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Silenciar las armas (o al menos el rap)

Entre los negociadores no hay quienes representen el ADN nacional.

Daniel Samper Ospina
8 de septiembre de 2012

No fue una semana fácil: un guardia atacó a un lagarto en San Andrés, con lo cual se reducen los destinos turísticos de Roy Barreras; Pachito Santos abandonó su puesto en RCN y, salvo que lo contraten en Colorín Colorradio, engrosará las cifras del desempleo. Y Juan Manuel Santos y Timochenko lanzaron los diálogos de paz en medio de un aplauso general que impidió que oyéramos la ambulancia de la clínica Monserrat que recogió a Uribe, pobre.

Celebro que negociemos la paz. La guerra lleva a la locura, como podemos verlo con el Paspi. Ahora debemos sortear los diversos escollos que salten en el camino, como la inclusión de Simón Trinidad en la mesa de diálogos o, más delicado aún, el rap que compuso una cuadrilla guerrillera para saludar la negociación. Qué música, dios mío. Cuando hablaban de bandas criminales nunca pensé que se referían a las bandas de rap. Quiera dios que el gobierno no responda a esta provocación llevando a Oslo a un grupo de vallenato romántico, porque la espiral de violencia nos arrastraría a un punto sin retorno.

Sé que no hay procesos perfectos y tengo toda mi fe puesta en este, pero yo, al menos, habría negociado unas condiciones extras. Por ejemplo: exigiría que Timochenko acorte sus discursos: de lo contrario, será necesario hacer el brindis de la paz con Red Bull. Mientras lo oía me daban ganas de mandarle a Martha Lucía Ramírez, para que sepa que nosotros también tenemos lo nuestro. Como el comandante adobaba su intervención con un vehemente estilo grecocaldense, llegué a creer que, oculto detrás de una barba postiza, en realidad estaba Fernando Londoño. Pero lo descarté de inmediato porque, si hubiera sido él, habría reclamado un Rólex, así fuera el de Raúl Reyes.

Embebido en cafeína, pues, soporté el discurso entero de Timochenko a través del cual dejó en claro dos cosas: por un lado, que no piensa levantarse de la mesa, como sucede con Angelino cuando sirven rodizio. Y, por el otro, que las Farc tienen un sexto punto para ampliar la agenda: luchar para que los adolescentes puedan fumar en los clubes sociales sin que los regañen las señoras emperifolladas. ¿De cuál señora estaba hablando? ¿De Tutina? ¿Y cuál club social puede conocer un jefe guerrillero? ¿El Nogal, al que volaron con una bomba? ¿Aceptarían dejar de poner bombas si a cambio las señoras permiten que los adolescentes fumen en los clubes?

Seré ingenuo, pero creo que esta vez lograremos la paz. Todo está dado. Aun la recomposición del gabinete, que incluye los mismos ministros de hace 20 años y el nombramiento de Juan Gabriel Uribe en la cartera de Medio Ambiente: ¿no es genial que alguien que era director de un medio, al menos de medio medio, como El Nuevo Siglo, se ocupe ahora del ambiente, que también es medio? ¿Quién puede manejar mejor el medio ambiente que un señor que es medio político, medio periodista? En una jugada maestra, Santos se echó al bolsillo el voto narizón, le dio representación ministerial a Juan Lozano y reivindicó a Sigifredo López. He ahí un político con olfato.

Todo está dado para que logremos la paz, digo, pero no me puedo callar ante una verdad de a puño: y es que en el grupo negociador no hay personas que de verdad representen el ADN nacional: ¿cómo es posible que entre los negociadores no se encuentre la Negra Candela, o Marlon Becerra, o al menos un protagonista de nuestra tele?

Temeroso de que la sociedad no esté reflejada en la mesa, me permito sugerir al gobierno que contemple nuevos nombres para la comisión negociadora. No podemos ser inferiores. Demostremos que nosotros también dejamos de lado la arrogancia, y enviemos al exministro Echeverri; que queremos un proceso discreto, e invitemos al director de Caracol, Luis Carlos Vélez, a quien le tiene sin cuidado figurar. Y si el Presidente habla de templanza, convoquemos a Martha Isabel Espinosa, que es quien mejor la encarna y que hablaría, de paso, en representación de las señoras emperifolladas.

Que nada nos intimide. Si hablan de esqueletos, que Edwin muestre los que luce en la Casa Estudio; si hablan de fusilamientos, que el senador Juan Carlos Vélez deje ver las leyes que redacta. Y si hablan de fosas, que el mismo Juan Gabriel Uribe exhiba las suyas, para que sepan lo que es bueno. Permitamos que en la fase final el General Mora sea reemplazado por el General, a secas, un famoso cantante de reguetón que puede obligar a los raperos de la guerrilla a que, en nombre de la paz, depongan los instrumentos musicales: Felipe Santos, que es empresario de conciertos, puede ayudarlo desde la retaguardia. Y pidamos al gobierno que decida a quién designará para que firme la paz: si a Valerie Domínguez o a Simón Gaviria.

Aportemos lo nuestro: si las Farc desarman la Teófilo Forero, desarmemos nosotros a Teófilo Gutiérrez, el futbolista que carga pistolas de juguete. Y no ahorremos esfuerzo alguno: merecemos un país tranquilo y próspero, en el que Roy pueda viajar a San Andrés y haya empleo para todos, incluyendo a Pachito. Ojalá consiga puesto en la clínica Monserrat: esta semana ingresó un paciente que necesita electrochoques y, aunque no se trate de un estudiante, Pachito podría dárselos.

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