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Se salvó la patria

Creo que Uribe no va a ganar porque él no fue elegido para ser reelegido sino para cumplir un programa que la inmensa mayoría creyó posible: ganar la guerra y limpiar la corrupción política

Antonio Caballero
12 de febrero de 2006

La Corte acaba de darle el visto bueno a la reforma constitucional que le permite al presidente Álvaro Uribe presentarse a la reelección, así sea una reforma anticonstitucional: todas las reformas constitucionales lo son. Está plagada de vicios de forma y de fondo, de procedimiento y de origen, como lo está toda reforma, toda ley, toda disposición o norma que se dicta en Colombia, donde hay abogados especializados en demandarlas todas, y en ganar las demandas. Todo es ilegal aquí, salvo que sea falsificado. Somos un país de tramposos. Aprobada la reforma por la Corte, el presidente Uribe declara que la posibilidad de que lo reelijan es una "profundización de la democracia", y anuncia que sí, que se lanza. Como todos. Todos nuestros presidentes quieren repetir mandato, alegando que se les ha quedado sin terminar su obra (muchas veces, sin empezar siquiera). Pero en el último siglo sólo lo ha conseguido uno: López Pumarejo, que tras ser reelegido tuvo que renunciar mediado su período y con la consecuencia de que el Partido Liberal perdió el poder. Otros dos no han ganado unas segundas elecciones, pero han pretendido prolongar su presidencia a la brava: Rafael Reyes -que tuvo que renunciar y salir del país, con lo cual el Partido Conservador perdió el poder-; y el general Rojas Pinilla -que también tuvo que renunciar a continuación y salir del país, haciendo que las Fuerzas Armadas perdieran el poder-. Todos nuestros presidentes quieren repetir, y su respectivo puñado de áulicos quiere que repitan. Pero la gente no aguanta repeticiones en Colombia. Pero el caso es que la Corte aprobó la posibilidad de la reelección de Uribe, y Uribe dijo que sí, que él va. Y los uribistas claman a coro: "¡Se salvó la patria!". Los uribistas: gente como el ex ministro Londoño que advertía en ominosas columnas de prensa que la Corte pretendía oponerse a la voluntad de las mayorías; gente como el primo Mario que incitaba a la desobediencia civil si los magistrados no daban su brazo a torcer; gente como la que integra los infinitos partidos uribistas (más de un partido per cápita); gente como los paramilitares que anuncian su intención de participar en las elecciones; gente como el embajador Wood. Y también yo, que no soy uribista, me uno al coro uribista y clamo con él: ¡se salvó la patria! Porque creo que la Corte Constitucional, en su prudencia (posiblemente inconstitucional), nos salvó de la avalancha de furor uribista que habría desatado su veto a la reelección: los del uribismo son gente intimidatoria y peligrosa. Uribe habría sido entonces impuesto por las malas, con lo cual habríamos tenido un segundo período tumultuoso, aunque probablemente breve. O también, posiblemente, interminable: pues ¿por qué no profundizar aun más la democracia reeligiendo a Uribe no sólo una vez, sino cinco o seis? Con la aprobación de la reelección el panorama se despeja: no habrá sublevación del uribismo. Y en cambio creo también (fe es creer lo que no vemos) que Uribe no ganará las elecciones. No es cosa fácil de creer, ya lo sé: tiene, para ganarlas, todos los recursos del gobierno, todo el respaldo de los medios de comunicación, todas las presiones de los paras, todo el dinero del mundo. Y tiene a su favor las encuestas de opinión: es decir, la opinión de las personas encuestadas (yo, personalmente, no conozco a ninguna). Pero creo que no va a ganar en la primera vuelta -y en el desmadre consiguiente le será imposible recuperarse en la segunda-. Creo que no va a ganar por lo ya dicho: que en este país la gente no aguanta segundas partes. Pero sobre todo porque Uribe no fue elegido para salir reelegido, sino para cumplir un programa que una arrolladora mayoría de los electores creyó posible, y que consistía en ganar la guerra interna y limpiar la corrupción política. De la segunda parte se olvidó muy pronto: por eso está hoy con él la totalidad de la clase política (con la excepción de los ex presidentes: notable, porque se trata de los únicos políticos que no tienen elecciones qué perder). Y en cuanto a la primera, los dos aspectos más importantes de su política han sido contraproducentes: son el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, que arruina el campo; y la ley de perdón y olvido (o de justicia y paz, da lo mismo: otra ley ilegal), que les entrega el campo y la política a los narcoparamilitares. Las dos cosas contribuyen, no a acabar la guerra interna, sino a agravarla. A Uribe no lo eligieron para eso. No creo, pues, que lo reelijan para que siga en lo mismo.