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Proceso de paz

Sobre el indulto a los comandantes elenos Carta de corazones

Fernando Estrada Gallego, director del Centro de Estudios Regionales CER de la UIS, escribe sobre las dos caras del ofrecimiento del presidente Alvaro Uribe al Ejército de Liberación Nacional (Eln), para acogerse a un proceso de reconciliación luego de que el grupo guerrillero se declarara autor del secuestro de siete extranjeros.

Semana
6 de octubre de 2003

El acuerdo que pone fin al combate supone:

1. Que cada uno renuncie a la prueba suprema;

2. Que esta renuncia se imponga a ambos adversarios;

3. Que se imponga al mismo tiempo;

4.y de la misma manera.

André Glucksmann, Le discours de la Guerre

Entre la guerra y la política aquello que hace la diferencia es cuestión de distancia, como bien lo subrayaba Carl von Clausewitz. El presidente Uribe ha comprendido esta proverbial lección al hacer la propuesta de indulto a los jefes elenos. Es la carta de corazones, necesaria combinación con la carta de espadas, en una estrategia que puede tener tanto de ancho como de largo.

Si ha dado relativas ventajas políticas con el proyecto de alternatividad penal a los paramilitares, ahora el movimiento del presidente nos descubre novedosamente un ofrecimiento audaz para derrotar políticamente a la insurgencia. La política sería entonces una extensión de la guerra por otros medios. ¡Bienvenido de nuevo Clausewitz!.

La propuesta del presidente es oportuna. Tomando lecciones de los acuerdos entre el gobierno irlandés y el IRA, que señalaron una ruta acertada para negociar un conflicto de dimensiones análogas al colombiano, Uribe quiere ver a Francisco Galán y a Felipe Torres como intérpretes de una negociación por largo tiempo esperada. El ELN, Una guerrilla que en Santander y la región del Magdalena Medio, ha sido menguada durante los últimos años por la omnipotencia militar de su principal enemigo, el paramilitarismo.

Sin embargo, el ELN no es un movimiento guerrillero que estratégicamente pueda concebirse como liquidado, se ha demostrado por la acción del secuestro colectivo a los extranjeros y por su sofisticado manejo de técnicas de impacto militar. Las posibilidades de pactar con los elenos una solución al conflicto armado tiene más pragmatismo que ilusión. No se trata entonces de una maniobra equivocada del presidente. Menos, como lo creen ya algunos formadores de opinión, de un despojo ideológico.

Oportuna la carta de corazones con la que juega el gobierno. También porque las dimensiones históricas de la lucha guerrillera y la capacidad de daños que pueda ocasionar son contundentes. Las acciones militares, bien lo enseña de nuevo Clausewitz, dependen de un inteligente diseño de los flancos del enemigo. Y aunque el objetivo militar no tenga rostro humano, las opciones de inestabilizar la economía nacional propinándole golpes a la infraestructura del sector eléctrico y petrolero siguen abiertas. Golpear la economía es golpear oportunidades.

Provocar una reflexión y los cambios de esta mentalidad sólo será posible desde quienes conozcan bien al interior su composición política y militar. Galán y Torres, ampliamente respetados en la organización, pueden lograr una verdadera hazaña en la historia de nuestros conflictos. Desprendiéndose de estereotipos anacrónicos de las luchas de tipo clásico en los movimientos insurgentes surgidos en las décadas del 60 y 70, pueden contribuir a dar un paso gigante para abrir más y mejor nuestra democracia. Sin los tambores liberacionistas.

Visto en otra perspectiva, el ofrecimiento es inoportuno. Mientras su intención sólo sea reflejo de los condicionantes y el malestar causado por su mansedumbre con los paramilitares. Las presiones de la comunidad internacional por las excesivas concesiones al pasado cruel de masacres y crímenes de lesa humanidad. Si la carta de corazones pone a la par a guerrilleros y paramilitares, la jugada puede resultar inoportuna.

Errática en términos del adecuado manejo diferenciado que el gobierno tiene que hacer de las causas del conflicto colombiano. Equivocado poner en el mismo nivel a todos los actores de la guerra.

Una interpretación del indulto a los elenos podría ajustase a los signos de ansiedad del gobierno, derivados de la acción del secuestro de los extranjeros. Aunque no del todo, cuentan sin embargo, los días que pasan estos secuestrados en manos de sus captores, representan para el país un golpe duro a la economía. Baja la posibilidad de inversión y los riesgos de una mala evaluación de las entidades internacionales serían grandes. El presidente Uribe despliega una oferta cuyos fines comprometen a fondo el cuidar los compromisos económicos del país. Un propósito sin objeción alguna.

La carta de corazones tiene entonces un efecto paradójico. Sale librando una batalla contra la disponibilidad de guerra del segundo movimiento insurgente colombiano y va creando de paso un conflicto político hacia el interior de la guerrilla. Es una carta ganadora para el país entero, siempre y cuando no se deje de lado un aspecto importante: los motivos fundacionales de nuestro conflicto.

Primero, los severos desequilibrios sociales generados por un país pequeño de pequeños ricos y un país grande de grandes pobres. Segundo, la marcada

prelación que tiene la economía en la guerra y los intereses que abona a unos pocos el poder mantenerla durante largo tiempo. Inequidad política y depredación económica, son las dos caras del naipe que el gobierno de Uribe tiene que afrontar con una firmeza única para que su gobierno quede en la memoria del país como uno de los mejores.

*Director del Centro de Estudios Regionales CER de la UIS

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