Home

Opinión

Artículo

SIGO CON LOS MALOS

Un canal de televisión le devolvería al Congreso el antiguo brillo de la actividad parlamentaria.

Semana
24 de julio de 1995

POCAS VECES EN LA HISTORIA POLITICA del país había habido una propuesta más impopular, más sorprendente, más repudiada, más censurada y más antipática para la opinión que la de instalarle al Congreso de la República su propio canal permanente de televisión, para que transmita minuto a minuto las sesiones de ambas cámaras.
Pero a mí me gusta. Y qué culpa tengo, pero nuevamente vuelvo a estar de acuerdo con los 'malos' del Congreso, en su afán de hacerse a este privilegio de que sus sesiones puedan ser llevadas a las pantallas de televisión, por motivos que, hay que aceptarlo aunque nos cueste, no pueden sino resultarle benéficos a la democracia.
Históricamente, el ejercicio democrático siempre ha necesitado tener un foro. Pero de la antigua Grecia al mundo actual la fiscalización de la política se ha trasladado de escenario, y es imprescindible que en ella jueguen un papel muy importante los medios de comunicación, como cada vez en mayor grado viene sucediendo en Colombia.
Sin embargo, la iniciativa privada no es suficiente. El día en el que un noticiero de televisión le dedique toda su emisión a un debate del Congreso seguramente se quiebra. Pero hay que admitir también que el Congreso ofrece muchos polos de interés que los noticieros cubren insatisfactoriamente, y que no tendría que ser así, si un canal de televisión especializado le ofreciera al televidente la posibilidad de seguir la minucias de un debate que le interese por el motivo que sea.
A favor de este canal hay varios argumentos. Uno de ellos es el de que el costo sería un factor menor, porque no requeriría sino la asignación de una frecuencia -que actualmente está disponible, pero quizás por última oportunidad, porque el Estado está próximo a repartir el espectro entre los particulares. Expertos calculan que montar esta red de transmisión costaría alrededor de 10 millones de dólares, y el resto es una cámara de televisión, con un camarógrafo, transmitiendo en directo los debates de mayor interés.
Porque ese sería un elemento obligatorio: que la transmisión se haga estrictamente en directo, o que cuando sea necesario grabar dos o más debates simultáneos, su transmisión posterior se haga sin ninguna edición, para que los parlamentarios no puedan maquillarse y no se le reste espontaneidad a los acontecimientos, y para que el canal no se convierta en una lagartería de los 'mandamases' de turno, como sucede actualmente con ese horror que son los programas de Senado y Cámara en los canales de televisión.
¿Ventajas? Todas. Los trucos tradicionales de torpedear una sesión, como inasistencia o disolución del quórum, ahora serían públicos. Los malos parlamentarios, los incumplidos, los que nunca tienen iniciativas propias, los que se duermen, quedarían ahora en vitrina, al vaivén del juicio de los televidentes. Y en contraste, los buenos parlamentarios, o quienes se luzcan en un determinado debate, tendrían el incentivo del reconocimiento público. Actualmente una buena faena legislativa se muere en el anonimato, y para la opinión, por físico desconocimiento, da lo mismo, como están las cosás, un buen parlamentario que uno malo: ambos le parecen pésimos.
Pero además, se supone que la ignorancia de la ley no sirve de excusa, y la verdad es que hoy por hoy la mayoría de colombianos desconoce las leyes en absoluto. Para la muestra un botón: el estatuto anticorrupción es uno de los más importantes avances legislativos de la historia moderna de Colombia. ¿Cuántos colombianos saben de qué se trata, lo han leído o le temen?
Se habla del rating. Se supone que para la mayoría de colombianos resultaría aburridísimo sentarse frente al televisor a ver debates parlamentarios. Pero una audiencia mínima, mínima, garantizaría que entre 10 y 15.000 colombianos sintonicen el canal, y que esas audiencias sean rotativas, dependiendo de lo emocionante del debate o de lo interesante del tema. ¿No es mejor para la democracia que haya 15.000 colombianos enterados que ninguno?
En Estados Unidos, el canal del Congreso ( C-Span), que transmite las sesiones estrictamente en directo y que coloca barras cuando no hay nada que transmitir, ha logrado una audiencia del 0,5 por ciento, que equivale a la bobadita de 10 millones de televidentes. Ese rating es la demostración de que la actividad parlamentaria tiene su público, aquí o en Cafarnaum.
Más ventajas: les quedaría más difícil a los políticos hacerse elegir en los pueblos con base en promesas que luego incumplen en la capital. Los electores podrían monitorear a sus elegidos, y cobrarles las 'conejeadas'.
También le facilitaría al gobierno la sacada de las leyes porque el quórum sería públicamente verificable, los debates no serían eternos y el reglamento del Congreso, en general, se agilizaría, al modernizarlo al compás de la nueva realidad de la televisión.
En conclusión, el canal le devolvería el brillo a la actividad parlamentaria, que actualmente es tan poco atractiva, y que, de seguir así, haría inevitable que al Congreso llegue cada día gente peor y no mejor.
Por eso sigo del lado de los malos. Porque hay que ayudarles a apoyar esta iniciativa, que haría, de llegar a pasar, que los rumores sobre sus escasas cualidades y malos hábitos sean fácilmente verificables a través de la televisión y ese día no tendrán más alternativa que la de pasarse al bando de los 'buenos', o dedicarse a otra actividad.