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Siga así, Juan Manuel

Los viejos baluartes del establecimiento político se han convertido en las grandes conquistas de Santos como candidato de La U

María Jimena Duzán
2 de mayo de 2010

Yo no sé a quién hay que agradecerle: si a los asesores de Tony Blair que vienen cada mes a supervisar cómo va la campaña de Juan Manuel Santos o a los reconocidos asesores criollos que forman parte de su selecta guardia pretoriana. Sean los unos o los otros, hay que reconocerles el éxito innegable que han tenido en este corto mes que llevan de campaña, al haber logrado, sin la ayuda de nadie, la increíble hazaña de conducir al uribismo por el sendero de su propia destrucción.

Diseñaron una estrategia para atraer a conservadores, liberales y conversos a las toldas santistas, que, gracias a Dios, funcionó a la perfección: a la U solo le llegaron políticos de casta, que es lo que le gusta a Juan Manuel. Es decir, le llegó una pléyade de hijos de ex presidentes de sangre azul de metileno que tienen su gracia, así le hayan aportado muy poco al país y a algunas almas suspicaces les parezcan un tanto vetustos y jurásicos. Hoy estos baluartes de nuestro prestigioso establecimiento político se han convertido en las grandes conquistas políticas obtenidas por Juan Manuel como candidato de la U, y no sobra decir que todos ellos fueron sonsacados con el propósito loable y patriótico de demostrarle al país que Juan Manuel es un político dispuesto a lo que sea con tal de renovar el uribismo en esta nueva era posuribista.

Para no hablar del carismático e inquieto Carlos Rodado Noriega, otro sonsacado de las canteras conservadoras. Desde que aterrizó en la campaña, me cuentan mis fuentes, nadie lo ve ni lo oye. Yo me imagino que debe andar muy ocupado tratando de explicarles a los uribistas qué clase de metáfora vendría a significar esa cuña tan esperanzadora en la que se ve a un carrito -que yo supongo es el uribismo- que sube y sube una despiadada cuesta. El carrito se ve tan emproblemado subiendo esa montaña que uno alcanza a presentir que está al borde de caer al precipicio. El carro termina coronando la cima afortunadamente, pero la sola sensación de percibir que puede caerse al abismo es un mensaje subliminal sobre el futuro del uribismo, que ni a la campaña de Mockus se le hubiera imaginado.

Del flemático Rodrigo Rivera, tránsfuga impenitente, se podría decir otro tanto. Según mis fuentes, desde que Juan Manuel Santos le inventó un rimbombante cargo en la campaña para que no hiciera nada, anda como andan todos en la U: como alma en pena. Obviamente la campaña funciona bajo las pautas del Buen Gobierno de Juan Manuel: por eso no tiene sedes nacionales propiamente dichas y solo cuenta con dos en el exclusivo barrio de Rosales de Bogotá. Tampoco cuenta con cuadros nacionales, y mientras las sedes de Mockus aumentan día por día y los afiches y camisetas se ven en todas las esquinas de las ciudades de Colombia, los políticos de la U no tienen nada: ni afiches ni camisetas, y hasta hoy no ha habido ningún alma caritativa que les haya podido explicar el significado del color naranja que los asesores de Tony Blair le impusieron a su campaña. "La de Santos es una campaña que no existe", me dijo un senador de la U que anda tan perdido como Rivera.

Se ha vuelto común en medio de estos desajustes que nadie vea ni hable con el candidato y que ese privilegio esté reservado para unos pocos escogidos. Los medios que lo quieren entrevistar tienen que someter a sus periodistas a una serie de prerrequisitos que no los piden ni en la Casa Blanca. Sus últimas adquisiciones le caen como anillo al dedo a su obsesión por el Buen Gobierno: el político liberal César Pérez García, condenado por contratación indebida cuando se desempeñaba como presidente de la Asamblea Departamental de Antioquia; Luis Fernando Jaramillo, reconocido contratista del gobierno y financiador de la recolección de las firmas del referendo reeleccionista que hoy tiene en aprietos judiciales a sus promotores; Edmundo López Gómez, viejo liberal de Córdoba -podría jurar que Róbinson Devia tiene más votos que él-, y Carlos Julio Gaitán, el jefe de la manzanilla en Bogotá del ex presidente Samper, su archienemigo.

Con un palmarés así, Mockus se puede dar el lujo de seguir diciendo imprecisiones y patinando en sus respuestas, con la seguridad de que siempre van a ser peores y más desvergonzadas las embarradas de Juan Manuel.

Para mí, el candidato de la U es todo un prócer: es el único que ha sido capaz de poner al uribismo a transitar por el borde de un peligroso abismo, sin que puedan dar marcha atrás por aquello de que retroceder no es una opción. Y eso no tenemos cómo agradecérselo. Siga así, Juan Manuel.

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