -con razón o sin ella- que terminó el supuesto repliegue militar de las Farc no constituye ningún atentado contra la democracia, y flaco favor hacen quienes así lo creen. Más aún, no he leído ninguna columna en la que se declare la defunción a la política de seguridad democrática, y no creo que existan periodistas que prefieran el estado de guerra al de paz. Otra cosa es que de pronto el gobierno no esté escuchando lo que quiere oír de los medios, situación que le debe sonar familiar a Pacho, que durante bastante tiempo tuvo que capotear al frente de la redacción de El Tiempo las sensibilidades de los gobiernos de turno.

A Pacho, el periodista, lo queríamos como era. Auténtico, gocetas, bochinchero. Al Vicepresidente lo respetamos como había aprendido a ser. Cauteloso, discreto, medido.

¿Cuál de los dos Pachos será en el futuro el segundo al mando del timón?

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