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Sin novedad

Así se hacen las guerras: sacando leyes, imponiendo tributos, acuñando moneda si es el caso,o falsificándola

Antonio Caballero
5 de junio de 2000

A que juegan las Farc? pregunta esta revista. Resulta que ahora sacan leyes: la 002, que por una parte implica la existencia de una 001 que no conocemos (al menos yo), y por otra que no piensan pasar de la 999, pues no les alcanzaría la numeración. Son pocas, dado que se trata de legisladores colombianos: muchas más aprueba el Congreso en una sola tanda, a pupitrazos. Pero también, y dado que los más urbanizados jefes de las Farc no van a cine desde los tiempos de James Bond, preocupa lo cerca que van ya de la 007, o licencia para matar. Les falta mucho, en cambio, para llegar a la 666, que según las escrituras es el número de la Bestia. (Las dos disposiciones existen ya, aunque no hayan sido hechas públicas). Y resulta que ahora anuncian que van a cobrar tributos. A los ricos, dicen: a los que tengan un patrimonio superior al millón de dólares. Pero, por supuesto, eso no es cierto: llevan muchos años cobrándoles impuestos —en gallinas, en ganado, en dinero— a gentes mucho más pobres, además de a los ricos. ¿A qué juegan las Farc? Muy sencillo: juegan a la guerra. Así se hacen las guerras: sacando leyes, imponiendo tributos, acuñando moneda si es el caso, o falsificándola. Así financiaban sus guerras los faraones. Alejandro. Carlos V. Napoleón. Y entre nosotros también. Cada vez que un rebelde se alzaba contra el gobierno y se daba a sí mismo el grado de general, lo primero que hacía era dictar un decreto para requisar caballos y emitir bonos obligatorios de guerra: por ahí andan esos papeles con la firma del alzado respectivo, empezando por la de Bolívar, en el Museo Nacional. Y el gobierno de turno, por su parte, respondía elevando sus propios impuestos, emitiendo papel moneda y contratando un empréstito internacional: los de la Guerra Grande de la Independencia duró Colombia pagándoselos a Inglaterra hasta mediado el siglo XX. Es lo que hace también el gobierno actual: saca bonos de guerra, cobra el 2 por mil, pide un préstamo de ayuda militar a los Estados Unidos. No es novedad. No es novedad la guerra, y ni siquiera lo es la escalada de la guerra. Yo mismo, sin ir más lejos, llevo años y años anunciándola en esta columna. Y no porque sea especialmente perspicaz, sino porque era evidente: cuando los dos bandos quieren la guerra, la guerra crece. Y los dos bandos quieren que crezca, aunque hablen ambos tanto de la paz. Lo cual es también, por lo demás, habitual en las guerras. “Si vis pacem, para bellum”, decían ya los romanos de la República, hace más de 2.000 años: “Si quieres la paz, prepara la guerra”. Todas las guerras se han hecho siempre en nombre de la paz. “Al paso alegre de la paz” marchaban cantando los sublevados de la guerra civil española. ¿Hay algo más? Ah, sí. Que las Farc ahora se llaman mucho más largo: Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo-Movimiento Bolivariano: Farc-EP-MB. Pero eso tampoco es novedoso. Lo habitual en Colombia es que las siglas se vayan alargando con el paso del tiempo, ganando letras de una en una, de dos en dos, y hasta de tres en tres. Los grupos de la izquierda legal llegaron hace unos años a tener siglas no sólo con letras sino además con paréntesis, impronunciables como fórmulas matemáticas. Los liberales discuten si deben agregarle al nombre de su partido la inicial S, por ‘socialista’, o las dos SD, por ‘social-demócrata’, como hace algunos años los conservadores le antepusieron al suyo la S de ‘social-conservador’. Hasta las analfabetas autodefensas paramilitares pasaron de llamarse AUC a llamarse AUCC (¿por Carlos Castaño?). La guerra sigue. La guerra crece. Los actores de la guerra se reproducen y se multiplican. Pero en eso llevamos ya por lo menos 50 años. Cuando haya novedad, que nos avisen.