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Semana de la Clonación

Semana
10 de septiembre de 2001

Diez años cumplió hace pocos meses la Constitución de 1991. Cuando se discutía, presentamos por intermedio de dos de los constituyentes varios artículos con miras a proteger y estimular la diversidad biológica. Uno de ellos decía en forma escueta: "Se prohibe la clonación de seres humanos". Entendemos que todos fueron aprobados en las sesiones de discusión, pero este último no apareció en el texto final. Nunca se ha sabido por qué, pero comentarios locales a las noticias recientes señalan que Colombia estaría a distancias estratosféricas de hacer lo que Antinori y compañía amenazan con realizar en alta mar, nos imaginamos en uno de esos grandes barcos para aprovechar cruceros por el mundo, en tanto realizan lo que llaman redención para parejas infértiles. De otra parte también se lee que otros apuntan como innecesario el artículo del Código Penal colombiano que prohíbe la clonación en el sentido de producir copias humanas idénticas.



¿Por qué haber presentado ese artículo para que figurara en la Constitución, cuando ningún país se preocupaba de ello? Nos apresuramos a decir que aquellos que piensan que años luz nos separan de ésta temática, lo que quiere decir que en Colombia no existe la tecnología adecuada, están equivocados y distantes de conocer qué encierra la clonación como práctica, que no es lo mismo que decir qué se conoce de lo que está envuelto en tan asombroso procedimiento. En otras palabras, la técnica que se emplea es muy sencilla, y por supuesto que existe en Colombia, a pesar de que en el mundo se desconozca qué fundamenta que una célula pueda regresar y reasumir todas las potencialidades de su comienzo, cuando a partir de la primera célula, el embrión del inicio puede originar todo un organismo complejo como el humano, con tal variedad de células. Sencilla no quiere decir que embarcarse en empresas de clonación no requieran inversiones de consideración. Sencilla porque en principio requiere un micromanipulador para poder hacer la transferencia de núcleos, incubadoras adecuadas, dotaciones para transferir los embriones a úteros, y seguimiento ecográfico. Inversión porque el procedimiento requiere un manejo hormonal adecuado, captación de óvulos y una disponibilidad de úteros receptores preparados para la ocasión, para guardar un embarazo. Todo esto se hace en Colombia, y con una frecuencia que podrá asombrar a muchos. Pero la muy baja eficiencia del método hace que las inversiones sean cuantiosas en comparación, el número de ensayos para lograr un éxito tiene que ser elevado, lo que quiere decir que hay que disponer de muchos óvulos y, lo que es más grave, muchos úteros que tendrán que alquilarse bajo contrato. En el camino se pierden los embriones, no siguen su desarrollo, se vuelven anormales, se abortan... Eso es lo que ocurre con todas las especies, que no son muchas, en las que se ha tenido éxito.



La clonación de seres humanos suscita controversia y rechazo no porque la metodología esté en pañales y por lo tanto propensa a muchas fallas. Quizás hay personas para las cuales, si se encontraran con un procedimiento seguro y probado, exento de posibles errores, lo acogerían. Sin embargo, ningún hecho mediado por la ciencia y la tecnología, por más avanzadas que sean, está exento de error. Lo que se discute a propósito de la clonación de seres humanos gira en torno a la naturaleza intrínseca del fenómeno, a lo que encierra en sus dimensiones biológica y ética. Esa la razón para que se objete desde esos ángulos, a nuestro modo de ver con objeciones que se complementan, cada una necesaria desde su propia mira.



En forma escueta la objeción biológica se encuentra en el hecho de que cada vez que se selecciona, y esto es válido para cualquier tipo de selección, se compromete la diversidad biológica; con la clonación la selección es total, el principio fundamental de la variabilidad genética ligada a la reproducción sexual se anula, variabilidad que ocurrió para el modelo, no para las copias que se deriven de él.



La objeción ética se deriva del sometimiento y la dominación, hechos implícitos en la decisión de clonar mi genoma porque lo quiero, porque está probado, porque lo quiero perpetuar, porque lo considero el válido y precioso, el mejor frente a cualquier otra combinación genética que pueda darse. Clonar un genoma y perpetuarlo es suprimir la posibilidad de un nuevo genoma que pueda ocurrir por la casualidad de que se encuentren un espermatozoide y un óvulo cada uno únicos, para que el nuevo individuo que surja sea nuevo y único. Con la clonación de un genoma hasta lograr una copia completa del organismo se niega el principio fundamental de refundar la especie cada vez que culmina una nueva gestación.



Algunos países, Francia y Alemania se mueven y solicitan una reunión de la ONU con miras a una posible asamblea que discuta el tema de la clonación y prohiba su práctica, la de clonar y hacer copias idénticas de seres humanos. Para aquellos que creían que esas alternativas estaban lejos las enfrentan ahora con estupor y algo más, cuando en países como Estados Unidos, con su legislación y su concepción de la libertad ocurren ya demandas a nivel de Cortes que buscan amparar la clonación de seres humanos, porque eso hace parte de la libertad reproductiva, dicen ellos, con el mismo título como se opta por el aborto, la contracepción o la reproducción in vitro.



No sabemos si la amenaza de Antinori y sus colaboradores pueda ser algo más que una amenaza, un hecho publicitario, un deseo de copar primeras páginas y acaparar los informativos de todo el mundo. No sabemos si podrá disponer de la logística necesaria cuando la clonación en animales tiene tan poco éxito, o si la aventura de alta mar podrá contar con un nuevo Titanic, esta vez cargado de promesas reproductivas. El hecho cierto es que la discusión sigue abierta y nos concierne. No hay razón para que la globalización en este caso no nos comprometa cuando la defienden y persiguen en todos los terrenos. Lo que sí es cierto es que la humanidad enfrenta desafíos al nivel de la especie, con un agravante que lo hace insobrepasable en el momento actual, a menos que se tomen grandes decisiones que vayan más allá del tema de la clonación humana, decisiones que deben comprometer el enorme y fabuloso mercado que se ha abierto por el simple hecho de vivir, el enorme y fabuloso mercado de la vida que está regido por el dinero, la inversión y la rentabilidad. En la medida en que esto perdure, quizás sea invencible.





*Médico genetista de la Universidad de Antioquia; creador y fundador del Instituto de Genética de la Universidad Nacional.

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