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Si me ganara el Baloto...

Todos dicen haber inventado algo: Mockus, la cultura ciudadana; Peñalosa, el pico y placa; Castro, la agricultura.

Daniel Samper Ospina
27 de agosto de 2011

Compré el Baloto el mismo día en que el presidente pidió que el próximo DT de la Selección fuera extranjero. Todo parecía mágico. De un solo golpe renunciaron el Bolillo Gómez y Pacho Maturana. La suerte me sonríe, me dije. La felicidad es posible. Si renuncia Álvaro González, salgo a la 15 a echar Maizena, pensé. El país tiene futuro.

Me dejé llevar por la ilusión, esa es la verdad. Juré que esas renuncias desencadenarían otras igual de estimulantes: que Suso el Paspi renunciaría a la televisión, por ejemplo: el país debe entender que mientras Suso el Paspi siga al aire no aprobarán el TLC. O que el Sodomita Rivera dejaría el Ministerio: ¡que renuncie Rivera y que traigan un ministro de Defensa extranjero!, alcancé a gritar emocionado.

Embebido en mi súbito optimismo, ilusionado ante el presagio de una nueva racha de buena suerte, salí a Carulla y compré el Baloto, cuyo premio era el más alto de la historia: 74.000 millones de pesos. ¿En qué lo gasto si me lo gano, me preguntaba: ¿invito a mi mamá al restaurante de los Rausch o me compro un cenicero en Eurolink?

Entonces comencé a soñar: si me ganara el Baloto, instalaría un bizcocho de cuero en el inodoro de mi baño; compraría un ascensor dorado; invitaría a una periodista española para que me hiciera una entrevista; asistiría a los almuerzos de José Gabriel en México y me pagaría un diseño de sonrisa como el suyo; organizaría un coctel para empresarios y orearía a García Márquez en la sala de mi casa.

Si me ganara el Baloto, le donaría un balón gástrico a Juan Piña y dos a Jorge Alfredo; terminaría la 26; compraría el Mercedes de Vladdo y una limusina para darle un respiro a la única que hay en el país, que ya no da abasto por culpa de los Premios TV y Novelas.

Compraría minutos en la tienda para llamar a saludar a Marta Lucía Ramírez; financiaría Padres e hijos: la película; construiría la Nasa con que sueña Angelino, porque no es justo que el único paisaje lunar que podamos ver sea la boca de José Darío 'Cielito Lindo' Salazar, a quien, de paso, le regalaría un motel en Bogotá para que la familia expanda sus negocios, qué diablos: se lo merecen por luchar por la moral.

Si me ganara el Baloto, le pagaría clases de matemáticas al registrador, nuestra Angelina Jolie, que quiso dejar por fuera a Susana Correa y a Rodrigo Guerrero, el candidato que va ganando en Cali y que es de las pocas personas honorables que quedan. Y advierto que el registrador me cae bien. Lo he criticado, sí, pero siempre de labios para afuera. La verdad es que no debe ser fácil ser sirena en su modalidad, es decir, pescado de la cintura hacia arriba, y a la vez aprender a contar firmas. Bien: si me ganara el Baloto, le pagaría unas clases y, además, le regalaría todos los Chap stick que me pida.

Pensaba invertir mi fortuna en esos detalles hasta que vi el debate de RCN para la Alcaldía de Bogotá. No sé si lo vieron. Fue penoso. Lo hicieron en la madrugada y al aire libre. Al único al que no le dio gripa fue a David Luna, el hijo de Herman Munster, el niño lobo que contó con la suerte de que había luna llena y el pelaje lo cubrió por completo. Los demás tuvieron que aguantar la intemperie sin ruana, sin aguapanela.

Fue un debate absurdo: había siete adultos y tres niños. Sobraban, como mínimo, seis personas. Por lo menos los que se lanzaron a sabiendas de que estaban impedidos, como Dionisio Araújo, que está inhabilitado por su nombre: la ciudad no puede tener un alcalde que se llame Dionisio. O Mockus, que también está impedido: no es sino oírlo hablar para notarlo. Además, el método de preguntas y réplicas no lo favorece:

-¿Tiene una réplica, doctor Mockus?

-Sí, sí, ya me tomo la pastilla.

Hablando de réplicas, Gina es una réplica de Noemí. Y cree, arrogante, que es la única que puede hablar de transparencia. Aunque Gina hablando de transparencias es sexy, quién lo niega, y lanza propuestas audaces, como la que hizo en ese debate:

-Llevaré pantallas surround system por toda Bogotá, marica.

Pero es soberbia, como los demás, que se dan ínfulas de haberse inventado algo: Mockus, la cultura ciudadana; Peñalosa, el pico y placa; Castro, la agricultura. Incluso el papero que se lanzó por el PIN se inventó el autor de un libro que dijo que se estaba leyendo.

Sin embargo, y pese a que son mis rivales, los aprecio. Ninguno se rio cuando Pachito hacía las preguntas, por ejemplo. Y eso tiene un mérito.

Por eso, pensaba gastarme el Baloto en todos ellos. Ya lo tenía decidido. Iba a montarles un debate decente; a financiar una escarapela con el nombre del señor del Polo para que nos acordáramos de cómo se llama; a pagarle un remedio a Dionisio Araújo para que hiciera gárgaras, y a comprarle una cicla nueva a Peñalosa a cambio de que me dijera en qué parte de la ciudad vio un río con truchas, como lo aseguró cándidamente en La W. Pobre. Quizás se trataba del registrador practicando canotaje.

Esa era mi ilusión, esos eran mis sueños. Pero estamos en Colombia. Y la semana terminó como de costumbre. No me gané el Baloto. Nunca trajeron a un DT extranjero. Álvaro González no renunció ni va a renunciar jamás: al revés, ya ubicará como DT a alguien de su rosca. Suenan Riverita y Suso el Paspi.